LOS MONSTRUOS YA NO
SON COMO ERAN.
Antes los monstruos se
distinguían perfectamente. Pongo por caso al hombre lobo. Solo con verle la cara llena de
pelos negros, y las manos. Y la mirada torva, inyectada en sangre, dando aullidos ¡sus víctimas
se cagarían vivas nada más verle y oírle! Y muchos se salvarían gracias a su aspecto
aterrador.
Y el monstruo de Frankenstein
¿qué? ¡tan grande! ¡tan horriblemente ataviado! con esos zapatones y esos
brazos hacia delante, con esas manazas ¡y esos tornillos en el pescuezo! Y los
costurones en la cara. Y esa mirada ausente. Y esa cabezota tan cuadrada con
ese ridículo flequillo ¡la gente saldría corriendo!
¡Y qué me decís del Conde
Drácula! Con esa pinta tan antigua, y esa capa negra forrada de terciopelo
carmesí como una caja de compás. Y esa cara de muerto, esa tez verdosa ¡y esa mirada perversa! Y Ese inquietante pico de pelo invadiéndole la frente
¡Para esconderse y pirarse a las primeras de cambio!
Ahora no son así los monstruos.
No despiertan el menor temor, y cogen, fatalmente, a sus víctimas desprevenidas.
Porque no hay nada en ellos que despierte la desconfianza ¡Mira el elemento que
despeñó el avión en los Alpes! Tenía cara inofensiva ¡quién iba a desconfiar de
él! Hubiera sido mejor que hubiera tenido pinta de hombre lobo, o de
Frnkenstein, o de Drácula. Por mucho uniforme de piloto que tuviera el capitán
se hubiera dado cuenta enseguida, hubiera dicho ¡ese tío no se monta en mi
avión! Y de haberse montado no se hubiera ido a mear ¡no le hubiera quitado ojo de
encima! Ni los pasajeros que lo hubieran visto subir con su uniforme azul
marino y su maletita habrían querido embarcar. Y de haberlo hecho ¡se
bajarían precipitadamente dando gritos!
Y el poli que le tiraba tiros al
pobre hombre que corría hasta caer muerto ¡con tan buena pinta! Ni siquiera
presentaba un aspecto inquietante tras perpetrar tan horrible asesinato.
Tranquilamente esposó al muerto, falseó las pruebas y comprobó,
profesionalmente, que había fallecido ¡Que ausencia de dramatismo! Los disparos
no sonaban como en las series negras de la tele, eran como palmetazos en una
tabla.
Pues ese poli de aspecto tan
tranquilizante y rutinario ¡es un monstruo! como el del avión estrellado en los
Alpes ¡monstruos de cojones!
Esos negracos que meten miedo con
sus afros y sus barbas de facinerosos parecen monstruos ¡y son totalmente
inocuos! Mientras que esos blanquitos tan peinados y afeitaditos con cara de no
haber roto nunca un plato ¡pueden ser los verdaderos monstruos!
"Por los hechos los
conoceréis" dejó dicho el Mesías y no por la pinta.
Pero claro, la justicia solo se
aplica a posteriori y a uno le gustaría saber para prevenir...
¡Pues los indicios al uso son
malos! Y ya deberíamos saberlo.
Si volvieran a poner "La
Familia Monster" la que tendría que dar miedo sería Marilyn, la sobrina
rubita que despegaba tanto.
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