EL SIRVIENTE DE LOSEY.
Soy de los que creen que la democracia
es representativa. Porque la "directa", o sea la asamblearia, es
un timo.
Pero la democracia representativa
tiene los tobillos de cristal, porque depende de la lealtad de los representantes.
Y esa lealtad se puede quebrar por varias circunstancias. Una de ellas cuando
los representantes llegan a la convicción de que la representación es un bien en sí mismo. Que los partidos
políticos son la realidad y la ciudadanía simplemente tiene la llave de la
despensa, y hay que trajinarla para llevarse, como sea, el gato al agua. De
modo que los miembros de la clase política maniobran dentro de sus partidos
para alcanzar el poder dentro de sus grupos en un forcejeo cainista. En la
confianza de que al final podrán manipular la voluntad del pueblo soberano para
conseguir, o continuar consiguiendo, el maná del Estado.
Y vemos a diario como se dividen
partidos en grupos antagónicos que desconfían unos de otros, acaparando el
poder para sus partidarios y escamoteándoselo a los otros, como es el caso del
PSOE dividido entre los seguidores de Pedro Sánchez y los de Susana Díaz, o del
PP entre partidarios y detractores de Cristina Cifuentes, o de PODEMOS entre los
partidarios de Iglesias y los de de Errejón.
Y hay que reconocer que en
CIUDADANOS tal fenómeno no se ha producido. Y, le guste o no le guste a uno ese
partido, es algo que obrará sin duda en su favor.
Cuando se pelean dentro de los
partidos parece que olvidan de que la voluntad que hay que ganar no es la de la
militancia, sino la del electorado y que el prestigio del partido se erosiona
gravemente ante los ojos del electorado por esas luchas intestinas.
Y la gente va llegando a la
conclusión de que los servidores públicos no son tales, sino que se sirven del
público, para realizarse personalmente y para enriquecerse a costa de los
administrados.
Y esos ventajismos se disfrazan
de ideologías. Y se tergiversa la realidad y se enturbia todo en la esperanza
de que a rio revuelto tengan ventaja los pescadores.
O sea que se corre el riesgo de
que los "servidores públicos" sean como El Sirviente de Losey que
esquilma a quien lo emplea.
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