Salterio Online

Bienvenidos al blog de Tomás Garcia Asensio también conocido como Saltés. Los que me conocen sabrán de que va esto, y los que no, lo irán descubriendo...

domingo, 28 de julio de 2013

No perderse detalle.





CONDENADOS A PICOTEAR POR LA VIDA.

Unos de los sitios que me parecen más impresionantes de este mundo es Chicago. Del que nunca he hablado en este blog, cosa que me extraña. Tampoco lo voy a hacer ahora aunque de lo que os voy a hablar a continuación lo presencié en Chicago. No obstante no me parece que en nada resultara tal ciudad determinante del caso.

El caso es que estábamos desayunando en la barra de un concurrido bar. Me llamó la atención que un operario estaba trabajando sobre la línea telefónica del establecimiento con una especie de enorme pistolera de cuero al cinto con la mayor cantidad de destornilladores, o atornilladores, alicates y otras variadas herramientas que haya visto en mi vida.

Tampoco el "chispa" viene al caso. Ni las jarrita esférica de cristal para el café con la que te servían tantas veces como quisieras, pagando tan solo una. Ni los donuts genuinos americanos. Tan genuinos como todo lo que había dentro y fuera de aquel café, cafetería, bar o lo que fuera. Porque en esa ciudad, como en NY, como en cualquier lugar al que vaya uno de turista, se aprovecha todo, todos los minutos y todos los segundos. Suelo ir con los ojos abiertos como platos, tratando de no perderme nada, porque todo constituye un inusitado espectáculo.

Lo que me llamó la atención es que había un tío, en una prolongación lateral de la barra, creo recordar, con unas tijeras recortando con fruición cosas de un periódico. Le debía interesar todo, porque no paraba de recortar.

Lo dice alguien suscrito al País, pero hay días que ni lo abro. Mi chica sí que se lo lee. A veces, al cabo de los meses encuentro algo interesante en una hoja perdida, Y me digo ¡pues podía mirarlo un poco cada día! ¡Pues no! 

Pero al de la cafetería de Chicago no le pasaba eso. Parece que le angustiara perderse u olvidar algo. Y es lógico, porque un número de un periódico debe costar un huevo hacerlo. Un montón de gente currando y perdiendo las pestañas para procesar tan ingente cantidad de noticias, de datos, de información, que ni el más atento lector conseguiría aprehender todo lo que trae un periódico. Tendría uno que estar sin hacer otra cosa en todo el día y ni aún así. Y tendría además que guardarlo porque la flaca memoria no basta. Y en tal caso caería en el Síndrome de Diógenes, porque viviría como una rata rodeado de montañas de periódicos.

Yo lo miraba y me decía: Pues este no va a poder resistir el tirar lo que le sobre. Y estuve allí fichándole, sin perder ojo, hasta que vi que había terminado. Y pensé: lo tirará ahora. 

Pues no recuerdo si acabó tirándolo. Lo que recuerdo es que nos ofreció generosamente los restos de aquel periódico por si nosotros querríamos aprovechar algo de lo mucho que aún había quedado.

miércoles, 24 de julio de 2013

Teoría del desconocimiento.


DESCONOCIDOS.

Creo haber contado alguna vez que cuando chaval, hace 50 ó 60 años, se conocían entre sí en Huelva, y supongo que en muchos otros lugares, cientos de personas, que se encontraban continuamente. No es que se fuera a conocer a todo el mundo, pero todos los días se cruzaba uno con gente conocida.

Se conocían hasta los desconocidos. Personas a las que no se hablaba ni se saludaba porque no eran ni "conocido" ni amigo. Pero que eran de sobra gente conocida porque la conocía uno, y viceversa.

Pero si dos de estos "desconocidos oficiales" se encontraban en un lugar remoto, por ejemplo Madrid, se saludaban y entablaban una amistosa conversación, puesto que realmente se conocían.

Actualmente en Madrid y en otras grandes ciudades es distinto. No se conoce a nadie. Y muy rara vez se encuentra uno con alguien conocido. Y si se encuentra a dos ¡es el acontecimiento del día!

Cuando paseaba por la calle con mi hija Isa cuando era niña me preguntaba a veces:

¿Ese quién es?

Pues no sé.

¿Que no lo sabes?

Pues no.

Y se extrañaba muchísimo.

Su hijo Nico me preguntó hace unos días junto a la valla que nos separa de los vecinos:

¿Los conoces?

Pues no.

¿Sabes al menos cómo se llaman?

Si, Chamorro.

Es tremendo el aislamiento que se puede producir en medio de la aglomeración.

Pero todavía si no conoces a alguien es normal que sea un desconocido. Lo tremendo es que se conoce a gente, por razones laborales, que cuando deja de compartir ese trabajo se vuelve total y absolutamente desconocida. Se borra su nombre, se borra su cara y se borra todo.

Cuando cambias de trabajo ¡es un cataclismo! A veces vuelve uno de visita ¡Gran entusiasmo, gran alegría! Pero como vuelvas dos o tres veces seguidas parece que te preguntan ¿Pero qué coño haces aquí?

De ser profe, como era mi caso, tienes una relación bastante estrecha con un grupo de 60 alumnos un par de veces a la semana. Pero cuando se acaba el curso se produce la diáspora, y rara vez se encuentra alguno.

Si se jubila uno es la total disolución. No tienes alumnos y tus compañeros, que parecían amigos se van mostrando como lo que son realmente: conocidos en vías de disolución, hasta que se convierten en su mayoría en desconocidos.

Habrá quien le angustie perder esos "amigos" ¡Craso error! porque no eran tales. No eran más que conocidos destinados a convertirse en perfectos desconocidos.

sábado, 20 de julio de 2013

No hay que rizar el rizo.



EN DEFENSA DE LO VULGAR Y EN CONTRA DE LO LUJOSO.

Si hay algo feo, sordamente feo, eso es el lujo.

Lo recordé cuando vi en la tele un reportaje de horteras en Formentera, que bebían champán a todas horas, es decir a deshora. Con yates para aburrir. Con unos jóvenes despeluchados con mimada barba de varios días. Pelos que parecían descoloridos por el mismo sol que paradójicamente les colorea la piel. Y cortados todos por las mismas tijeras, en un despliegue abrumador de signos del lujo.

Está muy generalizada la adoración del lujo. Entre los poderosos y entre los que no tienen donde caerse muertos. Entre la derecha, y entre la izquierda, si no a que viene ese perder el culo por las "estrellas michelín".

Alguna vez he ido a fisgar a Puerto Banús, aterronado de yates lujosos, lujosísimos o increíbles. Y en tierra el despliegue automovilístico más tremendo de Porches, Maseratis, Jaguars y de todo, aparcados como amontonados o pasando con dificultad por aquellas callejuelas. También hay, a patadas, joyerías y tiendas de ropa y complementos de las marcas más caras.

Todo eso me deja frío. Me parece un fracaso, porque el efecto que me produce es el contrario del esperado. Es de tedio y de fealdad.

Lo primero de todo es que a los ricos, a los verdaderamente ricos, no se les ve. Viven en sus mansiones en las que no se puede entrar. Lo que se puede ver son mindunguis disfrazados de ricos y eso es penoso.

Alguna vez he visto a ricos de verdad. Que me consta que lo son porque alguien de confianza me lo ha asegurado, no porque se les note a simple vista, porque parecen pijos y muchos pijos no son ricos. Tales ricos son como todos. O sea que para ese viaje no se necesitan alforjas.

El lujo no es más que una imitación del feng sui ¡Y ese sí que tiene encanto!

El feng sui es la óptima disposición de las cosas, la perfecta proporcionalidad.

El feng sui, como el cariño verdadero, ni se compra ni se vende, porque lo tiene que hacer uno mismo. Y como dijo esa lúcida marquesa cordobesa, a la que me he referido más de una vez en este blog, la verdadera elegancia no es, como cree la gente, que las cosas estén limpias y relucientes, sino a media mierda. Si hay algo incompatible con el feng sui e indispensable en el lujo es la ostentación.

Los despliegues de "diseño" me echan para atrás por ostentosos. Aunque cada cosa esté muy lograda el conjunto me resulta desolador.

La estética lujosa no me gusta, pero tampoco la cutre. Ambas tienen su atractivo, pero en pequeñas dosis, porque en abundancia ambas me resultan aburridas. Lo que más me gusta es lo talentoso, que puede ser corriente, vulgar, y hasta ordinario. El Barrio de Salamanca lo veo medio muerto, surcado por gente paseando sus modelitos y aprovisionándose de otros nuevos, mientras que el Barrio de la Concepción, por ejemplo, lo veo vivísimo lleno de gente que vive su vida.

Lo único de particular que tiene lo extraordinario es que ocurre pocas veces. Pero si es lo de todos los días deja de ser extraordinario. Sino ordinario y carísimo. O sea hortera.

lunes, 15 de julio de 2013

Dibujos de verano.


MR. POTATO.

Este post responde a la petición de mi sobrina Mónica, a la que le hablé de este método de dibujo infantil basado en el famoso juego MR. POTATO pero en versión 2D.

Moníca quiere conocer el procedimiento para orientar a Fernandito, su hijo y mi sobrino, en materia de dibujo para llenar de contenido las largas jornadas estivales en las que los chicos se ven libres de la férula colegial y los progenitores, inversamente, atados por esa libertad de sus vástagos.

Consiste el método en dibujar una especie de patata en diversas proporciones, a las que se le van añadiendo atributos característicos de lo que se quiere dibujar.

 El dibujo inicial muestra algunos de esos patrones y a continuación muestro unos pocos ejemplos.

Lo de dibujar que debiera ser una generalidad es de hecho una singularidad, debido al doble sentimiento de adoración e incapacidad que rodea al dibujo. La gente no se atreve a dibujar y admira a los pocos, relativamente, que saben hacerlo.

Nuestra sociedad padece, entre otras, dos inhibiciones absurdas relativas a las matemáticas y al dibujo. Las matemáticas se muestran misteriosas y difíciles cuando están concebidas para facilitar el cálculo y con ello la vida. Yo mismo soy víctima de ese error. No así del dibujo que siempre se me ha mostrado como es: una actividad lúdica de primer orden. y de indudable utilidad. Que hay casos extremos que pueden revestir gran dificultad no cabe la menor duda. Pero ero no hace más que acrecentar sus encantos.

A continuación lo mencionados ejemplos.

¡¡¡VA POR TÍ FERNANDITO!!!