Como estamos como estamos hablo
poco con la gente y salgo poco, iba muy de tarde en tarde a comprar el pan, porque
una vecina nos lo traía habitualmente, como el cuervo de San Antonio Abad que le llevaba el
pan a su ermita. Y en dos ocasiones me he cruzado por la calle con otra vecina
pertrechada de mascarilla, gafas y guantes con la que mantuve una breve y
distante conversación. En el curso de la cual me ha dado a entender que de lo
que se trata es de sobrevivir.
No asentí del todo, porque no
creo que se trate principalmente de sobrevivir.
¿De qué, entonces?
Yo creo que más bien se trata de
mantenerse lo más saludablemente posible.
Para sobrevivir ¿no?
Para sobrevivir o para morir.
Pero saludablemente.
La clave me la dio otro vecino,
pero por teléfono, hablándome de uno de sus abuelos que era listísimo aunque
analfabeto, porque en aquella época remota la alfabetización era un bien escaso. Tal
abuelo decía que había que morirse con salud. Y predicó con el ejemplo porque
una noche se acostó como siempre y no llegó a despertarse, porque a la mañana
siguiente se encontraron con que había fallecido.
Tenemos una cultura en la que la
muerte asusta. Lo cual es disparatado porque todo el mundo ha de morir,
fatalmente.
Mientras que no es una suerte
universal padecer terribles enfermedades, por lo que no es una aspiración loca
querer gozar de buena salud.
Y como enemigo declarado de la
salud, física y mental, es el miedo, hay que evitar padecerlo en estado
crónico. Porque el miedo tiene que ser puntual. Un mero aviso de peligro, no un
cancerbero que lo tenga a uno paralizado.
En era tan enfermiza como esta
hay que tratar de gozar de buena salud, no para optar a la inmortalidad, que es
un propósito descabellado, sino para gozar de ella, porque es un bien en sí
mismo.
2 comentarios:
Eres un maestro...me quitaría el sombrero si lo llevara
¡Muchas gracias! Y yo me caería de culo si te lo quitaras.
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