UNA CHINA EN EL
ZAPATO.
A ver cuando se enteran los franquistas de que Franco se ha
muerto completamente.
Y obran en consecuencia.
Lo que significa que deben cuidar de que sus restos mortales
descansen en paz.
Discretamente.
Y nada más.
Y nada menos,
que no es poco.
A los enemigos de Franco eso les parecerá poco.
Pues qué le vamos a hacer ¡Paciencia!
Cuando se aproximaba la muerte de Franco muchos de sus partidarios:
Herrero Tejedor, Suárez, Martín Villa y un largo etcétera se plantearon como
resolver la que se les venía encima.
Vieron que la solución más viable sería restaurar la
monarquía.
Pero ¿qué clase de monarquía?
Había dos opciones: Monarquía al estilo europeo o al estilo
marroquí.
Para la segunda opción no había que contar con la oposición,
con los que habían perdido la guerra y sus descendientes, pero mantener vivo un
Franquismo sin Franco iba a ser una empresa harto difícil.
Pero para instaurar una monarquía a la europea había que
contar con la oposición y consecuentemente instaurar una democracia plena y
auténtica.
Los partidarios del régimen antes aludidos optaron
sabiamente por esta clase de monarquía.
Pero Franco murió cuando presidía el gobierno Arias Navarro.
Arias parece que no vio la jugada e intentó instaurar una
democracia de pegolete.
Y muerto el Caudillo no se le ocurrió nada mejor que
sepultarlo donde lo sepultó.
¡Craso error!
Porque allí no hacía nada.
¡No pegaba ni con cerote!
No era ningún caído en la guerra.
Pero ¿quién le iba a llevar la contraria en esos momentos?
¡Nadie!
Es un fleco menor pensarían...
Pues no ha sido nada menor.
Sino un obstáculo a la convivencia entre los españoles...¡Una china en el zapato que impide
un entendimiento casi perfecto!
Ergo sería de agradecer a la derecha española que se sumara
al clamor de tanta gente y convenciera a la Familia de que este no es un asunto
familiar.
¡Es una china en un zapato de alcance nacional!
Que hay que reconocer que, los que lo hicieron, lo hicieron casi divinamente.
Que han ganado mucho y todos hemos ganado algo...
¡Y que no hay que tentar a la suerte!
De modo que tienen que atar, o dejar que aten, ese cabo suelto con el que estamos tropezando peligrosamente.
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