(Por primera vez, en casi quinientas entradas, esta es de pura ficción)
UNA VIDA REVERSIBLE.
Cuando el personaje de esta historia acababa de cumplir 75
años estaba fenomenal de salud. Ya se lo decía una amiga ¡Pero míralo. Si está
cada día más joven! Parece que tengas esa enfermedad de Julio Cortázar por la
que nunca envejecía.
Todo era normal en su vida. Su buena salud y su buena forma.
Nada llamativo, pero según pasaba el tiempo en vez de dar muestras de envejecimiento
parecía que rejuveneciera. Empezó a perder peso, pero esa pérdida se detuvo en el
punto que tenía cuando era un joven.
En esa época tenía un hijo de 50 años y un nieto de 25 que
acababa de tener a su vez un hijo.
Pasaron 13 años y con 88 parecía tener poco más de 60. Estaba
un poco más gordo, con más pelo y menos cano ¡y se sentía muy bien! Incluso su
libido se ha recuperado notablemente. Parece tener la misma edad que su hijo.
Su nieto tenía entonces 32 y su biznieto 13.
Al cumplir los 100 años ¡nadie lo podría imaginar! Porque
parecía tener 50. Estaba como un toro. Pelo negro con muy pocas canas. Un voraz
apetito. Inquieto porque se sentía cachondísimo. Y, claro, le extrañaba su
estado. Era pensionista, pero temía que como lo vieran en la Seguridad Social ya que eso le acarrearía problemas. Porque, claro, los centenarios no son tan raros ¡pero no con esa
pinta! En el mejor de los casos pueden aparentar ser octogenarios ¡pero no un
cincuentón! Su hijo ya llevaba entonces un lustro de pensionista, y estaba bien
¡pero no como él! Parecía que se hubieran invertido los papeles y cuando salían
juntos el padre parecía el hijo y el hijo el padre. Su nieto ya tenía por
entonces 50 y su biznieto acababa de tener un hijo.
Con 125 años había batido todos los records ¡roto todas las
marcas! Sobre todo porque parecía tener 25 años ¡100 años menos! Ya hacía unos
años que murió su hijo de puro viejo! Su nieto ya lleva años de pensionista. Su
biznieto ya tenía 50 y su tataranieto acaba de tener un hijo. En la Seguridad
Social hacía tiempo que conocían su caso aunque le costó un papeleo que
asimilaran la situación. Menos mal que encontró trabajo y había dejado de ser
perceptor para pasar a ser contribuyente ¡y se olvidaron del caso!
Cuando se fue aproximando a los 150 años el panorama empezó
a adquirir tintes dramáticos. porque iba reduciéndose su talla y su peso.
Cuando tenía 135 años y medio aparentaba tener 12 y medio,
la misma edad que el hijo de su tataranieto, aunque cuando este tuviera 13 años
él aparentaría 12. Por otra parte era un niño normal, guapo, ya hacía tiempo que había
dejado de trabajar. Y para establecer una situación familiar convencional su
tataranieto lo adoptó como hijo, porque llegaron a la conclusión de que esa es
la mejor solución posible. O sea, que se convirtió en hermano del hijo de su
tataranieto. Pero a su padre adoptivo no le llama padre porque sabía que era en
realidad un lejano descendiente. La única diferencia con un niño normal y
corriente es que conservaba memoria de toda su vida, más o menos como la
conserva todo el mundo, de manera que algunos recuerdos remotos en el tiempo
los mantenía vivos y de otras cosas insignificantes se había olvidado
completamente. Por ejemplo, no tenía que aprender a leer. Y pasaba el rato
leyendo, haciendo sudokus y enredando en el ordenador. Sabía perfectamente que
su caso es raro ¡pero es! Ergo tiene una carta de naturaleza indiscutible. Y su
existencia será todo lo anómala que se quiera ¡pero es que la
que es! y habrá de imponerse necesariamente.
Pasados 145 años desde su nacimiento su aspecto era el de un
niño de cinco años, pero con una memoria de adulto, porque seguramente la mente
de un niño de esa edad ya esté perfectamente configurada, aunque casi vacía de
contenidos, pero no en su caso.
A medida que iba pasando el tiempo se iba aproximando a su
nacimiento y eso desconcertaba a todo el mundo. Su padre adoptivo se aproximaba
a los 50 y su hermano a los 25 y se sentían desolados como el resto de la
familia, de la que no he hecho mención, pero que existía, naturalmente.
¿Qué pasaría cuando alcanzara y rebasara los 150 años de
nacido y entrara en su edad prenatal?
Ya, previsoramente, se habían puesto en contacto con médicos, que se pusieron a idear el modo de afrontar con éxito esa situación insólita.
Lo tendrían que meter en una incubadora, a ver si se iniciaba
el proceso inverso y empezara a crecer y con ello a envejecer, aunque a los
recién nacidos ese verbo no les cuadre. Y si no creciera, sino que continuara
retrayéndose hasta el estado embrionario no bastaría la incubadora sino que
habría que recurrir a una solución "in vitro" y buscar un
"vientre de alquiler". En tal caso lo suyo sería implantarlo en una
hija, carnal o política, de su padre adoptivo, o sea que llegaría a ser hijo de
un vástago de su tataranieto. En tal caso ¿conservaría su memoria? O sería en todo una nueva criatura.
¿Nos pasará algo así? El caso es que ¡todavía estamos a tiempo!
2 comentarios:
Me encanta.
¡Gracias!
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