Salterio Online

Bienvenidos al blog de Tomás Garcia Asensio también conocido como Saltés. Los que me conocen sabrán de que va esto, y los que no, lo irán descubriendo...

domingo, 29 de julio de 2007

La civilización botánica.

Este post está dedicado a Marta en el día de su santo, además se lo merece porque tiene un pulgar verde.

A continuación la secuencia del Salterio que viene como anillo al dedo al relato de hoy, último, por el momento, de la empanada evolucionista.
EL HOMBRE VEGETAL.


Hemos quedado en que el hombre es un mono humanizado. Se puede pensar en peces humanizados como las sirenas y los tritones. En aves humanizadas, como las sirenas voladoras de los clásicos, mitad humanas y mitad pájaros. En artrópodos humanizados, como esa gamba que tan delicadamente se aseaba. Se pueden imaginar muchas cosas, pero hay que imaginarlas bien, con fundamento, porque si no son tonterías.

¿Cómo sería un hombre vegetal? ¿Sería un insecto palo con humanidad? porque animales con pinta vegetal son relativamente corrientes: los ya mencionados y los insectos hoja. Se podría decir que son animales disfrazados de plantas. Pero hay quien dice que son animales con genes vegetales.
Después de todo los animales y los vegetales no son tan distintos. Para empezar parece que tienen antepasados comunes. El reino animal y el reino vegetal parece que proceden de un reino que todavía existe. Y no solo existe sino que es el que mayor número de pobladores tiene: el reino de las PROTISTAS al que pertenece una buena parte del plácton, auténtica despensa de la zoología.

Aún hay dos reinos más de la naturaleza viva: el reino de las MONERA habitado por bacterias y algas verde-azuladas, primeros pobladores del planeta porque seguramente están en el origen de todo bicho y toda mata vivientes y el reino de los HONGOS alojados anteriormente en el reino vegetal, pero tan mal acomodados que se les habilitó un reino. No son plantas, porque no hacen función clorofílica y por ello son heterótrofos y tienen quitina como los artrópodos. Pero, no obstante tampoco son animales.

Esos cinco reinos los podemos dividir en dos grupos: los unicelulares o enanos que son los más antiguos: moneras y protistas y los pluricelulares, entre los que están los más gigantescos, pero muchos también tienen enanos en sus filas: animales, vegetales y sobre todo los hongos. Como los de diseño más moderno son mayores se podría decir que una ley de la naturaleza es la megalomanía. Y dentro de los gigantes están los ultra gigantes: árboles, en los vegetales y vertebrados entre los animales. En ese sentido los árboles ganan por goleada. Por otra parte a veces los grandes se comen a los chicos devorándolos y a veces los chicos se comen a los grandes infectándolos.

Animales y vegetales no somos tan distintos, porque hay muchos bichos que parecen plantas, como las anémonas, los lirios y los pepinos marinos y plantas que parecen bichos como algunas orquídeas que seducen a insectos simulando contener hembras ardorosas y perfumadas para favorecer la polinización.

Aquí hay una confusión que nos despista muchísimo. Consiste en creer que es un atributo exclusivo de las plantas el estar fijas al suelo, primero al marino y luego al terrestre, mientras que es propio de los animales el deambular libremente. Pero si observamos animales de diseño más antiguo, como son los espongiarios y los celentéreos: pólipos y corales, sospechamos que el plan animal inicial podría consistir en estar, como las plantas, fijos al suelo. Es lo que se llama de vida sésil.

Pero ni estos animales sésiles, ni las plantas están con la pata quebrada toda su vida. Hay un periodo temprano en el que se mueven libremente: el periodo larvario.

El poderse desplazar es una actividad juvenil, “pensada” para colonizar. De modo que, por ejemplo, los pólipos, que están fijos en el fondo marino producen medusas, que corresponde a la fase larvaria de esos bichos. Salen nadando se fijan en otro sitio y queda sembrado un pólipo. Sólo que en algunas especies predomina la fase pólipo y en otra la fase medusa. Es lo que ocurre con los espongiarios que viven fijos al suelo toda su vida, salvo en el periodo larvario que tienen vida libre. Igual que los braquiópodos, animales antiquísimos que parecen almejillas fijas al suelo por un brazo como los percebes, que de jóvenes también son libres, o los mejillones que viven anclado en su mata de pelo. Por supuesto que a los percebes les pasa lo mismo, de jóvenes son larvas que nadan libremente.

Con las ASCIDIAS pasa igual. Esos raros bichos, que pasan desapercibidos ¡son nuestros ancestros! Parecen racimos de uvas fijos al fondo. Generan larvas, llamadas ANFIOXOS que parecen peces minúsculos, pero no lo son, se van a otro sitio para formar una colonia. La cosa tiene miga porque se supone que uno de esos pseudo peces circunstanciales adquirió la facultad de mantenerse con aire juvenil toda su vida, madurando sexualmente sin tener nunca la pinta de adulto de sus predecesores. El resultado fue algo muy parecido a las LAMPREAS, que derivaron a su vez, como se ha visto, originando los vertebrados.
Las plantas están fijas al suelo como las esponjas y los corales, pero no las semillas que pueden tener alas como los piñones o las de los arces, o estar en el centro de una pelusa esférica ligerísima que la arrastra el viento kilómetros, o navegar entre islas o entre continentes como hacen los cocos, o viajar al galope en los intestinos de los caballos.

La movilidad propia de los embriones y las semillas, se da también en los gametos, sobre todo los masculinos, de modo que el esperma y el polen vuelan o nadan libremente efectuando grandes recorridos.

Pienso que lo raro es que los vegetales nunca se hayan dado el piro. No habría que descartar que alguna semilla se desarrolle como tal semilla y no se arraigue en ningún sitio, y diciendo aquí estoy yo y origine una estirpe de vegetales libres Y de ocurrir tal cosa, no habría que descartar tampoco que alguna de esas especies logre humanizarse ¡Solo es cuestión de tiempo!




jueves, 26 de julio de 2007

Un pasado gelatinoso.

Este dibujo darwiniano del Salterio viene al pelo para este post tan evolucionista que dedico a Ana, Sonia, Maribel y Agapo con quienes compartimos una simbólica ingesta de lampreas. EL HOMBRE DESCIENDE DE LA LAMPREA.



Si el hombre no desciende de del mono es porque es un mono. Ni de un vertebrado porque es un vertebrado, tendrá que descender de un invertebrado ¡Está claro!, pero ¿de cuál? Pues de uno que sea muy parecido al vertebrado más remoto, pero que no sea vertebrado. Es decir algo que se parezca a un pez arcaico, pero que no sea un pez. Tal primigenio ya no existe, pero sí su vivo retrato que es sin duda la LAMPREA.

Lo característico de los vertebrados es tener un espinazo formado por vértebras. En el caso de los humanos es una columna, cosa muy excepcional, porque por lo general es una viga. Tiene muchas funciones. Una muy importante es la sustentación, de modo que posibilita el gigantismo. Fuera de los vertebrados son muy raros lo animales grandes. Quizás el record lo tengan los calamares gigantes que nadie ha visto vivos, que alcanza 25 metros, aunque incluyendo los largos tentáculos El record absoluto lo tiene un vertebrado, la ballena blanca con 30 metros de enorme masa corporea.

Otras funciones del espinazo son la conducción y protección del cableado nervioso y también la fabricación de la sangre. Tal cableado forma una cuerda que da nombre a quienes están dotados de ella, son los cordados. Hay otros cordados que no son vertebrados, por ejemplo la lamprea.

Los cordados también tienen branquias, o las han tenido alguna vez, como nosotros los humanos, que ya no las tenemos, pero que las tuvimos cuando éramos embriones. Y de hecho un embrión humano y uno de un pez son indistinguibles para un profano.

Las branquias son unos cedazos con los que se filtra el agua, con el fin de retener los alimentos, como es el plácton y también el oxígeno.

De todos modos las lampreas son animales modernos. No son reliquias del pasado que hayan perdurado sin evolucionar. Lo que pasa es que han evolucionado por otros caminos, dejando por recorrer los del hombre y sus ancestros más inmediatos, por lo que han mantenido rasgos muy antiguos, heredados por los primeros peces, que han desaparecido totalmente en todas las líneas evolutivas de los vertebrados actuales, como el carecer de mandíbula y de extremidade más o menos elementales como son las aletas remeras.

Un rasgo evolutivo de las lampreas es que no viven de filtrar sus alimentos, sino de una manera más cruenta, ya que con esa ventosa erizada de dientes, sin mandíbulas, que tienen por boca, se pega a sus víctimas y las va royendo y tragando como una terrible máquina picadora de carne. Pero tiene branquias, y el agua que pasa por ellas, y entra por la boca, sale por dos filas laterales de agujeros que le dan un aire de flauta.

Y como la lamprea no es un pez, porque no es un vertebrado, carece de espina dorsal. Lo que tiene es un notocordio, que es una especie de chistorra esponjosa que se satura de sangre y se mantiene firme ¡vaya, que esos bichos viven empalmados! Pero ¡menuda tensión! De modo que el que derivara el notocordio en espinazo sería un alivio. Por eso no creo que la evolución la caracterice por el triunfo de los más fuertes sino de los más vagos, porque -como no puede ser de otro modo- ¡siempre se busca la comodidad!

lunes, 23 de julio de 2007

La humanidad incierta.

Este dibujo del Salterio es el asignado a esta entrada, que se la dedico a mi hija Isabel en el día de su cumpleaños.
Pertenece este post a una serie relativa al evolucionismo, según me parece a mí, de la ha salido ya la correspondiente a los ángeles y los demonios. En el próximo ¡no te lo pierdas! veremos de quién desciende el hombre. Si del mono no ¿de quién? ¡De la lamprea! Está clerísimo.
LA INCIERTA HUMANIDAD.

Se dice que el hombre desciende del mono ¡y no es posible! Por la simple razón de que es un mono. Por un plano no se desciende, se camina. Y en el plano de los simios hay diversas especies y el hombre es una de ellas. Perteneciente a la familia de los antropoides en la que otros primos son los chimpancés, los gorilas, ¡no nos hagamos ilusiones!

¡Pero el hombre es distinto de todos los demás! -¡Claro! Porque cada una de las especies es distinta de todas las demás.

¡Pero el hombre tiene humanidad! - ¡Eso sí!

Luego un humano es un mono con humanidad.
Por esa regla de tres un ave con humanidad sería un humano alado. Un ángel, o un demonio.

Pero se puede pensar en lagartos con humanidad: humanos reptiles ¡que lo hay! Y peces, las sirenas. Y ranas que regeneran por morreo.

¿Y vegetales? Ya los trataremos en su momento.

Me diréis que todos esos son fantasías. No hay hombres lagartos ni sirenas ni príncipes encantados ¡Seamos rigurosos! No es que no los haya, es que no los hemos visto nunca. No nos consta que los haya, ni que no los haya. ¿Cómo vamos a negar algo de lo que no sabemos si hay o no hay? Simplemente lo ignoramos y como no vemos indicios pues nos callamos ¡pero estamos al loro!

Pero lo que estoy diciendo no es de recibo, porque en la mera y vacua ignorancia no se puede basar una duda fértil. Tiene que haber algún indicio, por leve que sea. Y yo lo tengo, porque una vez vi en un acuario de Londres una gamba pequeña viva. Me costó verla porque era transparente. Se veían sus órganos internos como una radiografía animada y viviente. Tenía, como corresponde, muchas patitas terminadas en pinzas. Le faltaba por lo menos una. Pues bien, simultáneamente se atusaba los larguísimos bigotes y se limpiaba una o dos patas con otras tantas. Lo hacía concentradamente, delicadamente. Se diría que con una humanidad indudable.

jueves, 19 de julio de 2007

Historias cordobesas.

Estas historias cordobesas son verdaderas. Me las ha contado Cristóbal Povedano, que es un amigo y un pintor de postín, a quien dedico esta entrada.
LA RADIOGRAFÍA.


Cuento a continuación lo que me contó mi amigo Cristóbal, a quien se lo había contado su hermano Balbi, que es médico, a quien se lo había contado, a su vez, un radiólogo amigo suyo, que fué uno de los protagonistas:

Le decía el radiólogo apuradísimo que una tarde recibió a un matrimonio de pueblo, ya mayores. Humildes, pero con esa modalidad de andalucismo serio que es tan frecuente en Córdoba, porque son un poco estoicos, después de todo Séneca era cordobés. Reforzada tal sobriedad con cierta gravedad califal.

Pasaron a la sala oscura donde estaban los aparatos correspondientes. Empezó el radiólogo con los preparativos y notó en su interior unos gases con un cierto anhelo de libertad. Imprudente cedió a la tentación amparado -tontamente- en la penumbra, cuidándose tan sólo de silenciar su falta, en una impunidad más aparente que real.

Se oye al hombre que dice:

Manoliya ¿Tea esgrasiao?

No.

¡Estamo!

El radiologo le dijo, más o menos, por último a su amigo Balbi “¡hay que ver la vergüenza que pasé!. Que ridículo el de un médico fuera de lugar ante unos catertos que estaban en su sitio”


Y a continuación os cuento otro sucedido del que fué testigo el propio Povedano.


LOS “FINOS” DE LA JUDERÍA.


Ocurrió en una taberna de la Judería de Córdoba a la que fueron unos amigos a tomar unos vinos finos de Moriles. Se situaron junto a la barra y el que llevaba la iniciativa le dijo al camarero:

¡Oiga amigo!, pónganos unos vinos.
Yo no soy su amigo.
Dijo el camarero poniéndole los vinos en copas que aproximaba a sus clientes empujándolas por la base con dos dedos, el índice y el anular, manteniendo los demás encogidos a la vez que decía secamente
Aquí tiene los vinos. Así que no me diga amigo.

El cliente quedó cortadísimo. Con los ojos como platos, elevando las cejas y encogiendo el carrillo izquierdo. Todos hicieron como si no hubieran oído semejante impertinencia.

Después de un ratito de conversación y habiéndose consumidos los vinos dijo de nuevo el cliente:

¡Maestro! Pónganos otros vinos.
Yo no soy su maestro.
El camarero les sirvió de nuevo del mismo modo e impasiblemente añadió:
¡Le he dicho que no me diga amigo, ni maestro, ni nada!

El cliente quedó más perplejo todavía, frunciendo esta vez el entrecejo.

Al rato se dirige de nuevo al camarero:
¡Jefe! Pónganos unos vinos!
Yo no soy su jefe.
Sirvió de nuevo y agriamente, levantando un poco la voz le dijo:
¡Le he dicho que no me llame amigo, ni maestro ni jefe ni nada! Yo no soy nada de eso suyo. Yo soy un camarero que estoy aquí trabajando sin necesidad de aguantar a borrachos diciendo tonterías.

Al cliente le dieron ganas de contestarle, pero se contuvo. Los otros no salían de su estupor.

Consumidos de nuevo los vinos el cliente se dirigió otra vez al camarero:

¡Oye bizco! ¡Dame unos vinos! ¡Y no me digas –que me cago en tu puta madre- que no eres bizco!

domingo, 15 de julio de 2007

Esto que vemos así, puede verse de otro modo.

El dibujo del Salterio correspondiente a esta entrada, que está dedicada a Xilei, a Rosa y a Xu.




LOS INMORTALES.




Los chinos que hay aquí deben ser inmortales, porque nunca se tiene noticia de que muera alguno. No se ven esquelas de chinos. Ayer vi la primera y me conmovió por su belleza, por su ternura y por el dolor que expresa. Es como un haikú con sus tres versos característicos, en este caso en el primero está el nombre, en el segundo la dedicatoria y en el tercero la fecha. Es la que reproduzco a continuación.




Aquí decimos que los chinos que se mueren van a los rollitos de primavera. Es que somos más burros…Mi amigo Pedro, que entiende mucho de migraciones, me ha dicho que le dijo un chino influyente que no se ven esquelas porque cuando se mueren los entierran como pueden, dicen lo menos posible y aprovechan el pasaporte para un vivo que viene de China. En parte la confusión es por culpa nuestra, porque los vemos con los ojos rasgados y nos parecen todos iguales. Pues no son iguales. Y la pasma que distingue las huellas de los dedos y los DNA no distingue a los chinos ¡es el colmo! Ya deben estar espabilando, porque vi una vez a una poli de aquí que es china.

Hace unos días fui a la inauguración de la exposición de caligrafía de mi amigo Xu Zonghui que aún podéis ver en el restaurante Buen Gusto, en Santa María de la Cabeza 60 (por cierto que es uno de los restaurantes chinos más genuinos de Madrid, que por nada del mundo deberíais perderos, porque tiene una carta de 270 platos dedicados a su clientela china que es mayoritaria, unos pocos más al gusto español y otros pocos exóticos de pegolete). No nos dieron un vinito y unos canapés más o menos pringosos ¡no! sino un banquete oriental que se fundían los plomos. Y allí estuvimos departiendo con Rosa, la mujer de Xu, con Xilei, jovencita estudiante de medicina, hija de ambos, y con unas señoras jóvenes chinas muy simpáticas, una de ellas, cuando era jovencita, había trabajado de bailarina en la Ópera de Pekín. También oíamos o escuchábamos, según fuera en chino o en español, los interminables discursos. Lo que más me gustó de todo, aparte de la lubina en salsa agridulce y el bogavante frito, y el arroz con verduras y más cosas, fue que los chinos se dirigían a sus compatriotas presentes como “amigos de ultramar” ¡estamos en ultramar!

Estar en ultramar es estar en el quinto carajo. Como en lo alto de una cumbre o de un árbol altísimo, que todo se ve distinto y uno dice: “a ver cómo me bajo ahora” Pero aquí no hay que bajarse, porque se es de aquí, se vive aquí ¡pero en ultramar! que es mucho más interesante. Es como viajar muy lejos, pero sin molestias y sin pagar un duro. Si uno hace un pequeño esfuerzo mental y se imagina que es emigrante o guiri. Madrid es que mola cantidad.

La emigración nos ha puesto en el mapa. Es verdad que podría hacerse mejor, pero no me parece que esté resultando muy mal. Es archisabido y está archiexpresado los muchos inconvenientes producen los emigrantes… ¿y las ventajas? Una gran ventaja es que ya no es indispensable recorrer el mundo para enterarse uno de cómo son los chinos, o los rumanos, o los ucranianos, o los dominicanos, etc. ¡vienen aquí y nos ahorramos el viaje! Pero claro, hay que hablar con ellos. Y ¿quién se pone a charlar con un emigrante para ver qué le cuenta? Yo por la calle o en el metro no me atrevo, porque me da lacha, pero si viene alguien a trabajar a casa no me corto. Porque escuchar lo que dice la peña es mejor que lo que dice la tele. Y casi tan bueno como lo que se dice uno mismo.



Esta es una de las cientos de bellas fotos que hizo en China mi sobrina Elena.

jueves, 12 de julio de 2007

Colarse con media entrada.

Este es el dibujo del Salterio correspondiente a esta esta entrada que le dedico a Virgi, adelantándome a sus deseos.
ACERCA DE CÓMO QUEDÉ EL SEGUNDO EN UN CONCURSO DE TANGOS.

Aún no he tenido ocasión de ir al nuevo, valga la paradoja, Viejo Almacén de Buenos Aires, que está en Gómez de la Serna. Al Viejo, al cuadrado, Almacén de Buenos Aires, de la calle Villaamil fui algunas veces. Ahora paso por allí cerca, y da pena verlo totalmente derruido. La penúltima vez fué debido a la celebración de una boda, de esas tardías, de unos amigos ya talluditos y no me gustó el que nos mandaran a callar porque estorbábamos la música ¡era la cena de una boda, no un concierto! Pero es que cuando los gauchos se ponen transcendentalistas son la hostia.

Lo del Viejo Almacén de Buenos Aires no deja de ser un eufemismo, porque literalmente sería El Viejo Almacén de Madrid al modo de Buenos Aires. Tuve ocasión de ir al auténtico Viejo Almacén de Buenos Aires en Buenos Aires, en ese viaje de los caníbales andinos del que hable hace unos días. Tengo un recuerdo difuso de aquel local, salvo una escena que recuerdo con una claridad meridiana. Pedí de postre toronja, y el camarero me preguntó:

¿La quiere trabajá?

Entendí enseguida que me ofrecía traerme la toronja preparada de modo que hubieran separado la pulpa de la cáscara con un cuchillito curvo. Le dije que sí, naturalmente.

Pues bien, volvamos a mi última visita. Estábamos los cuatro que formábamos el núcleo duro familiar, que ahora somos más, celebrando el cumple de las niñas. En un patio totalmente decimonónico, con árboles, mesas y sillas ocupadas por los diversos grupos de clientes, entregados al rito de los bifes en tablas, con el agujerillo lleno de chumichurri, y un escenario desde el que cantaba tangos, fantásticamente, una bella porteña, en estado de buena esperanza.

En esta ocasión, en vez de mandarnos a callar nos invitaron a cantar, y de ese modo participar en el evento en plan “opera aperta” ¡eso me encantó! Pero mientras cantábamos uno se deslizaba entre las mesas con orejas de fauno “cazando voces”.

Mi orgullo se desparramó totalmente cuando fui seleccionado…

Iban saliendo a actuar los seleccionados ¡y a mí me temblaban las piernas! Afortunadamente se olvidaron de mí. Pero un señor mayorcito, de la mesa de al lado que no conocía de nada dijo:

¡Falta Tomás!

¡Me quedé acojonado!

¡Pues que salga Tomás!

Y Tomás salía, mientras que mi chica decía:

Tierra ¡trágame!

¡Joder, qué desastre! cagadito como estaba no me salía más que un hilito de voz, y el anfitrión me ayudaba a terminar con aquel estribillo, y volví a mi sitio.

Luego vino la votación popular. Todos los votos los acaparaba una misma persona. Se podía ver la cara de desencanto de los que iban resultando derrotados. En el último momento, el último voto fue para Tomás.

Por lo que, lógicamente, RESULTÉ SEGUNDO en aquel concurso de cantantes de tangos. No me dieron certificación alguna, pero no importa, porque ya me encargo de divulgarlo. Como no dispongo de una image mía de aquel hecho tanguero, os pongo una de Carlos Gardel ¡que no es lo mismo...pero vaya!


domingo, 8 de julio de 2007

¡Un poquitito de por favó!

Este es el dibujo del Salterio correspondiente a este post que está dedicado a Ana Marcos, a quien conté hace tiempo esta historia y me pidió que la contara aquí. EL SKAI


El skai es un material, que me parece que está ya casi en desuso. Se emplea para tapizar sillones y sofás. Es una especie de simulacro de piel que parece más lo que es, puro plástico, que la piel que torpemente pretende imitar. El colorido también dista mucho del propio del paradigma. El tacto correoso, resbaloso y sudorante. El brillo como de globo inflado a tope, que se acentuaba en los lugares de más roce y se atenuaba bajo una pátina polvorienta en lo lugares más recónditos de los muebles. Tiende a quebrarse y a dejar ver la fina base de goma-espuma.

El skai es un componente esencial, como se verá, de una historia onubense verdadera, como la de “no flemes”, pero moderna, que oyó mi hermana desde una sombrilla vecina en la playa de Punta Umbría, hace unos pocos veranos. El discurso no sería como el expresado aquí, pero seguro que da una idea.

Me imagino perfectamente a la protagonista: mujer todavía joven, entradita en kilos, con bikini de colorido llamativo, maquillada lo justo y debidamente protegida con filtros solares.

¡Jartita! Jartita estoy.
Me levanto a la cei y media.
Preparo er desayuno a mi marío y a loj niñoo.
Llevo a loo niñoo alautobú.
Luego a la plaza, a la cola de la cahne, a la der pescao, a la de la verdura, a la de la fruta, a la chacina, ar pán.
Cargá como una burra y pa caza.
Arrastrando ece carro por lajescalera.
Chiquilla ¡qué agobio!
A ponée la lavadora, a fregá, a barré, a mapeá, a pazá er porvo.
La comida: limpiá er pescao, lajabishuela, pelá las papas, y to lo demá.
Otra ve a buhcá los niñoo a lautobú ¡cómo vienen de zucio!
A lavahle la cara y a poné la meza.
Que llega Manolo de mala leshe como ciempre porque dice que está canzao ¡canzao?
De no hacé na, de mové papele de un lao pa otro ¡arriñonao!
Y yo ¿qué? A ponehle buena cara.
Por Dió ¡qué crú!
A comé, a recojé la meza, loj casarro.
Manolo se va, y se lleva a log niñoo par yudo.
Y yo me queo reventaita.
Ahora que… cuando den lag cuatro.
Pongo la telenovela.
¡¡Jinco er shosho en el skai!!
¡Y no me levantan a míí
ni con la grúa flotante!

miércoles, 4 de julio de 2007

El Paraiso no está tan limpio.

Esta es la imagen del Salterio correspondiente a esta entrada que dedico a Edu, que ya está a punto de salir para la India que, a pesar de todo, es el Paraiso Terrenal.


EL FUEGO DEL HOGAR.


Hay cosas que, con toda razón, le dejan a uno flipando. Por ejemplo la magia de Tamariz. Despliega unas cartas. Vuelve la cabeza a punto de destrozarse las cervicales para demostrar que no está viendo. Mano inocente que coge una carta, la mira, 6 de corazones, la enseña al público, la mete de nuevo en la baraja. Tamariz mezcla, remezcla, hace las mil pijadas y ¡¡¡tatachán, tatachán!!! ¡saca una carta ¡el 6 de corazones! y violinazo virtual ¡apoteósico!

Pero hay otras magias que no emocionan nada, como, por ejemplo, que se abra un grifo y salga agua ¡Hombre! Eso es natural. Pues no, no es nada natural. ¡Es sorprendente! Como es sorprendente ver como desaparece arrastrada por un torbellino de agua de aspecto galáctico la deposición, recién efectuada. Anda que no tiene truco: el embalse, la potabilizadora, la conducción a alta presión, la depresión, la distribución por la tubería, el ascenso al quinto B, los contadores, la domiciliación del recibo del agua, hasta que uno, indolentemente, gira el mando del grifo o pulsa el botón del inodoro ¡Es que habría que aplaudir frenéticamente! Y cuando uno esté un poco deprimido, con ir al grifo y abrirlo debería experimentar un subidón.

Bueno, pues un asunto de parecida complejidad es el poder disponer del calor en una casa ¡el hogar es el receptáculo del fuego que le da nombre al lugar donde se vive, es el rasgo esencial del habitáculo humano! Yo, que no es que sea viejo, pero llevo ya tiempo siendo joven, recuerdo de mi juventud el problema que era eso. Lo más remoto que recuerdo, allá por los cuarenta, es un poyo con dos hogares que había en la cocina, como dos ventanitas en la parte frontal, comunicadas con dos huecos cuadrados que estaban encima, con una parrilla en cada de ellos. Aquello, que era una delicia, funcionaba con carbón vegetal que vendían en las carbonerías. Recuerdo el sabor exquisito de aquel magro de cerdo ibérico –porque no había otro- que asaba mi madre en aquella lumbre, recogiendo la grasa que rezumaba en ese pan tan blanco. Era un placer estacional del mes de enero. Con la ceniza se blanqueaba la colada ¡no había lejía! Para calentarnos estaba el brasero, que funcionaba con cisco, carbones delgaditos, que había que encender. Todo eso está lleno de evocaciones, que no es cosa de desplegar ahora. Pero por lo menos hay que recordar que para hacer más eficaz esa calefacción se ponía ropa a la mesa camilla y ahí nos acurrucabamos . El frío que sentía uno cuando se levantaba etc., y el juego de la lotería con los vecinos. Luego vendría la tele a mandar a cada mochuelo a su olivo.

Cuando empezamos a progresar empezamos a cagarla, salvo el periodo que recuerdo de “cocina económica” de hierro y alimentada con carbón mineral y con leña, ambos combustibles raros en Huelva que es de donde soy y donde vivía. El fracaso fue total con las cocinas de petróleo. Venían a ser como lámparas muy grandes, con una grandísima mecha redonda, que se acomodaba a una pieza cilíndrica. El petróleo olía fatal, con lo que se estropeaba el sabor de los alimentos, y las mechas eran caras. Las amas de casa para ahorrar mecha las fabricaban con aljofifas ¡un desastre!

Más recientemente se generalizó el uso de las cocinas eléctricas, y más aún las de butano. Pero claro, menuda organización supone el uso del butano o del gas natural. Ahora estamos en la era de la vitrocerámica y del horno mural.

Ahora y aquí, porque en otros sitios aún no se ha alcanzado la era del carbón vegetal. Como en la India, donde se cocina, principalmente, con mierda de vaca. Es llamativo ver las fachadas guarnecidas de boñigas puestas a secar. O los carros cargados de boñigas secas ¡cientos de kilos! Es toda una producción industrial, en la que se compatibiliza el culto al animal sagrado, la industria láctea y el ocioso vegetar de los toros. Porque la mayoría de las “vacas” que se ven por la calle no son tales sino bureles con mucho trapío.

Pues como empiecen a hacerle ascos al combustible tradicional ¡en menudo lío se van a meter! Menos mal que allí suele hacer calor y en la mayor parte de ese gran país no hace falta calefacción. Pero claro, aunque seguro que se puede, es un poco difícil conseguir que funcione el aire acondicionado con mierda de vaca…


"Planta de producción energética " en Benarés. Abajo detalle del combustible.

domingo, 1 de julio de 2007

En la punta de la lengua española.

Este es el dibujo del Salterio correspondiente a esta entrada que le dedico a los amigos porteños, que como su nombre indica, se portan al seguir tan atentamente este blog. Me encantaría que hicieran comentarios para que esta tertulia virtual tuviera un alcance transoceánico. UNA HISTORIA DEL CONO SUR.



Hace de esto ya mucho tiempo, a finales del 72, vivíamos en Puerto Rico, y emprendimos el viaje de nuestra vida, Marta, con quien desde unos pocos años antes estoy felizmente casado, nuestra hija Isabel, entonces con la edad aproximada que hoy tiene su hijo mayor, menos de tres años y yo. Visitamos en aquella ocasión muchas capitales: Bogotá, Lima, Santiago, Buenos Aires, Montevideo, Río y Caracas.

Fue fantástico y pude comprobar lo que habían dicho, en distintas ocasiones, dos personajes, Don Juan, el padre del Rey y el embajador Alfaro: “Quien no conozca América no conoce España”. Y es así, lo siento. Lo mismo que los musulmanes van por lo menos una vez en la vida a La Meca, los españoles deberían ir por lo menos una vez a América. Aunque sea a los Estados Unidos, que después de México y España es el país con más hispano-parlantes. Y dentro de pocos años superará a España en ese rasgo.

Era la Navidad del año en que se perdieron en lo Andes aquellos orientales, y cuando se suponían muertos, uno, Fernando, encontró a un arriero. ¡Qué milagro!, decía todo el mundo ¡Cómo es posible! Ya las malas lenguas empezaron a decir que si eran caníbales…”¿qué hubieras hecho tú en ese caso…?” Creo que el Cardenal de Santiago habló de la “comunión de los santos”, y poco a poco las sospechas se iban confirmando. Días más tarde vimos en un periódico humorístico de Río cómo escenificaban el hecho y le decían a uno “pues tú que eres vegetariano, cómete la flora intestinal”

Cuando viajábamos hacia Buenos Aires el avión pasaba primero por Montevideo. Y yo, que nunca me entero de nada, no obstante, noté un cierto alboroto en los asientos anteriores a los nuestros. Luego me di cuenta que lo ocupaban Fernando, el que encontró al arriero aquél, una hermana de Fernando que había ido a Santiago a recibirlo, tan guapa era la chica ¡que estaba para comérsela! También estaba el sobrecargo dándoles el coñazo:

Mire, que le quería hacer unas preguntas para “Ronda” que es la revista de Iberia…
Diga, diga.
Hábleme del momento más dramático…
¡El frío! Hacía un frío terrible, y entonces con la tapicería del avión nos abrigábamos…
¡Ya, ya, ya! Pero yo digo el momento más dramático…
¡El sol! Era un sol cegador cuya luz reverberaba, y tuvimos que arrancar las partes más rígidas de la tapicería para hacer unas finas rendijas que usábamos como gafas de sol…
Bueno, aquel pájaro no soltaba prenda, porque quería publicar un libro contando la aventura y no quería que se la despanzurraran, libro que tardó más de treinta años en ver la luz. Y, mientras, devoraba aquellos copiosos e indigestos desayunos de Iberia con bollos que habían hecho el viaje de Colón y el de Pizarro, por lo que parecían de cartón y los “croissants” de textura y sabor entre madera de balsa y goma espuma. Al mismo nivel estaba el café reglamentario, sobrado del agua que le faltaba a los polvos de leche.

Cuando se iba terminando el segundo desayuno, le digo a Marta ¡vamos a quitar a la niña de aquí, que como este hijo puta la vea se la va a querer comer!