Salterio Online

Bienvenidos al blog de Tomás Garcia Asensio también conocido como Saltés. Los que me conocen sabrán de que va esto, y los que no, lo irán descubriendo...

miércoles, 19 de diciembre de 2018

El tiovivo.

LA PESCADILLA QUE SE MUERDE LA COLA.


Puede que le pase a mucha gente, pero mi vida es como una pescadilla que se muerde la cola.

De niño pasaba las horas muertas jugando con tierra en una especie de huerto abandonado que tenían  unos de mis abuelos en su casa.

De mayor me paso las horas muertas jugando con tierra en una especie de huerto, que en absoluto está abandonado, que tenemos nosotros. Que a nuestros nietos les importa un rábano. Como les importaba nada a mis abuelos el suyo. Claro que ellos por aquel entonces estaban muy cascados y estos tienen otras cosas con que jugar, como el baloncesto y el futbolín los mayores y los juguetes, los libros y las pinturas los pequeños.

¡Y todo igual!

Yo no podría ser historiador.

Porque el paisaje circundante siempre me parece el mismo.

Y si me atengo a mis recuerdos siempre he hecho más o menos lo mismo y el panorama en el que he encontrado siempre me ha parecido más o menos igual.

Hoy oía en la radio una entrevista a una escritora pijita, hija de embajador, que describía la calle Serrano de los setenta y argumentaba que era muy distinta de como es hoy ¡Pues yo, más o menos, la veo igual! Los mismos pijos elegantemente ataviados entrando y saliendo de lujosas tiendas ¡hombre! una de las dos aceras está hoy hipertrofiada. Y otros barrios se ven muy distintos, como El Pozo o Entrevías. O simplemente se ven, porque donde están ahora antes no había más que campo, como Monte Carmelo, Las Tablas o San Chinarro ¡Pero no sé! me acostumbro enseguida y no me quedo con los cambios ¡lo dicho! que para cronista de la villa no valgo.

Es que ya lo he dicho en repetidas ocasiones ¡vivo el momento! no tengo más tiempo verbal que el gerundio. De modo que el pasado se borra nada más pasar y el futuro no es más que un barrunto que propiamente no existe hasta que es alcanzado por el gerundio.

Mi vida es un puro llanear. Sin progreso ni decadencia. Me levanto un poco antes de las 8, me acuesto poco después de la 12 y divido la jornada por 5 ingestas. Y entre ingesta e ingesta voy haciendo lo que se me pone a tiro: Jugar con tierra, pintar o dibujar, inventarme cosas como nuevas teorías cromáticas o disfrutar de mi gente. Antes además tenía que dedicar un tiempo a ganarme la vida y ahora no.

Si es que me pongo a pintar pongo música, que hace el trance más llevadero. Voy a lo cómodo y pongo, más bien siempre está puesto, Radio Clásica ¡Me encanta! porque la música ¡qué voy a decir! es buenísima. Y lo que más me llama la atención es que el "presente continuo" de esa emisora abarca principalmente los siglos XVIII, XIX, XX y XXI. Y hablan de esos músicos y de esas músicas no como algo remoto y pasado, sino actual, porque se interpreta y se difunde por medios actuales.

Ya sé que no es esa el único punto de vista posible. Otros son conscientes del permanente cambio.

Pues yo del permanente cambio me quedo con lo primero, lo permanente, porque si bien no se baña uno siempre en el mismo río, aunque tenga el mismo nombre ¡no llego a notar la diferencia!





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