UN VEDETISMO TERRIBLE.
El viernes fuimos a ver el “Abogado del terror” por recomendación de mi amigo Agapo. Es un documental que más parece una descarga de documentos, pero vamos, es un documental.
También la recomiendo yo, porque es verdaderamente interesante. Pero no es para ir con sueño atrasado, porque es un poco soporífera. Yo me dormí totalmente sólo un poquito, mientras que un buen trozo la vi en un duermevela… Alguien se durmió a mi vera.
Jacques Verges es el prota de la peli y de la realidad que allí se cuenta. Sale, o más bien nos recibe, en su despacho. Debe tener 80 años pero está el tío en forma total. Guapete y mejor que nunca porque en sus imágenes antiguas parece que está colgado de las gafas.
Dice en la peli que su madre era vietnamita y su padre francés residente en la isla Reunión, por lo que tiene la carilla achinada y resentimiento de colonizado.
Como buen gabacho resulta a primera vista elegante y mundano. Y más tarde cargante y hortera.
Viene a ser un coleccionista de terroristas. Amigo de Pol Pot y de su socio, que sale en la peli y de otros muchos que iré diciendo. A mi este señor me parece que es uno de esos que van subidos en zancos para parecer gigantes, o uno de esos actores de reparto que se las dan de estrellas.
Siempre mantiene una gran empatía con sus clientes y desprecio por sus represores porque se muestran torpes para comprender a sus defendidos. Mantiene un delicado equilibrio que incluye la amistad y excluye la complicidad. Llega a casarse con su defendida la famosísima terrorista de la guerra de la independencia de Argelia Djamila Bouhired quedando él en un plano secundario. Y mucho más tarde compartió algún polvo con otra famosa terrorista, Magdalena Kopp, defendida suya, y mujer del famosísimo terrorista Carlos ¡que hay que echarle! También defendió a Carlos, y al Carnicero de Lion ¡parece que hace a todo! Y ¿cómo lo explica? Porque no soporta ver a la gente humillada.
A mi me parece muy bien que a los terroristas los defiendan los abogados porque hay que proporcionar el castigo al delito ¡y eso hay que negociarlo!
También la recomiendo yo, porque es verdaderamente interesante. Pero no es para ir con sueño atrasado, porque es un poco soporífera. Yo me dormí totalmente sólo un poquito, mientras que un buen trozo la vi en un duermevela… Alguien se durmió a mi vera.
Jacques Verges es el prota de la peli y de la realidad que allí se cuenta. Sale, o más bien nos recibe, en su despacho. Debe tener 80 años pero está el tío en forma total. Guapete y mejor que nunca porque en sus imágenes antiguas parece que está colgado de las gafas.
Dice en la peli que su madre era vietnamita y su padre francés residente en la isla Reunión, por lo que tiene la carilla achinada y resentimiento de colonizado.
Como buen gabacho resulta a primera vista elegante y mundano. Y más tarde cargante y hortera.
Viene a ser un coleccionista de terroristas. Amigo de Pol Pot y de su socio, que sale en la peli y de otros muchos que iré diciendo. A mi este señor me parece que es uno de esos que van subidos en zancos para parecer gigantes, o uno de esos actores de reparto que se las dan de estrellas.
Siempre mantiene una gran empatía con sus clientes y desprecio por sus represores porque se muestran torpes para comprender a sus defendidos. Mantiene un delicado equilibrio que incluye la amistad y excluye la complicidad. Llega a casarse con su defendida la famosísima terrorista de la guerra de la independencia de Argelia Djamila Bouhired quedando él en un plano secundario. Y mucho más tarde compartió algún polvo con otra famosa terrorista, Magdalena Kopp, defendida suya, y mujer del famosísimo terrorista Carlos ¡que hay que echarle! También defendió a Carlos, y al Carnicero de Lion ¡parece que hace a todo! Y ¿cómo lo explica? Porque no soporta ver a la gente humillada.
A mi me parece muy bien que a los terroristas los defiendan los abogados porque hay que proporcionar el castigo al delito ¡y eso hay que negociarlo!
También conviene oírles para ver cómo enseñan su corazoncito. Allí decía uno que en una “operación” se cruzaron unos niños y se cortaron un pelo, eliminando tan sólo al pez gordo que tenían a tiro. Y otro que salía, de la guerra de Argelia decía que acabó aborreciendo el ordenar que pusieran tantas bombas porque dejaban muchos lisiado. Los muertos no le importaban porque ¡al final nos vamos a morir todos!
A mi eso del terror me parece una cabronada sin atenuantes ni matices. Tanto el de los terroristas como el uniformado. Creo que la esencia del terror consiste en intentar quitar del mando de una sociedad al mandarín, obligado como está a garantizar la seguridad de sus miembros, matando y lisiando indiscriminadamente a un buen número de inocentes. Para que esa población agredida caiga en la siguiente cuenta: “Si este cabrón le puede a mi protector debe tener de dónde para ser un eficaz protector ¡pues fuera este inútil y paso libre a este hijoputa que me va a proteger que te cagas!” y de ese modo el agresor recibe el impulso del agredido para quitar al otro y ponerse él.
¿Qué no? ¡Ya, ya! Piénsalo, piénsalo.
Bueno, venía yo dándole vueltas a todo esto cuando paso por la esquina de la calle Ávila donde yo había visto hace poco el chalecillo donde se cometió el atentado terrorista que cuenta Trapiello en “La noche de los cuatro caminos” ¡Y ya no está! Lo han derribado y están construyendo una casa de pisos. No se si quedarán fantasmas. Pera mí que ni eso.
A mi eso del terror me parece una cabronada sin atenuantes ni matices. Tanto el de los terroristas como el uniformado. Creo que la esencia del terror consiste en intentar quitar del mando de una sociedad al mandarín, obligado como está a garantizar la seguridad de sus miembros, matando y lisiando indiscriminadamente a un buen número de inocentes. Para que esa población agredida caiga en la siguiente cuenta: “Si este cabrón le puede a mi protector debe tener de dónde para ser un eficaz protector ¡pues fuera este inútil y paso libre a este hijoputa que me va a proteger que te cagas!” y de ese modo el agresor recibe el impulso del agredido para quitar al otro y ponerse él.
¿Qué no? ¡Ya, ya! Piénsalo, piénsalo.
Bueno, venía yo dándole vueltas a todo esto cuando paso por la esquina de la calle Ávila donde yo había visto hace poco el chalecillo donde se cometió el atentado terrorista que cuenta Trapiello en “La noche de los cuatro caminos” ¡Y ya no está! Lo han derribado y están construyendo una casa de pisos. No se si quedarán fantasmas. Pera mí que ni eso.