INDICIOS Y SIGNOS.
Cuando yo era profe le daba el
coñazo a mis alumnos con cosas que había aprendido, buscando en los libros. Sobre
todo con las más luminosas. Porque pensaba, como el ladrón que cree que todos
son de su misma condición, que si me interesaban a mí le interesarían a ellos.
Y así resultaba muchas veces. Y otras no.
Uno de los libros, más bien
librito, es de lo más provechoso, se llama "La
semiologia" de François Guiraud.
Allí habla de que semiología es un concepto antiguo y poco
usado, tan solo por los médicos, y se refiere indicios o síntomas que presentan
los enfermos que posibilitan el diagnóstico de una enfermedad.
Más recientemente, en la nueva
lingüística, esa palabra significó también ciencia de los signos. De todos los
signos. De los que ha creado la gente para comunicarse, que son artificiales. Y
los signos de la vieja semiología médica ya no se llaman signos, se llaman
indicios.
De los signos, artificiales,
propiamente dicho, se distinguen dos clases: Signos motivados y signos
inmotivados. Signos inmotivados son los del lenguaje. P. e. el sonido león o el
grafismo escrito león en nada se parece a un león, es un signo inmotivado, y no
lo descifra nadie que no sepa español o una lengua parecida. Mientras que un
dibujo que represente un león lo pueden descifrar chinos y japoneses
estupendamente, y se llama signo motivado.
La pintura figurativa produce,
obviamente, signos motivados. Lo que pasa es que uno son más motivados que
otros.
Todo esto me ha venido a la
memoria porque he visto por segunda vez la exposición "Sorolla y Estados Unidos" de Mapfre de Recoletos. Que si
no habéis visto aún, mejor que pongáis remedio a ese desastre. De ese montón de
cuadros quiero señalar cuatro o cinco, o más.
Uno es el titulado "Alhambra de Granada" ¡Es
motivado con rabia! No tengo nada que decir, hay que verlo y punto. Sorolla
plantaría su caballete en el Generalife, colocaría su lienzo, cargaría de
pinturas su paleta, y pincel en ristre se pondría a traducir a brochazos lo que
sus ojos estaban viendo. Donde viera una luz dorada pondría un brochazo de
blanco amarillento y donde viera una sombra un brochazo de azulado oscuro. Así, como el que libra un combate de boxeo, a golpes de brochas empastadas
hasta que diera por finalizada su obra.
Cuando uno ve ese cuadro no ve el
Generalife, ve ese cuadro. Que le evocará el recuerdo del Generalife, si es que
lo vio alguna vez. Y si no lo vio, pero si lo ve en el futuro, recordará el
cuadro de Sorolla. Lo que ve es un cuadro que, entre otras cosas, evidencia que
es un signo motivado. Ver todo eso da un gusto enorme ¿por qué? ¡Pues no lo sé!
Parecido efecto produce el
retrato de "El pintor Ralph Elmer
Clarkson" y aún más el de otro pintor que está al lado, del que no
tengo ahora la referencia ni, incomprensiblemente, viene en la red.
Pero se aleja más de ese
paradigma los retratos oficiales como el de Alfonso XIII o el de la reina
Victoria Eugenia, que no está tan pendiente de lo que ve como de lo que quiere
que los demás vean. Y que puede que medie en ellos la fotografía. Claro que el
muchos de sus cuadros costumbristas tendrían el apoyo de las fotos de su
suegro...
Y alejadísimos del todo están los
cuadros conmemorativo de Cristóbal Colón saliendo del Puerto de Palos. En los
que la motivación de esos signos sería de otro signo, valga la redundancia.
Bueno, que si no la habéis visto
que la veáis. Y si la habéis visto ¡pues otra vez! que eso no hace daño, ni
engorda más que el espíritu ¡y eso es bueno!
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