Salterio Online

Bienvenidos al blog de Tomás Garcia Asensio también conocido como Saltés. Los que me conocen sabrán de que va esto, y los que no, lo irán descubriendo...

viernes, 26 de junio de 2020

Salvajismos.



EL DERRIBO DE ESTATUAS.

Se ha puesto de moda derribar estatuas en los Estados Unidos como reacción del asesinato de George Floyd por un policía.

Estatuas que tienen que ver con el esclavismo sureño y con la colonización española a la que en USA les tienen gato. Y andan pagando los vidrios rotos Cristóbal Colón y Fray Junípero Serra.

Esa moda no es nueva. Es una costumbre talibana acreditada por la voladura 2001 de dos esculturas gigantescas de Buda del siglo VI. Y ante tal paralelismo cómo es que a esos perpetradores no se les cae la cara de vergüenza.

Uno es que debe ser un carca repugnante al que le parece que esos happenig son salvajadas.

Lo suyo sería que los contrarios a los hechos que motivaran la exaltación de tales personajes pusieran en la peana de esas estatuas lápidas, que no desentonaran con la estética de tales monumentos, con inscripciones que argumentaran las razones de su repudio.

Reacciones tan destructivamente maximalistas indican la ignorancia del relativismo histórico y acreditan la brutalidad de los ejecutores de tales actos. O sea que dime de qué presumes y te diré de qué careces.

Las estatuas en general son signos que tienen un significante y un significado.

El significado principal, que no tiene uno solo, es el personaje representado y el significante es la propia escultura.

Los derribadores que las derriban se atiene con sus actos al significado sin reparar en el atropello que supone privar a la sociedad de un bien cultural de tales significantes.

Yo creo que en la mayoría de los casos a la mayoría de la gente le trae al fresco el significado de las estatuas ¡hombre! las de Franco cantan mucho. ¿Y qué habría que hacer en esos casos? Pues depositarlas en museos, en jardines escultóricos.

A riesgo de parecer partidario de la herejía que supone "el arte por el arte" estoy en contra del arte como propaganda ¡y mira que ha dado tan buenos frutos en el estricto plano de la estética!   Y, desde luego, ver a un tío de gran talla en piedra o en bronce, a pie o a caballo en medio de una plaza o una glorieta lo encuentro francamente ridículo.

En el plano del compromiso ideológico tales cultos a la personalidad me parecen impropios, va en contra del igualitarismo que debería ser básico en nuestra civilización. Pero si están desde antes ¡hay que dejarlo! Lo cual no quita que en ocasiones "algunos de nosotros" tenga actuaciones admirables y providenciales. Y puestos a resaltar a un congénere en una estatua habría que sentarlo en un inodoro, me parece, porque esa será sin duda una pose habitual y compartida con toda la población, por lo menos una vez al día. (Y si no ¡mala cosa!)

Y a mí, que me rasgo tanto la vestiduras por las talibaneces referidas al significado de las estatuas ¿me darían ganas de derribar algunas estatuas debido su significante?

¡Pues hombre! Tengo que confesar que sí.

No es que la derribara, pero ¡vamos! que la esculturita de Velásquez en la calle del mismo nombre esquina a Juan Bravo...¡tiene tela! Y si le cayera un piadoso rayo, no sería yo el que derramara ni la más mínima lágrima. La era Álvarez del Manzano fue fértil en estatuas de esa laya, por ejemplo la de La Violetera. Y lo peor es que no se les puede depositar en un jardín escultórico porque se contaminaría fatalmente, y la melaza que destilan pondría en riesgo la vida de los diabéticos que osaran entrar.

Moraleja ¡Que no hay que ser tan bestia, hombre!






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