NO TENGO AMIGOS NEGROS.
Ni conozco a ningún negro.
Porque cuando llego a conocer a alguien que de entrada me parecía negro veo que no es un negro.
Sino alguien singular del que el estereotipo que ostentaba se esfuma nada más conocerlo.
El ser un negro no es un modo de ser sino una mera etiqueta que se le coloca a los de tez oscura y rasgo reconocidos como "de negro".
Porque la negritud es un nóumeno, no es un fenómeno.
Y el nóumeno, tan amenazador y terrible se esfuma ante la presencia de los fenómenos, que son reales.
Esto que digo no es una declaración buenista. Es una realidad.
Pongo un ejemplo:
En Puerto Rico conocí a un hombre de apellido Ramos, creo, pero con quien no mantuve una amistad por la simple razón de que coincidimos en poquísimas ocasiones. Le pregunté a alguien allegado si Ramos era negro. y me respondió que sí ¡muy negro! Pero yo ya no lo veía negro porque lo conocía.
Por la época en que coincidí con Ramos habíamos ido a Haití y a la vuelta me preguntó Ramos que qué me había parecido Haití.
Le contesté que había apreciado una población muy homogénea.
Y comento Ramos ¡todos negros!
En realidad no me refería a eso sino a que no había apreciado apenas diferencias sociales entre la gente que había tenido ocasión de ver.
Por otra parte, y lo digo porque hablamos de Haití, de un país con una de las tasas de pobreza más altas del mundo yo esperaba una población embrutecida ¡Pues no! Muy al contrario la gente que pude ver me pareció muy fina y hablando una francés muy musical que era una delicia.
En resumidas cuentas, que no hay que apartar a, ni apartarse de, los llamados negros, porque no hay motivos de peso.
A quienes hay que apartar, y de los que hay que apartarse, es de los racista ¡que están dominados por una estultez muy peligrosa!
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