Salterio Online

Bienvenidos al blog de Tomás Garcia Asensio también conocido como Saltés. Los que me conocen sabrán de que va esto, y los que no, lo irán descubriendo...

lunes, 27 de agosto de 2007

Estados inadvertidos.

Este es el dibujo del Salterio que ilustra el modo en que el oráculo aquí descrito ejerce su magisterio. Este post se lo dedico a Gloria, secretaria de estado de una de esas entidades inadvertidas, que es realmente pequeña pero que causa un gran y beneficioso efecto. SIKANDIA



SIKA no es una mera fábrica, o un mero negocio, SIKA es una nación. Con sus colores nacionales, que como los de la nuestra son ROJO y GUALDA, con su emblema, con su gobierno, el consejo de administración, con su presidente… Supe de este emporio por Ángela, nombre que además de propio es el común de todos los de la guarda, pero de esto me he enterado ahora, porque la información me llegó indirectamente.

Sales de la carretera Alcobendas-Madrid como para ir a Macro, pero lo dejas a la derecha, la siguiente a la izquierda es Aragoneses, la recorres entera, es pequeña, y te topas con SIKA, te metes a la izquierda y bajas por una pronunciada pendiente. Al final a la izquierda hay una garita elevada de vigilancia ¡donde está el guardia fronterizo! En una de las patas de la garita hay una cadena y un plato de un perro. Y junto a la garita están las plazas de aparcamiento de las visitas.

En el aparcamiento en el que a veces entran y salen enormes camiones, hay cuatro cochecillos de nada y una infinidad de depósitos apilados bajo techumbres elementales. Cada depósito tienen 1000 litros de aditivos para el hormigón, supongo que vigorizantes, acelerantes, retardantes, homogeneizantes ¡yo que se! Tienen esos depósitos forma cúbica y son de plástico metidos en jaulas metálicas. Además hay muchos bidones apilados y grandes rollos amontonados de material impermeabilizante. Todo eso se ve de reojillo cuando se dirige uno a una puerta por la que se entra a una sala muy grande, por lo que el techo parecen bajo, mal decorada con cierto desaire industrial, con vitrinas con productos de Sika y un aire de sala de espera de aeropuerto ínfimo. Hay gente por allí esperando y un mostrador en el que, mirado desde lejos, parece sostener la cabeza del Bautista. No es tal sino un empleado que está sentado tras dicho mostrador del que sobresale tan sólo la cabeza.

Le digo al referido dependiente que tengo dudas acerca de un producto que he visto en un catálogo-cuadernillo que pillé en el almacén de materiales de al lado de casa. Y me dice que entre por una puerta que está detrás de él, a la derecha ¡ME DOY CUENTA DE QUE ESTOY ENTRANDO EN EL ORÁCULO DE SIKA!

Es un cuarto con ventana al fondo por la que se ven los depósitos a los que me referí antes y el aparcamiento, etc, Con improntas decorativas de sus habitantes, algunas enredaderas y cactus ralos. Cuatro mesas de despacho: la de la izquierda ocupada por varón joven y delgado, la de enfrente por joven rubia, guapita, no muy delgada y escotadita. Otras dos mesas a la derecha, una con otro joven de cabello algo más agraciado que el anterior y la otra con una chica morena, más magra y –creo que- con una bolilla metálica atornillada en la lengua. Casi todos hablando como telefonistas antiguas, atendiendo dudas de los clientes. En realidad fui tres veces a consultar el oráculo ¡encantadores! Y en la última la rubita me regaló un grueso libro que es como la biblia de SIKA. Todo viene ahí. Pero a diferencia de la Biblia en esta está de más la hermenéutica ¡todo está más claro que el agua! ¡no hay que pensar, sólo leer! P.e. casi todos los productos tienen dos componentes que hay que mezclar y batir ¡no muy de prisa! Pero claro, suelen ser 30 kilos… así que llegado el caso me tomé la libertad de preparar dosis más pequeñas con la socorrida regla de tres y el peso de la cocina.

Tras resolver mis dudas paso por el mostrador, pago me dan la factura y paso a continuación al almacén a recibir la mercancía ¡Qué almacén! Techos altísimos con una especie de tela metálica pegada, con el toque ecológico de pajarillos revoloteando en lo más alto y tirando unas cagadas que descienden vertiginosas como proyectiles. Gigantescos estantes metálicos que llegan casi al techo formando unos pasillos larguísimos y altísimos, todos llenos de productos envasados en amarillo y rojo. En el portalón de entrada estábamos algunos clientes esperando que nos atiendan. Los que atienden son unos que vienen montados en “toros” veloces que cargan y descargan productos en los enormes estantes. Es como un moderno laberinto de Rodas con minotauros mecanizados.

Los minotauros hay que explicarlos un poco mejor: No es como un tractor con los dos cuernos como sacagrapas gigantescos, De esos hay pero en el patio: Los de dentro tienen los cuernos de rigor y como un púlpito bajito en el que está de pie el operario. Y lo mismo mira y camina, en el sentido de los cuernos como en el contrario. Al estar de pie es como si anduvieran pero sin mover las piernas, deslizándose por el suelo muy rápidamente. Parecen astronautas en ese laberinto, que se deslizan por el suelo pero que pueden elevar lo cuernos para alcanzar o para colocar los palés con los productos amarillo y rojo, dominando cualquier altura.

Recuerdo que había tres “minotauros”, uno que se movía siempre por lugares remotos, mientras que los otros dos atendían a los clientes, uno de ellos nacional parecía un corredor de motos, el otro de aspecto caribeño parecía un personaje de Las Mil y Una Noches, más bien grandón, moreno aceitunado con la cabeza pelada brillante y verdosa por donde estaba rapado al cero absoluto y con bigote que suprarayaba sus abultados labios. Recuerdo como un cliente estuvo haciendo el gili tratándole como si fuera tonto para, por contraste, resultar listo. El efecto fue el contrario del buscado.

Me encantan estos establecimientos que no son para el público en general sino para los currantes en acto de servicio, en los que se compra al por mayor. Son universos o al menos planetas que suministran vitalidad al nuestro que está lleno de pequeñeces y cursilerías. Claro que estas también tienen ese origen planetario. Las tres veces que fui tardaron quizás demasiado en atenderme, pero a mi no me importó. La próxima vez me llevo palomitas.

miércoles, 22 de agosto de 2007

Tiene que haber química.

Este es el dibujo del Salterio de esta entrada que dedico a Sílvia que tiene el valor de tirarse a una piscina sin agua, y el mérito de salir indemne. SIKADICTOS .


La piscina en cuestión es larga y delgada…está situada en un plano descendente, por lo que el lado menor anterior está a ras de suelo, y el opuesto muy por encima. Ergo esa parte baja está limitada por un buen muro de contención que se continúa a derecha y a izquierda hasta alcanzar el plano del terreno.

Dicho muro está formado por una solera en la que se clavan unos redondos de hierro. Sobre dicha solera armada se hace un encofrado con ladrillos, en medio del cual sobresalen los hierros y todo se rellena con hormigón. Este hormigón no se pega al de la solera, porque uno nuevo no pega en uno viejo, pero si a los hierros, que a su vez están pegados a la solera, con lo que se forma una masa bastante homogénea. Esa es la teoría.

Pero el caso es que en uno de los laterales se produjo uno de los múltiples errores de medida con lo que la solera, con sus hierros, quedaba desplazada. Solución del personal ejecutante: cortar los hierros, añadir una tira a la solera, agujerear el espacio entre las dos medio-soleras y meter unos hierros pegados con hormigón.

¡Error! El trozo nuevo de solera no pega con el viejo y los hierros no se pegan a las dos medias soleras, luego el muro quedará despegado de la solera, o sea una PU-TA- K-K.

Silvia, que es la baranda de esta obra, acudió a remediar el desaguisado. Con gesto bonachón no se sorprendió de la fechoría. Dijo que a esos hierros que posibilitan continuar las obras se les llaman “esperas” porque los currantes esperan a que el arquitecto se de la vuelta para cortarlos con la radial.

La solución que el equipo técnico dio al desastre fue pegar los hierros a las dos medias soleras con un super-cojo-mortero de SIKA!

El caso es que el tiempo en relación con la física tiene su aquel, pero es que en relación con la química ¡TKGAS! P.e. en una masa de hormigón fresco colocas o sacas una barra de hierro con dos deditos, pero pasado un tiempo, uno o dos días, para meter o sacar un hierro ¡pierdes los cuernos! De lo que se deduce que el personal de la cosa habrá desarrollado una sensibilidad cronológica especial…¡pues no!

Los morteros son bastante mágicos: una papilla que en un par de días se vuelve de piedra. No está mal ¡Pero si la papilla es de SIKA, no digo piedra ¡acero! Es el reino de lo superlativo y de lo absoluto: duro…superduro. Impermeable…superimpermeable. Pegado…superpegado. De modo que a la vista de lo visto me hice SIKADICTO.

Tenéis que ir a Sika. Está en la zona industrial de Alcobendas. Lo que allí vi os lo cuento en el siguiente post. Id, de verdad, me gustó tanto como el cine o el teatro y además es gratis.

domingo, 19 de agosto de 2007

¿Somos ocupas de la prehistoria?

Esta es la secuencia del Salterio elegida para esta entrada que se la dedico a Ana, que se la merece porque arquitectó esta obra faraónica.



¿PALEOLÍTICOS EN FUENCARRAL?

Esta sequía de post se debe a que estaba tan embebido en las obras de construcción de una piscina y un patio aledaño que no tenía cuerpo para nada más. Rafol me dijo que tan apasionadas experiencias podrían dar juego para jugosas entradas ¡seguro que sí!, pero al final de cada jornada me encontraba tan extenuado que era incapaz de hacer nada distinto de dejarme caer en la cama como un fardo.

No es que la hiciera personalmente las obras, aunque muchas cosas complementarias las hacía con estas manos con las que aporreo el teclado, sino que las hicieron unos currantes, a los que vigilaba de cerca porque si no el resultado podía discrepar bastante de lo previsto y deseado. El caso es que he aprendido mucho.

Entre mis actuaciones directas cabe destacar la infructuosa búsqueda del desagüe de la casa para conectar el de la piscina. Sabido es que las coordenadas aplicables al caso son longitud, latitud y profundidad. Todas eran desconocidas, pero por diversos indicios y recuerdos marqué un punto y empecé a excavar. Llegué a profundizar un metro y cuarto con un estrecho agujero de menos de medio metro de diámetro. En realidad parecía un condenado tratando de escapar del presidio. Desmoronaba la tierra con una especie de lanza de hierro que me fabriqué y la sacaba con un cazo sujeto a un palo, todo con mucha dificultad. En un estrato aparecieron piedras duras rotas, que formaban ángulos y filos hasta que saqué la pieza que muestro a continuación ¿Verdadera? ¿falsa? ¡no se! ¿qué opináis? ¿estaré viviendo donde antes vivieron los paleolíticos? Nada es seguro, salvo que de ser auténtico el hallazgo, más abajo no encontraría el desagüe, por eso aflojó mi empeño y dejé de picar en ese sitio.