IMPLANTE.
Parece mentira la acogida tan
entusiasta que tiene el "smartphone". Es lo más parecido a la
telepatía, porque se transmiten instantáneamente los pensamientos y los
sentimientos a otras personas.
Se me ocurre que el siguiente
paso sería su implantación, como un marcapasos, pero eso presenta varios
problemas.
Problema nº 1: Implantación.
Implantarlo quirúrgicamente como
un marcapasos resultaría en principio algo traumatizante. Aunque la gente no se
arredra ante tales obstáculos. Como prueba el entusiasmo que despliega al
someterse a operaciones de estética para ampliar o reducir senos, eliminar
papadas, estirarse la piel o modificar la forma de la córnea para evitar gafas
y lentillas. Cabe pensar que miniaturizado se podría disimular en algún
recoveco corporal como la nariz, el oído, el sobaco, la ingle, el culo y las
chicas disponen aún de más recursos para este propósito.
Problema nº 2: Alimentación.
Un engorro importante de los
marcapasos es colocar una nueva pila cuando se agota la anterior: cortar,
sacar, meter y coser ¡para mí sería horroroso! Pero todos no somos iguales. No
sé cómo aún no se ha podido canalizar energía corporal para el funcionamiento
de las prótesis, cuando el cuerpo humano dispone de una gran energía cuando
está adecuadamente alimentado. Se puede andar, correr, saltar, golpear,
empujar, halar, soplar, inhalar. Son actividades para las que se requiere mucha
energía. Por otra parte, también dispone el cuerpo humano de energías más
finas, como la energía eléctrica de bajo voltaje que circula por el sistema
nervioso.
Problema nº 3: Modo de
funcionamiento.
Verdaderamente el smartphone es
perfecto, ya que con su mediación se puede oír mensajes orales y otras señales
sónicas y se puede ver en su pantalla mensajes escritos e imágenes captadas con
la cámara y se pueden transmitir toda clase de señales. Y no hay que llevarlo
implantado en el cuerpo ¡se lleva en el bolsillo! Pero, claro, eso no es
telepatía.
Telepatía sería mandar y recibir
mensajes mentales. Pero ¿cómo? Pues con algo semejante a "la máquina de
leer los pensamientos" de André Maurois.
Esta máquina imaginada por Maurois
es un amplificador de sonidos. Parte del supuesto de que los pensamientos son
conversaciones con uno mismo dichas tan tenuemente que los demás no las pueden
percibir. (Salvo cuando uno se confía y sin darse cuenta sube el tono y los
demás lo descubren hablando solo y lo tildan de loco. Porque pensar es cosa de
locos ¿no?)
O sea que con ese aparatito
implantado se podría comunicar con quien fuera, transmitir y recibir pensamientos
imperceptibles por el oído, pero perfectamente percibidos por los interlocutores
que transmitiría ese medio.
¡Lo malo serían las imágenes!
Porque estas nada tienen que ver con el lenguaje. Aunque crean lo contrario los
guías de los museos "que explican los cuadros" ¡Menuda insensatez!
Porque el lenguaje "traduce" la realidad a signos lingüísticos,
mientras que las fotos, el dibujo, la pintura y la escultura no lo hacen.
Me parece que implantar iglasses aún
está un poco más jodido.
2 comentarios:
Socio, yo he pensado algo parecido en alguna ocasión, y yo creo que terminará pasando en algún momento, más pronto que tarde. Aún hay algún problema más a resolver además de los que dices, como las actualizaciones. Con el ritmo al que se queda obsoleta la tecnología tendríamos que estar operándonos cada dos por tres si queremos mantener actualizado el aparatito. Una solución sería implantar una especie de conector inalámbrico que haga de interfaz, y llevar el dispositivo principal, que se comunicaría con ese conector, en el bolsillo, de forma que es fácil reemplazarlo si es necesario. Habría que diseñar bien el conector para que ese no requiera actualizaciones, o al menos no muy frecuentes.
Llevas razón socio. Y aún veo un problema más: q se obligue a actualizar el portador del aparato porq resulte demasiado viejo y obsoleto.
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