Dicen que los soldados israelíes tenían la mala costumbre de abrir las botellas de cocacola con alguna parte del fusil. Y que a veces en esa operación averiaban el arma, con lo que a la hora de la verdad no funcionaba. Ante la inutilidad de prohibir esa práctica lo que hizo el alto mando fue dotar a los fusiles de abrebotellas.
Traigo eso a colación para avisar de la conveniencia de incorporar obligatoriamente un extintor a los equipos de soldadura. Porque terribles incendios como el que destruyó un pabellón pocos días antes de la inauguración de la Expo de Sevilla, el de Notre Dame en Paris o el de Almonaster la Real se originaron por chispas desprendidas en operaciones de soldadura. Y muy probablemente se hubieran podido evitar muy fácilmente teniendo un extintor a mano.
Lo dicho ¡Elemental querido Watson!
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