RÉQUIEM POR UNA ARAÑA.
Las arañas son huéspedes habituales en este hogar, aunque no es que esto sea un tugurio, porque algunas telas de araña casi invisibles acaban por descubrirse y eliminarse.
De todos modos respecto a mi taller, que está lleno de herramientas de de toda laya, soy menos escrupuloso y nunca elimino una tela de araña que esté habitada.
Se podría decir -es una exageración- que me reconforta su compañía, aunque tal afecto no tenga, porque no tiene, correspondencia.
Hay un lugar en la esquina inferior derecha de la ventana que parece que es favorito de las arañas, allí vivió una araña muy pequeña, con un cuerpo como de un par de milímetros y la patas llegaban a ocupar un centímetro. cuadrado, y me hacía gracia tocar suavemente su tela y ver como caminaba por ese tejido. En esa tela quedaba prendidos los minúsculos restos morales de sus presas.
Para darle entidad le puse nombre, Paquita, y ¡no veas cómo cambia la situación!
Cuando me acordaba le echaba un ojo a Paquita, meneaba un poco la tela, y Paquita salía corriendo a ver qué pasaba.
Siempre me costaba un poco localizar a Paquita por lo pequeña que era. Pero un día ¡imposible! Y por un extremo de su predio vi un bultito de animal muerto y me preció Paquita. En vista de lo cual quité la tela.
Hace unos días vi que en el lugar que antes ocupaba Paquita otra araña que tendió sus redes...
Diría que la red era más airosa que la de Paquita.
Y la araña algo más corpulenta y más dinámica. porque corría como una loca cuando yo tocaba su red.
No me dio tiempo a bautizarla porque a los pocos días vi su minúsculo cadáver prendido en la tela.
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