LOS TOROS.
A mí los toros me la pelan.
Yo nunca voy porque los encuentro
aburridos. Ahora que cuando funcionan, funcionan, de putísima madre. Eso es
algo que no saben, ni nunca sabrán sus detractores.
Si los toros fueran lo que ellos
dicen que son, serían horribles. Pero es que no son así.
¿Los voy a defender? Pues no
¡allá películas!
No los voy a defender porque es
inútil. Porque no existe la más mínima posibilidad de que los convenza. Por lo
tanto ¡buena gana!
Yo entiendo de toros, aunque no
soy un taurólogo. Entiendo de toros como entiendo de gazpacho. Es decir, poca
cosa.
Si se entiende de toros, aunque
sea tan poco como yo entiendo, se dispone de una filosofía de la vida de la que
no disponen los que no entienden.
Los toros son una ilustración del
vivir, de lo que es trabajar, de
conseguir lo que se quiera. Se trata de poder matar a tan temible bicho en un
cuarto de hora, o algo así, no lo sé exactamente. Eso es poco menos que
imposible. Sale aquel animal despendolado y hay que pararlo con el capote, y
llevarlo a la suerte de varas. En la que le hacen un par de putadas hermosas. A
nada que no realicen bien la suerte resulta desagradable ¡muy desagradable! Mejor ni pensarlo.
Con eso se le bajan los humos bastante. Y con las banderillas algo más.
A pesar de tanto desgaste a un
toro en ese momento ¡no hay dios que lo mate! y con la muleta lo van domeñando
y reduciéndole el ánimo hasta que baja la cabeza lo suficiente para poder
entrar a matar.
Si la faena de muleta en vez de
hacerse bien se hace mal el toro se crece y no hay modo de matarlo. En tal
caso, después de tres avisos, va al corral y allí lo matan los matarifes. Y al
torero le pitan y le insultan.
Y digo que eso es un modelo de
vida porque se refiere a muchas cosas que nada tienen que ver con el toreo. Por
ejemplo dibujar.
Cuando uno se plantea hacer un
dibujo, por ejemplo del natural, tiene un papel ingres de uno por setenta. Es
el toro. Y carboncillos, difuminos, trapos y gamuza que son capote, muleta
banderillas y pica.
Nada más empezar se plantea el
dibujante acabar con aquello lo antes y lo mejor que se pueda. Si se es diestro
se termina fiesta en paz. Si se es un manta, o no se tiene un buen día, el
desastre está servido.
Y llega un momento que hay que
matar. Que hay que terminar el dibujo. A veces mis alumnos se demoraban
demasiado ¡y no entraban a matar! Y se aproximaban los avisos y el fracaso.
Le contaba esto mismo a un amigo cordobés
y arquitecto, por lo tanto probable aficionado a los toros y al dibujo, y me
lamentaba de que como mis alumnos no entendían de toros no les podía decir ¡Tienes
que entrar a matar! porque no me comprenderían.
Y me dijo: Y te comprenderían aún
menos si les dijeras: ¡es que está pidiendo muerte!
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