VER COSAS.
Me gusta ver cosas.
Cuando voy a un museo o a una
exposición me gusta ver las cosas que hay allí expuestas, cuando son huella
directa de gente con talento.
Cosas como cuadros, esculturas,
dibujos y fotos.
Pero no me gusta ver colgados en
las paredes de los museos y de las exposiciones los documentos relativos a esas
y a otras cosas que hacen la gente con talento.
Me gusta ver tales documentos en bibliotecas,
o reproducidos en libros, o en el ordenador.
Porque los documentos hablan de
la realidad percibida por testigos que transmiten sus impresiones. Y prefiero
ser yo mismo el testigo.
No me gusta ver la realidad a
través de ojos ajenos, sino de los míos propios. Porque los ojos modifican y
distorsionan la realidad, y cuanto menos distorsión mejor. Ergo tan solo transijo
por el único intermediario distorsionador inevitable que soy yo mismo.
Las cosas de los museos y
exposiciones: los cuadros, las esculturas, los dibujos y las fotos, tienen sin
duda un valor documental, y en esto reside la terrible distorsión que en el
sector de la plástica estamos padeciendo, porque los directores de los museos,
los "curadores", los comisarios, los críticos, etc. son archiveros, ratones
de biblioteca, técnicos de archivos y bibliotecas que imponen su criterio
debido a su punto de vista, llenando las paredes de museos y exposiciones de
papelillos inexpresivo, con los que hay que perder las pestañas para averiguar
sus significado, con el consiguiente quebranto del espinazo.
Esta gente suplanta a los
artistas en su papel y convierten cualquier exposición en una de arte conceptual.
Y ¿qué es eso? que está compuesta de piezas que no son signos plásticos, sino
idiomáticos, conceptos. Los signos plásticos son cosas, los conceptuales que también cosas, documentos, se refieren e interponen a las cosas verdaderamente interesantes.
Voy a descender al ejemplo.
Hace unos días fui a ver en la
Caixa una exposición de Albar Aalto y claro no hay ni una de "sus
cosas" más características, porque estas son edificios. Hay cosas suyas
menores, como cuadros, muebles, lámparas y objetos de vidrio.
Hay dibujos muy bellos en papeles
finos de calcar hechos con carboncillo o grafito. Representaban edificios ¡pero
no son edificios! y planos y maquetas ¡que tampoco son edificios! Sino documentos,
cosas referidas a esas cosas ausentes, porque allí no caben, ni podrían
llevarse a las inmediaciones.
Pero sí había cosas de las que a
mí me gustan. Cuadros maravillosos de Arp, Miró, Leger y un móvil de Cálder y
algún cuadro del propio Albar Aalto que no está mal.
Es que la fuerza expresiva que
tienen los cuadros, cuando son buenos, superan con mucho su valor documental y
sobreviven a sus autores y a gente de muchas generaciones ulteriores. Porque
llegan a ser realidades permanentes. Factores del gerundio, en el que pasado,
presente y futuro forman un continuo.
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