Las cosas lo que tienen es la capacidad de absorber luz, energía electromagnética, de una determinada longitud de onda, y rechazar el resto. Ese resto desechado tiene, como es lógico, una longitud de onda. Esa energía despreciada, si tiene una longitud de onda comprendida en el espectro visible, estimula los ojos produciendo respuestas. Tales respuestas son los colores.
Si, por ejemplo, la luz rechazada por un objeto tiene una longitud de onda de 7 diezmilésimas de milímetro, tal objeto se ve rojo. Si la tiene de 6’5 se ve naranja, si de 6 amarilla, si de 5,5 verde, 5 azul, si de 4,5 violeta.
De tener más de 7 o menos de 4,5 no se apreciaría ningún color. Se vería negro si absorbiera todo el espectro visible. O blanco si lo rechazara entero.
Pero lo más seguro es que un objeto negro, que absorbe toda la luz del espectro visible, puede que refleje una luz que esté fuera de dicho espectro y por ello tendrá, para quien lo pueda ver, un color inimaginable para nosotros.
Y también las cosas que vemos blancas, porque reflejan toda la luz del espectro visible, seguro que absorben luz fuera de dicho espectro, con lo que “tendrán colores” que tampoco podemos ver ni imaginar.
Vemos muchísimas cosas blancas que seguro que tienen comportamientos diferentes frente a la luz. Como el yeso, que es sulfato de calcio. O la cal que es óxido de cálcico. Seguro que una de esas sustancias absorbe luces de una longitud de onda distinta de la que absorbe la otra, y que rechazarán luces de longitudes de onda distintas, producirían en ojos adecuados colores distintos e inimaginables. Tan distintos como puedan ser el rojo de la sangre del azul del cielo.
Pero es que de todo el espectro luminoso tan solo podemos ver el espectro visible, que es una franja mínima. Y así y todo ¡fijaos cuantos vemos! Pero es que todo lo que vemos blanco, transparente e incoloro como el cristal, o negro lo veríamos de colores inimaginables.
Es que somos animales burriciegos ¡qué putada!
Pero, aparte de que la energía que desprecian las cosas determinen los colores, cabe preguntarse ¿para qué quieren las cosas la energía que se guardan?
Es muy interesante. Porque cada elemento del sistema periódico tiene en la capa de electrones más externa, la llamada “capa de valencia”, que está compuesta de dos subcapas. De no disponer de la energía deseada permanecen los electrones adormecidos en la subcapa más interna. Pero de disponer de ella ¡se salen! a la exterior.
¡Quién iba a decir lo salidos que están los átomos!