Nico es mi nieto y es filósofo. Ergo, tengo a quien salir. Es un filósofo precoz puesto que cumplirá cuatro años en noviembre.
Digo que es filósofo porque se hace preguntas trascendentales. Está preocupado con el tema de la muerte. Le preguntó hace tiempo a su madre que si el que muere se hace pequeñito. Y más recientemente que si se puede morir uno sin que lo mate nadie. Si el morir duele. Si se siente miedo al morir, si no muerto, inmediatamente antes. Que cómo se apaña el muerto con la inmovilidad de la muerte. Que no le gustaría morirse. Porque siempre se pone en el caso de ser afectado por tan terrible circunstancia.
El agobio de su hijo agobia a su vez a mi hija, y me transmite su pesar. Me pongo a pensar una respuesta desdramatizadota que no sea anestésica. Lo primero que se me ocurre es la idea de la muerte como descanso. Pero esa la descarto porque menudo susto el de Nico cada vez que tenga sueño ¡ya le cuesta ir a la cama! Luego se me ocurre enmarcar ese preocupante tema en el ámbito de la continua transformación, como la transformación última de cada individuo.
Ya que todo cambia sin parar, él ya ha podido experimentar en sí mismo y en su hermano, que tiene dos años menos que él, como se crece y se transforma uno, y cómo se cambia ostensiblemente. Pero –claro- conservando cierta fisonomía reconocible y la unidad que uno mismo constituye. Por lo tanto cuando alguien muere experimenta un cambio radical y diferente. Disociándose los elementos que lo constituyen. Muchos gaseosos o líquidos se escapan y difunden y otros son expoliados rápidamente por depredadores oportunistas. Pero todos encuentran empleo y encajan en algún sistema.
¿Pero cómo le explicaría yo eso a Nico para que lo pudiera comprender? dijo mi hija. Pues como si se tratara de un Lego. Se supone que tiene un muñeco hecho con piezas de Lego, que va recreciendo, completando y complicando con otras piezas, hasta que por accidente o voluntariamente queda deshecho.
El caso es que con las piezas de la figura deshecha se pueden hacer figuras diferentes sujetas a análogas contingencias o usarlas para completar otras que ya estaban en curso. El primer corolario es que no debe uno preocuparse por la extinción ¡porque no se extingue la propia sustancia ni se puede extinguir! Ahora que ¡a saber cómo, cuándo y dónde aparecen los componentes!
Están las explicaciones religiosas ¡pero se las tiene que creer uno! En cualquier caso parece indispensable desdramatizar la muerte ¡porque si no es una angustia!, aceptándola como un fin natural al que presumiblemente hay que llegar ¡pero sin prisa!
Afortunadamente Nico no está permanentemente preocupado con estos tremendos asuntos, y dirige sus pensamientos a temas más livianos, como por ejemplo las reflexiones que compartió hace unos días con su tío Rafa ante un plato vacío:
-Rafa, ¿hay aquí un filete invisible?
-Puede ser ¿y de dónde sale?
-Pues de una vaca invisible.
-Y eso es difícil ¿no?
-Claro, porque las vacas invisibles no se ven.
Lo que sí podéis ver es a Nico pensando en esta foto.