LA MARGULIS.
Lo he dicho algunas veces que no
soy feminista.
Ni machista.
Soy humanista.
Partidario de la HUMANIDAD.
Es decir de ese ente simbiótico
formado por hombres y mujeres. O mujeres y hombres, que tanto monta.
Estamos viviendo tiempos miopes
en los que se adjura de lo heterogéneo para entregarse en cuerpo y alma a lo homogéneo.
Tiempos en los que las alianzas están proscritas. Salvo las que se forman entre
opciones muy parecidas: solo entre la derecha, solo entre la izquierda, solo
entre constitucionalistas, solo entre nacionalistas. Y las alianzas entre concepciones
muy distintas están proscritas por traicioneras.
Por eso encuentro ridículo que
cuando una acción notable la ha ejecutado un hombre cualquier otro hombre se
siente coautor en cierto modo, y cuando una mujer ¡pues lo mismo!
En todo caso si la ha ejecutado una
persona humana pues debe despertar empatía en todos los humanos, hombres o mujeres.
Pero bueno, aunque solo sea por
destruir la falsa doctrina de que solo son hombres los creadores prestigiosos no
está de más resaltar que son mujeres las autoras de brillantes hazañas. Y está
muy bien que se eleven en altos pedestales a mujeres meritorias.
¡Pero a veces se producen imperdonables
olvidos! Y convencidas feministas no tienen NPI de la existencia de figuras
femeninas de un relieve extraordinario.
Tal es el caso de Lynn Margulis,
antes Lynn Sagan (puesto que estuvo casada con Carl Sagan) y de soltera Linn
Petra Alexander. Científica americana de ascendencia griega.
La Margulis encarna el último hito
del evolucionismo ¡nada menos!
El primer hito fue Lamarck. Puesto que fue el primero que
cayó en la cuenta de la evolución de las especies. Pero cometió un pecado:
creer que los hábitos reiterados de los especímenes quedaban marcados en su
herencia. A ese pecado se le llama lamarckismo
y le cayó encima el anatema la maldición y el descrédito.
El segundo fue Darwin ¡el gran triunfador! También
defensor del evolucionismo pero defendía que los cambios que determinan la
evolución se producen fortuitamente. De modo que los especímenes con cambios
fortuitos favorables determinaban el progreso evolutivo.
El tercero el colectivo de
los neodarwinistas que son
dawinistas radicales que creen que la evolución es el mero producto del azar ciego
más absoluto. De modo que según esa doctrina se podría escribir el Quijote sacando un
número infinito de palabras al azar.
Y el cuarto, y último hito, por el
momento, fue Margulis quien admitiendo
que las modificaciones genéticas son fortuitas, se producen simbiosis, conformando
seres colectivos con cualidades inéditas. Lo cual la acerca a Lamack, de modo
que si los individuos no pueden evolucionar a voluntad sí que pueden aliarse
voluntariamente para evolucionar en común.
El caso típico archiconocido es
el de los líquenes simbiosis de alga y hongo. Pero eso no ocurre solo con los
líquenes ¡ocurre siempre!
¿En nosotros también?
¡Pues claro!
Porque somos complejos
simbióticos de millones y millones de células.
Células eucariotas. Es decir
células con núcleo y mitocondria y se cree que ambos son asociaciones
simbióticas de antiguas células, y puede que haya más.
Todo eso es muy discutible, pero
es menos discutible que vivimos gracias a la asociación simbiótica con una
enormidad de bacterias y de arqueas que forman la llamada flora intestinal sin
cuyo concurso ¡no podríamos hacer la digestión! no digo más.
Dos moralejas:
Una que habría que tener en mayor
consideración a la Margulis.
Otra que transar, pactar y
aliarse entre diferentes no es traicionero ¡es lo suyo!
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