LAZARETOS.
Cuando era niño daba grandes
paseos domingueros con mis queridos padres en Huelva, y a veces llegábamos
hasta el lazareto que estaba más allá de la cárcel. Y que era otra clase de
cárcel para encerrar y con ello aislar a los grandes infecciosos como los
leprosos.
Ya en esa época aquel edificio
estaba abandonado y vacío. Pero a mí me sobrecogía, como me sobrecogía la
cárcel y el cementerio.
Me sobrecogían y también me
fascinaban.
Luego he caído en la cuenta de
que esa fascinación era de orden estético. De la estética del surrealismo.
Creo que el surrealismo es la
puerta de entrada al arte moderno.
Entendiéndose por arte moderno, ese
arte, que no es el realista, tan aparentemente absurdo para los profanos.
Porque la magia de la estética realista consiste en la fiel reproducción de la
realidad. Y, claro, desde ese punto de vista lo expresionista, lo abstracto y
tanta otras locuras resultan incomprensibles.
¿Cómo entrar ahí?
Pues por el surrealismo, que está
compuesto de imágenes realistas pero de tal modo dispuestas que nos alejan de
la realidad...
Pero ¡cuidadito, cuidadito!
Que a veces la realidad ¡es muy
surrealista!
Cuando estudiaba me decían que el
surrealismo no es anti-realismo ni contra-realismo. Sino super-realismo y
también supra-realismo.
Lo que no me decían es que el
surrealismo puede llegar a ser, dadas las circunstancias ¡el pan nuestro de
cada día!
Que es exactamente lo que está
ocurriendo en estos tiempos, con esta epidemia que a una velocidad apocalíptica
se ha extendido por todo el mundo sembrando la enfermedad y la muerte, aterrando
a todo el mundo, alienando y desertizando todo.
¿Quién me iba a decir a mí,
cuando paseaba con mis queridos padres, que esa imagen triste y misteriosa de
aquella caja de ladrillos, porque eso era lo que parecía, una gran caja de
zapatos hecha no de cartón sino de ladrillos, se multiplicaría hasta el
infinito alguna vez y que yo no solo lo vería, sino que además me atraparía?
Porque, queridos amigos, todas
nuestras casas, todas nuestras viviendas son, desde hace un mes y no sabemos
hasta cuando, auténticos y verdaderos lazaretos. En donde estamos encerrados
nosotros en calidad de apestados, para que no contagiemos a nadie más. Pagando,
además, justos por pecadores, sanos por enfermos o por portadores de la enfermedad.
Con esto no estoy criticando ni
denunciando a ninguna autoridad ¡Dios me libre!
Lo que estoy resaltando es que
visto lo visto y padeciendo lo padecido y lo por padecer, Adré Breton, Magritte, Dalí y
compañía no eran más que unos meros aficionados...
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