MUERTOS.
La lista de direcciones y
teléfonos se va llenando de muertos.
Van avanzando, poco a poco, pero
no llegan a compactarla completamente, porque nadie vive tanto como para ver
su lista totalmente llena de muertos. Pero, pasados un par de siglos, por ejemplo, si alguien encontrara una lista
antigua podría comprobar que los muertos
habrán compactado la lista completamente.
¡Pero no pasa nada!
Es un hecho tan obvio, tan
normal, que entristecerse por ello carece de sentido. Y revelarse es ridículo.
Lo que hay que hacer es estar al
loro. Disfrutar de la vida y de los vivos. Ser consciente de que uno está vivo
y obrar en consecuencia. Y recordar a sus muertos con ternura, con simpatía. con
alegría incluso, por lo que se le debe a algunos de ellos y por los buenos ratos compartidos.
Pero la realidad no deja de ser por ello profundamente surrealista.
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