METALITERATURA.
Me estoy leyendo 1Q84 de Murakami
y me está encantando.
Bueno, de Murakami y de Gabriel
Álvarez Martínez, que es el traductor, porque para leer a Murakami tendría que
hacerlo en japonés. Y de eso ¡ni flores!
Estoy con Thomas Bernhard que la
traducción de un libro es otro libo cuyo autor es el traductor.
Que convencionalmente se
considere que es el mismo libro y el verdadero autor es el del primero es algo
que se deberá a lo que se deba, pero no me lo que creo. Sino lo dicho.
Desde un punto de vista plástico
la literatura es un arte conceptual.
Porque no se ve la realidad. Ni
siquiera imágenes de la realidad.
En las artes plásticas, por lo
general, se ven imágenes de la realidad que constituyen una realidad paralela.
Por ejemplo: Uno ve un cuadro de girasoles de Van Gogh ¡que no son los
girasoles de un sembrado de girasoles! Aunque el sembrado esté en Arlés, que
serán iguales a los que inspiraran a Van Gogh.
Los de Van Gogh parecen girasoles
¡pero no lo son! son imágenes que evocan esas plantas.
En cambio la palabra girasol evoca igualmente esas plantas
¡pero no es una imagen de ellas! es un concepto. Que lo expresa como lo expresa
una imagen. Siempre y cuando se conozca el código correspondiente, que en este
caso es la lengua española.
Las imágenes dibujadas llegan al
espectador, por lo general, terminadas. No como una película de animación que,
por ejemplo, aparece primero un óvalo y luego un ojo, y a continuación otro
ojo, luego la nariz y luego la boca.
Mientras que las imágenes
literarias sí que son como películas de animación.
Veamos si no es así:
"Aomame volvió en sí, irguió la cabeza y miró a quien le había
hablado. Una chica joven con pelo recogido en una cola de caballo al estilo de
los años cincuenta estaba sentada de espaldas en el taburete contiguo. Llevaba
vestido de florecillas y un pequeño bolso bandolera de Gucci colgado al hombro.
Tenía las uñas bonitas, pintadas con esmalte de color rosa claro. No estaba
gorda, pero tenía la cara redonda y era más bien rellenita. Su cara era
realmente afable. Y el pecho grande"
Es como si en un papel en blanco
fuera apareciendo la imagen de una joven. A continuación aparecía en su cabeza
un peinado en cola de caballo. Luego sentada en un taburete. Aparecía a
continuación el vestido de florecillas y luego un elegante bolso en bandolera.
Luego unas manos bonitas pintadas con esmalte rosa claro. Por último la figura
evocada pelín gordita pero no exageradamente aunque destacaba un pecho exuberante.
Cada lector se imaginará una
chica que cumpla todas esas condiciones, que no contradiga ninguna de ellas,
pero no va a ser la misma chica. O a lo mejor sí, en el sentido de que por más
que se la imagine no la llegará a ver físicamente.
En realidad tan solo quería
ilustrar lo que había resaltado: que desde el punto de vista plástico la literatura
es un arte conceptual.
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