14 DE ABRIL, DÍA DE
LA TOLERANCIA.
Es de sobra conocido que es
costumbre muy generalizada colocar en la cúspide del Estado a una persona que encarna la soberanía nacional y la
representación de la ciudadanía. O sea, de todos y cada uno de los ciudadanos.
Y que esa persona puede ser un rey que accede al cargo hereditariamente o un
presidente de república que lo hace tras una elección popular.
Pues bien, en ese conjunto que
formamos los españoles los hay monárquicos y los hay republicanos. Pero como
solo hay sitio para uno solo, parte de los ciudadanos quedan satisfechos y otra
parte tienen que tolerar una situación que no les satisface.
Ergo los republicanos de nuestro
país está haciendo gala de una gran tolerancia. Por eso digo que el 14 de Abril,
aunque no oficialmente, es de hecho el día de la tolerancia. Y como nobleza
obliga los monárquicos con el Monarca a la cabeza tendrían rendir homenaje
alguna vez a esa muestra de generosa comprensión de tantos republicanos de
corazón.
A mí siempre me ha llamado la
atención que los ciudadanos de los diversos países cuando salen a la calle a
protestar por algo siempre sacan la misma bandera. Por ejemplo los cubanos
castristas y los oponentes sacan la misma bandera, en Venezuela pasa lo mismo y
seguro que habrá más casos. Mientras que en nuestro país se tira de la bandera
republicana en las manifestaciones de izquierda.
El resultado es que la Bandera Nacional,
llamada constitucional, representa solo a los de derecha en muchas ocasiones y los
de izquierda tienen otra la bandera que es oficiosa.
Se quiera o no se quiera la
actual Bandera Nacional tiene un origen franquista, y la Bandera Republicana
tiene connotaciones de derrota.
La Bandera Nacional se reinstauró
con la restauración de la Democracia despojándola del águila franquista pero la
Bandera de la República sigue postergada.
Por lo tanto urge una declaración
oficial como bandera histórica de la Bandera Republicana. Y debería ser objeto
de homenaje público oficial por lo menos un día al año, el 14 de abril por
ejemplo, en justa correspondencia a la tolerancia de tantos y tantos
republicanos que aceptan mejor o peor grado ¡pero aceptan! la Monarquía.
Aceptación que indudablemente tiene su lado bueno pero
que obliga a tragarse algún que otro sapo de vez en cuando.
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