EL JARDÍN SEXUAL.
La ministra esposísima se está
metiendo en un jardín
en un jardín sexual.
Y es que asunto del otro extremo del tronco ¡tiene mucha
miga!
En esto, como en todo, caben dos
posturas:
Exclusivista e inclusivista.
Según la exclusivista hay dos
cosas distintas: hombres y mujeres, o viceversa, que tanto monta...
Dos mundos distintos.
Según la inclusivista hay
personas humanas. De las que unas son hombres y otra mujeres.
Un único mundo compuesto por
gente que tiene el extremo capital igual y el extremo sexual distinto.
A esa diferencia se le otorga una
gran importancia.
Desde mi punto de vista excesiva
importancia.
De modo que en todo el sexo, o el
género ¡va por delante!
En el DNI o en el pasaporte o en
cualquier documento oficial o privado tras el nombre y los apellidos aparece si
se es hombre o si es mujer...
Y yo me pregunto ¿a qué viene
eso?
Habrá circunstancias en las que
tal dato será oportuno. Pero en otras muchas no.
Me atrevería a decir que en la
inmensa mayoría se las situaciones ese dato es irrelevante.
La cosa se complica porque la
masculinidad y la feminidad vienen a ser polos de la humanidad.
Porque hay casos en que
propiamente se es ambas cosas y también hay casos en los que no se es ninguna
de las dos.
Y cuando tales circunstancias se
dan se fuerza la realidad obligándose a esas personas a inscribirse en una de
esas dos categorías.
O es la propia persona interesada
la que promueve el cambio.
Y todo en un ambiente de gran
tensión.
Lo que me parece deseable es
rebajar la tensión.
Para lo que sería aconsejable
dejar de ir con el sexo, o con el género, por delante en la identidad de las
personas.
De modo que en los documentos
oficiales y privados figurarían nombres y apellidos y retrato fotográfico si se
considerara oportuno ¡Y nada más!
Como ya he dicho más veces,
observando la realidad se formulan verdades. En este caso que hay dos géneros o
sexos: hombres y mujeres. Pero tengo la sensación que esta clasificación nos
hemos quedado cortos, porque debe haber más de dos géneros o sexos.
Por lo menos tres, si no más.
Como en los colores.
Tenemos blanco y negro.
Que son cosas distintas
Porque el blanco no es negro ni
el negro blanco.
Pero también tenemos gris.
Que no es blanco ni es negro.
Y tenemos gris claro y gris
oscuro.
De modo que el gris del que
hablamos, para entendernos, lo llamaremos gris medio.
Y el gris claro no es gris medio,
ni tampoco lo es el oscuro.
¡Y no digamos la enorme gama de
colores vivos y mortecinos!
Podemos pasar por alto la
existencia del gris y de otros colores.
Para simplificar.
Pero nuestra verdad será
incompleta. Defectuosa.
Ergo, volviendo al tema no hay
solo hombres y mujeres, porque también hay hermafroditas.
Y es curioso que en la
nomenclatura al uso hay:
Hombres.
Mujeres.
Hombres afeminados.
Mujeres varoniles.
Mujeres que antes eran hombres.
Hombres que antes eran mujeres.
¡Pero hermafroditas no hay!
Lo que me parece es que hay
hermafroditas que se clasificaron como hombres y sufren por ello frustración y
que a veces pasaron a ser mujeres.
Y hermafroditas clasificados como
mujeres que sufren por ello y que pasaron a veces a ser hombres.
Pero hermafroditas, clasificados a
las bravas como hombres o como mujeres, que reclamen y logren el estatus de
hermafroditas ¡No hay!
Sorprendente ¿no?
Es curioso como entre los
animales parece que predominan los individuos con sexo diferenciado, pero entre
las especies más "primitivas" abunda el hermafroditismo, como los
caracoles. Mientras que entre los vegetales las especies más arcaicas tienen el
sexo diferenciado, como el ginkgo biloba. Pero lo más frecuente entre las
especies vegetales más evolucionadas es que cada individuo sea hermafrodita. Con
flores masculinas y femeninas o masculinas y femeninas a la vez, porque una
flor con estambres y pistilo es lo más corriente.
Parece que un obstáculo insalvable es que la palabra hermafrodita no le gusta a nadie
¡Pues hay que buscar un seudónimo eufemístico!
Porque se dice que lo que carece de nombre no existe.
Pero el caso es que sí existe.
En forma tan perturbadora que impide la paz y la armonía.
Vamos, que o nos ilustramos un
poco o ¡de esta salimos mal parados!