IGUALITARISTA.
No soy feminista ni, mucho menos,
machista. Soy igualitarista.
¿Qué es eso?
Partidario de que todo el mundo,
mujeres, hombres y hermafroditas tenga igualdad de derechos básicos, esenciales
o fundamentales y de respeto por su condición genérica de hombre, mujer o
hermafrodita. Y de cualquier condición más particular.
Lo masculino, lo femenino y lo
neutro son modos de ser de las personas que implican modos culturales. Modos
que son respetables.
Y por encima de las culturas
femenina, masculina y neutra tiene que imperar una cultura humana común a toda
persona humana. Con la que otras formas culturales más particulares no deben
entrar en conflicto, como son las de género, ideología, nación, etnia, religión, profesión,
afición deportiva, etc.
¿Es que somos iguales?
Pues no. Somos diferentes. Cada
individuo es único e irrepetible, distinto de todos los demás. De cuantos hayan
existido y de cuantos existirán. Y hasta de sí mismo, porque uno ya no es lo que
era ni será lo que es ahora.
Pero abundar en esto conduce al
solipsismo. Por lo hay que socializarse.
De modo que hay un conflicto que
hay que resolver: cada uno es distinto de todos, pero igual en eso: en que es
distinto.
Y que para que cada uno sea como es,
distinto, tiene que desarrollar un recurso paradójico: la igualdad.
En realidad no hay más que dos
opciones: o igualitarista o naufrago.
Solo o acompañado de otros náufragos.
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