Salterio Online

Bienvenidos al blog de Tomás Garcia Asensio también conocido como Saltés. Los que me conocen sabrán de que va esto, y los que no, lo irán descubriendo...

martes, 24 de noviembre de 2020

¡No hay más!


 

SÓLO SE VIVE UNA VEZ.

Sólo se vive una vez, pero se tendría que vivir dos veces.

Porque en esa única vez no se entera uno de qué va la cosa.

Vivir es un juego muy complicado, y vivirlo sin reglas es muy peligroso.

Y vivir con reglas es aún peor.

No tiene uno más que ver las diversas reglas al uso. Con sus credos y sus dogmas.

Sus filias y sus fobias.

Y sus anatemas.

Peor el remedio que la enfermedad.

Pero la enfermedad tampoco es un plato de gusto.

A mí me gusta viajar a los sitios dos veces.

Más no hace falta. Pero por lo menos dos.

En Chicago he estado dos veces. Y es una felicidad ir a los sitios sabiendo donde están las cosas.

Lo del mapa no es lo mismo. No me gustan los mapas.

Y es que puede uno haber llegado a viejo y ver que la cosa ha discurrido por donde nunca volvería a discurrir  si se viviera otra vez.

O ver que la cosa ha ido bien, aunque con la bruma que da la inexperiencia ha estado uno pasando por el borde del precipicio sin enterarse.

Lo digo porque yo soy muy aficionado a hacer chapuzas metiéndome en los más diversos jardines:

De albañil, de carpintero, de lo que sea.

Aprendiendo el oficio mientras lo ejercía.

Y cuando ya lo había aprendido, aunque no del todo ¡había terminado la obra! Y ya no tenía ocasión de acometerla desde el principio, ni tenía a la vista otras con similares características.

¡Pero bueno! Las cosas son como son. Y, por lo menos, siempre se tiene la ocasión de rematar la faena decentemente.



jueves, 19 de noviembre de 2020

El orden subvertido.



ALARDE ETOLÓGICO.

Anteayer fui al Retiro y pasé junto a la biblioteca que hay allí .

Que, como se sabe, está situada junto a la que fue puerta de entrada la antigua Casa de Fieras.

Y parte de esa biblioteca está adosada a la construcción que albergaba  a los leones y a los tigres.

Y al fondo, lindando con la valla del Retiro, estaba una jaula de chimpancés en la que pude contemplar hace más de cincuenta años la escena etológica más sorprendente que cabe imaginar, que paso a describiros.

En  aquella época yo era asiduo del zoológico porque iba a dibujar apuntes de los animales allí encerrados. Y cuando pasaba por el sitio señalado advertí un revuelo de gente partiéndose de risa, me acerqué y vi el motivo de aquel jolgorio:

Un chimpancés le había arrebatado la gorra de plato a un barrendero que andaría barriendo por allí y en aquellos momentos estaba  el mono cachondeándose literalmente de aquel hombre. Que sintiéndose humillado por aquel "ser inferior" le reclamaba, inútilmente que le devolviera la gorra.

El mono se la acercaba, pero antes de que la pudiera coger su dueño el mono la retiraba rápidamente, con lo que desataba la furia de aquel hombre y las carcajadas de los que estábamos contemplando la escena.

Allí estaba ocurriendo algo insólito. O que a mí me lo parecía. Que un animal, o sea, un ser infrahumano, estaba haciendo alarde de una cualidad tan humana como es el sentido del humor. Que en este caso consistía en burlarse de un humano en connivencia con un público que se partía de risa, con la consiguiente humillación de aquel hombre. No puedo recordar si el mono se carcajeaba o no, pero que estaba exultante era evidente.

Pasado un tiempo acudió el encargado de aquellos animales. Que no era exactamente un domador, pero debía ser el que le traía la comida, limpiaba la jaula, etc.

Aquella jaula era como las celdas de las películas americanas, tres paredes con una puerta en una de ellas, un techo y en el lugar de la cuarta pared los barrotes de la reja.

Cuando el mono vio aparecer delante de la reja a dicho empleado cambió su actitud radicalmente. 

Corrió a refugiarse en un rincón al fondo de la jaula, donde el empleado no podía llegar con las manos, abrazado a la gorra y con los ojos fijos en aquel hombre.

Muy firmemente el encargado de esa jaula le conminó a gritos que devolviera la gorra y que se acercara.

Durante unos instantes el mono se resistió a obedecerlo, pero aquel hombre insistió con gran firmeza. Y el mono terminó por darle la gorra y permitirle que le asiera `por una muñeca.

A continuación el empleado del zoo, sin soltar al mono le dio unos golpes en el sobaco a modo de castigo. 

Le restituyó la gorra a su dueño que la recuperó y también su maltrecha dignidad.

El mono se fue de nuevo al rincón y allí encogido y mohíno puso cara de no estar para bromas.

A mí me sorprendió tanto porque el humor, la broma y el cachondeo me parecen rasgos inequívocos de indiscutible humanidad. Y que aquel animal que se mostraba tan humano tanto en la alegría como en la tristeza me descolocó totalmente...

Para resolver ese conflicto me inclino a incluir a los monos en la esfera humana...

Lo cual se debe en parte a que soy un inclusivista irredento.

 

 

jueves, 12 de noviembre de 2020

El segundo paréntesis.


LA META.

Estoy en una edad en la que muchos amigos van alcanzando su meta.

O sea, que se mueren.

Eso da mucha penita y todo, pero no quiero referirme a esa connotación dolorosa.

Solo a que han llegado a la meta. Que lo que habían podido hacer ya lo hicieron, y lo que no, ya no. Y que después de ese momento dejan de pertenecer de modo autónomo al plano biológico y pasan a pertenecer a otras vidas, como la de las malvas por ejemplo, o al "sistema periódico".

Se trata de una transformación fenomenológica que queda eclipsada por un concepto, la muerte.

Pero la muerte no es un fenómeno, algo real.

Sino un noúmeno, algo imaginado.

En el decir y en el pensar de Don Imannuel.

Una pajilla mental que uno se hace.

Mucha gente vive conturbada con el noúmeno de marras

¡Pero no es para tanto!

Hay que estar en lo que se está

Y lo demás

¡Allá película!


martes, 3 de noviembre de 2020

Vivir peligrosamente.


 

SIN RUEDA DE REPUESTO.

Ya se sabe que desde unos años a esta parte los coches no llevan rueda de repuesto.

Si pinchas llamas al seguro y te manda una grúa.

Penúltimamente llevaban una rueda de repuesto mucho más delgada que te permitía ir al taller más cercano para reparar el pinchazo. Ahora ni eso. Aunque la puedes comprar.

¿Qué quiero decir con esto?

Pues que la protección disminuye ante los imponderables. Y eso es general, no se refiere tan solo a los pinchazos ¡A todo! Se ha impuesto el "vivir peligrosamente".

Lo de vivir "sencillamente" ha pasado a la historia.

Hay que vivir "aparatosamente".

Cambiar una rueda es un coñazo. Pero es algo que puede resolver uno mismo. De hecho llamar a una grúa puede resultar infinitamente más complicado. Puedes estar esperando una hora o más, en el más absoluto desamparo.

Nos hemos acostumbrado a vivir a lo grande. Grandes viajes, en grandes aviones, en grandes aeropuertos a grandes hoteles. O grandes cruceros con grandes lujos, a base de champan y de caviar "a punta pala" como me decía una amiga.

Todos estos elementos: grandes aviones, grandes aeropuertos, grandes hoteles, etc. son máquinas de hacer fortunas a raudales. Pero cuando se paralizan son grandes máquinas destructoras de fortunas y creadoras de catástrofes económicas.

Entonces ¿Es que no tiene que haber nada de esto?

Sí que tiene que haberlo, pero con "rueda de repuesto".

Nosotros es que somos muy dados al estilo kamikaze.

Mucho más que los que inventaron esa palabrita.

Porque los orientales fueron los primeros en padecer el COVID 19.

Hicieron confinamientos a saco, pero desarrollaron una técnica y una conducta con las que consiguieron resolver el problemas a efectos prácticos.

Mientras que nosotros no.

Nosotros conseguimos tras un durísimo confinamiento "doblegar la curva".

Pero a continuación nos lanzamos con fruición al consumismo que tanto mola.

Nuestra particular "dama de hierro" o "dama boba", según se mire, se puso a impulsar el consumismo redentor y la curva, como una cobra, volvió a levantarse amenazadoramente.

Pero como ni la policía ni la gente es tonta, se queda en su casita esperando a que pase el chaparrón. 

Porque, como ya he dicho en otra ocasión, el capitalismo liberal y el covid 19 tienen el mismo caladero:

Las multitudes.