BISTRE.
Me encontré a mi discípula Diana
y me recordó que le había hablado en clase del bistre.
Es que hace años, cuando era
profesor en bellas artes daba clase, entre otras cosas, de procedimientos del
dibujo. Cuando me encargaron en junio impartir estas clases a partir de
septiembre, no sabía gran cosa del tema pero durante aquel verano me versé
suficientemente. Hice algunos "descubrimientos" entre los que cabe
destacar el dibujo con "punta de plata" y el "bistre".
En un pis pas hablaré primero de
la punta de plata. Se pueden hacer unos dibujos preciosos con una punta de
plata. Que se busca uno en una tienda de materiales de pintura artística, que
si tiene suerte, como yo, la encuentra. Y si no ¡no pasa nada! porque se la
fabrica uno mismo con dos o tres centímetros de alambre de plata y de poco más de un milímetro de espesor que se busca uno
en un platero, cuesta muy poco si el platero no es además pirata. Lo monta en
un porta-minas, se afila ¡y a correr!
Es como un lapicero ¿Y qué le
pasa a los lapiceros? Que se restriegan sobre un papel, que es más duro que el
grafito, y deja trazos. Ergo la punta de plata hay que restregarla sobre algo
más duro ¿sobre qué? sobre una superficie de papel, cartón o tabla que esté
pintada con la pintura blanca más común hoy por hoy que es la que tiene como
pigmento el óxido de titanio. Perece lápiz, pero no es lápiz, porque este se
dispersa enseguida y se emborrona un poco, aunque perceptiblemente, mientras
que el trazo negro de la plata pulverizada queda más firmemente adherida a la
pintura de titanio y el trazado resulta mucho más contundente.
Ahora vamos con el bistre.
El bistre es una tinta que se
puede fabricar uno mismo mezclando hollín producido por la combustión de madera
en una chimenea o en una estufa, finamente molido y mezclado con goma arábiga y
agua.
Se puede dibujar, o escribir, con
plumilla o hacer aguadas que van desde una especie de ocre claro a un marrón
bastante oscuro. Lo peculiar de estos tonos es que no son rojizos y que tienen
un inevitable moteado negro muy característico.
Es una tinta gloriosa, porque el
geómetra Poncelet, cuando reinventó la geometría proyectiva de modo totalmente
independiente de Desargues, que la había inventado un par de siglos antes,
estaba prisionero en Rusia, tras el fracaso de la invasión napoleónica, y con
sus exiguos recursos económicos conseguía papel, pero no le llegaban para la tinta,
que fabricaba con el hollín de la estufa.
Digo esto porque hasta bien
entrado el siglo XX, seguramente hasta la Guerra Civil, las pinturas y otros
materiales se fabricaban en los propios talleres de los pintores. Pero poco a
poco los artistas han ido abdicando de estas funciones de las que se ha hecho
cargo la industria. Y lo que pasa es que cuando un artista fabrica sus
materiales está pensando en el uso que piensa darle. Hace igual el industrial,
pensar en el uso que le va a dar, pero es que los usos son distintos, el del
artista es la propia obra de arte, el del industrial es un producto que sea muy
demandado. Tanto por artistas como, principalmente, por aficionados que son más numerosos y que no
suelen estar tan versados.
Pues eso, que el progreso
consiste, en buena medida, en zafarse de lastres atávico ¡pero ojo! que hay que
cuidar de no tirar al niño con el agua sucia del baño!
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