JULIO PLAZA.
A pesar de que Julio Plaza y yo
éramos de la misma cuerda geométrica no coincidimos en Madrid porque cuando me
incorporé a este movimiento artístico él ya no vivía en España sino en Brasil.
Pero sí traté bastante a Elena Asins, que fue su primera mujer. Aunque ya por
entonces estaban divorciados, y creo que no mantenían muy buenas relaciones, lo
cual no es raro.
Donde coincidimos Julio y yo fue
en Puerto Rico. Nos tratamos asiduamente en el trienio del 70 al 73 cuando él y
Regina Silveira, su segunda esposa y nosotros tres, mi esposa, nuestra hija
Isabel, que cumplió en Puerto Rico su primer mes, y yo, estábamos en Puerto
Rico. Ellos vivían en el oeste de la isla, en Mayagüez y nosotros en el sur, en
Ponce.
En el 73 nos marchamos todos, ellos
a Brasil y nosotros volvimos a España.
Ellos fueron de profesores a una
universidad de Sao Paulo y a ejercer como artistas. Regina, que es brasileña,
conectó muy bien con la esfera artística de su país y hoy es una famosa
pintora. Mientras que Julio parece que se mostraba muy crítico y escéptico con
los modos y las maneras de ese mundo artístico y no se interesó mucho por
labrarse una reputación como artista reconocido, pero seguía ejerciendo como el
artista que era. Se divorció de Regina y contrajo de nuevo matrimonio. A
diferencia del divorcio anterior, con Regina mantuvo muy buena relación después
de la separación. Desgraciadamente Julio falleció de un ataque al corazón en
2.003.
Julio siempre ha gozado de un
discreto reconocimiento en nuestro país, pero no ha despertado hasta hace muy
poco un gran entusiasmo. Algo parecido es lo que ha pasado con Elena Asins que
hasta 2.006 en que recibió la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes y en
2.011 con el Premio Nacional de Artes Plásticas ha sido una pintora cuyo nivel
de reconocimiento ha estado muy por debajo del de su talento por más de 40 años.
Pero ahora, cuando el
reconocimiento del talento de Julio Plaza es clamoroso ¡no se encuentran obras
que les hayan sobrevivido! con lo que proyectos de exposiciones póstumas se
están frustrando. Y los coleccionistas que buscan sus obras no las encuentran. Me
decía un prestigioso galerista: "¿Conoces alguien que tenga cuadros de
Julio Plaza? ¡porque los coleccionistas andan como locos queriéndolas comprar!"
Pues no sé de nadie, le dije, porque recuerdo que en una visita que hice a la
casa de Elena en el Barrio de la Concepción, a finales de los 60, tenía en la
terraza unos cuadros apenas protegidos que eran de Julio ¡A saber dónde estarán
ahora! Y también me enteré de que cuando se fueron de Puerto Rico a Brasil,
tiraron a la basura muchas carpetas de serigrafías y otras obras, porque les resultaba muy
gravoso cargar con ellas.
Estas cosas pasan cuando no se aprecia
a tiempo lo que merece aprecio.
¡Hay que estar más al loro!
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