OBRAS SON AMORES.
Mi casa da a dos calles. En una de
ellas muchas losetas de la acera estaban rotas. Sobre todo las que rodeaban dos
tapas de hierro del Canal de Isabel II y un par de alcorques. Y en la otra se
habían secado las yerbas con sus flores, que aquello parecía esta primavera una
pintura de Benjamín Palencia, y ahora estaba hecho un secarral camino de ser pira.
Y yo venga a deshojar durante
años la margarita, que si llamo o que si no llamo al 010 y pedir que arreglaran
la acera. Por fin el lunes pasado me decido y llamo a eso de la una de la tarde,
y me atienden adecuadamente.
A eso de las nueve de la tarde-noche
del mismísimo día oigo ruidos ¡y es que ya están arreglando la acera! Pero son
los del Canal. Y yo me pregunto ¿los habrán conminado los del Ayuntamiento para
que arreglen su parte o es pura coincidencia. O sea ¿es un acto casual o
causal? ¡Nunca lo sabremos!
Emplean los del Canal un par de
días en arreglar su parte. Y a continuación ¡vienen los del Ayuntamiento y
arreglan los alcorques! O sea, que avisé el lunes y el miércoles ¡ya habían
terminado!
Pero es que además segaron los
yerbajos de la otra calle, que presagiaban incendio y los retiraron.
¡Pues muy bien Carmena! y
Cifuentes por la parte que le corresponde.
Procediendo tan diligentemente
están de más los mítines, los carteles (exhibiendo la mejor de las sonrisas) y toda
esa pasta que afanan, no siempre rectamente, para organizar todos esos circos y
decir tan colosales bobadas que no sé cómo no se les cae la cara de vergüenza cuando
en la tele tiran de moviola.
A mí tanto despliegue doctrinal
me aburre y alimenta mi escepticismo. O sea que lo dicho:
¡Obras son amores y no buenas
razones!
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