ICONOS VIVIENTES.
Uno es un icono viviente. Porque
dice cosas con su mera presencia. Como la canción "De España vengo"
de la zarzuela "El niño judío":
"De España vengo
de España soy
y mis ojos,
serrana, lo van diciendo
que he nacido en
España, por donde voy."
Uno va diciendo si es hombre,
mujer, o intermedio.
Si es bebé, joven, o viejo.
Si es flaco, gordo o mediano.
Si tira a sex-simbol o a
sex-pestiño.
Si caucasiano, o negro, o
tostado, o achinado o primitivo polinesio.
Si viste elegantemente, o guay, o
va hecho unos zorros.
Si tiene pasta o carece.
Si dispone de abundante cabellera
o es calvoreta. Por necesidad o por afición.
Si es fino u ordinario.
Si es vivaracho o muermo.
Todos estos, y algunos más, son
rasgos que uno exhibe, queriendo o sin querer, para orientar o para despistar,
y con los que se podría dibujar un retrato robot.
El caso es que va uno por la vida
dando la nota, y es inevitable.
Dependiendo donde uno se
encuentre predominan unos iconos o predominan otros. Hay sitios donde están muy
mezclados, como en el metro, mientras que en otro predominan unos patrones,
como en el barrio de Salamanca, donde abundan los pijoletos, o en Lavapiés los
alternativos.
Lo que pasa es que uno se
despista y se queda como ciego, porque si uno se fija, andar por la calle es un
lujo
¡Ni hace falta ni cine ni tele ni
ná!
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