MADRUGÓ LA MADRUGADA.
Con británica puntualidad amaneció nublado el uno de septiembre.
He observado que eso pasa con frecuencia.
E igualmente implacable ha pasado este año.
Oficialmente será verano hasta el 22 de septiembre, pero eso no se lo cree nadie...
Ya en agosto frío en el rostro...
El climax del clima veraniego por estos pagos está en julio, cuando reinan los agapantos en este patio madrileño.
Anteayer para una comida familiar quise preparar un pequeño centro floral y las pasé crudas. Tuve que recurrir a unas trasnochadas adelfas blancas. Flores malditas de los amores perros y de la muerte.
Injustas atribuciones, porque son bellas y porque no fallan donde otras lo hacen. Porque lo propio de lo maldito es asistir donde lo bendito te da la espalda.
Tengo que decir que para mí cada año son dos cuestas. Una de subida al calvario que empieza en septiembre, culmina en diciembre y otra de bajada a la gloria que lentamente va descendiendo hasta alcanzar la tórrida felicidad en julio, y al final de ese mes dichoso comienza un agosto traicionero. Porque todo lo agosta y porque lo dicho: Frío en el rostro.
Yo soy feliz en el infierno
cuando todos protestan por ese calor insoportable
que a mí no me pilla
¡porque me pongo a la sombra!
A mí es que lo que me gusta es Puerto Rico, cuyo año tiene 12 julios.
Todo lo que no sea eso
¡Es pura miseria!
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