LA PESCADILLA QUE SE
MUERDE LA COLA.
Puede que le pase a mucha gente,
pero mi vida es como una pescadilla que se muerde la cola.
De niño pasaba las horas muertas
jugando con tierra en una especie de huerto abandonado que tenían unos de mis abuelos en su casa.
De mayor me paso las horas
muertas jugando con tierra en una especie de huerto, que en absoluto está
abandonado, que tenemos nosotros. Que a nuestros nietos les importa un rábano.
Como les importaba nada a mis abuelos el suyo. Claro que ellos por aquel
entonces estaban muy cascados y estos tienen otras cosas con que jugar, como el
baloncesto y el futbolín los mayores y los juguetes, los libros y las pinturas
los pequeños.
¡Y todo igual!
Yo no podría ser historiador.
Porque el paisaje circundante
siempre me parece el mismo.
Y si me atengo a mis recuerdos
siempre he hecho más o menos lo mismo y el panorama en el que he encontrado
siempre me ha parecido más o menos igual.
Hoy oía en la radio una
entrevista a una escritora pijita, hija de embajador, que describía la calle
Serrano de los setenta y argumentaba que era muy distinta de como es hoy ¡Pues
yo, más o menos, la veo igual! Los mismos pijos elegantemente ataviados
entrando y saliendo de lujosas tiendas ¡hombre! una de las dos aceras está hoy
hipertrofiada. Y otros barrios se ven muy distintos, como El Pozo o Entrevías.
O simplemente se ven, porque donde están ahora antes no había más que campo, como Monte Carmelo,
Las Tablas o San Chinarro ¡Pero no sé! me acostumbro enseguida y no me quedo
con los cambios ¡lo dicho! que para cronista de la villa no valgo.
Es que ya lo he dicho en
repetidas ocasiones ¡vivo el momento! no tengo más tiempo verbal que el
gerundio. De modo que el pasado se borra nada más pasar y el futuro no es más
que un barrunto que propiamente no existe hasta que es alcanzado por el
gerundio.
Mi vida es un puro llanear. Sin
progreso ni decadencia. Me levanto un poco antes de las 8, me acuesto poco
después de la 12 y divido la jornada por 5 ingestas. Y entre ingesta e ingesta
voy haciendo lo que se me pone a tiro: Jugar con tierra, pintar o dibujar,
inventarme cosas como nuevas teorías cromáticas o disfrutar de mi gente. Antes
además tenía que dedicar un tiempo a ganarme la vida y ahora no.
Si es que me pongo a pintar pongo
música, que hace el trance más llevadero. Voy a lo cómodo y pongo, más bien
siempre está puesto, Radio Clásica ¡Me encanta! porque la música ¡qué voy a
decir! es buenísima. Y lo que más me llama la atención es que el "presente
continuo" de esa emisora abarca principalmente los siglos XVIII, XIX, XX y
XXI. Y hablan de esos músicos y de esas músicas no como algo remoto y pasado,
sino actual, porque se interpreta y se difunde por medios actuales.
Ya sé que no es esa el único
punto de vista posible. Otros son conscientes del permanente cambio.
Pues yo del permanente cambio me
quedo con lo primero, lo permanente, porque si bien no se baña uno siempre en
el mismo río, aunque tenga el mismo nombre ¡no llego a notar la diferencia!
No hay comentarios:
Publicar un comentario