JUBILATA.
Cuando iba por el pan me encontré
con mi amiga Carmen que venía de vuelta con el suyo. Ella es jubilada
vocacional ya que se jubiló antes de cumplir los 70, edad tras la que te mandan
a la p. calle si trabajas para Leviatán, tal es mi caso.
Hizo alusión a mi condición de
jubilado.
Pues yo no noto nada.
Pues lo eres.
Esa radicalidad metafísica me hizo
fruncir el ceño y me quedé pensativo.
¿Jubilado yo? ¡No soy un
jubilado! Estoy jubilado ¡que no es lo mismo!
La metafísica es relativa al
verbo ser, no al verbo estar.
El ser es esencial y el estar
circunstancial, diferencia que no siempre está clara, tengo que reconocerlo.
Los jubilados al uso que conozco
tienen una agenda apretadísima y unas actividades muy pautadas. Gimnasio, natación
o aprender cosas: inglés, matemáticas, pintura, o manualidades varias y viajar.
Cuando aún estaba en activo había la posibilidad de jubilarse antes de tiempo,
y una compañera más joven me decía:
¿Por qué no te jubilas?
¿Para qué?
Para hacer lo que te dé la gana.
¡Si ya hago lo que me da la gana!
Como trabajaba para Leviatán al
cumplir 70 me echaron a la p. calle ¡y a otra cosa!
Mi actividad dual es la que me
salva.
También soy pintor, siempre lo he
sido, aunque nunca he vivido de la pintura, ni tengo ni he tenido una galería
donde cobijarme. Por lo que dudo mucho que sea un pintor verdaderamente.
El ser un artista es una condición verdaderamente comercial, y
esa dimensión no la he tenido más que al principio, cuando de estudiante iba
los domingos a vender mis dibujos a la Calle de los Pintores del Rastro.
Absolutamente debía sacar poca pasta, pero relativamente estaba bien,
prácticamente vivía de eso. Y artísticamente era más valiosa esa situación de
lo que a mí me parecía, adquirieron cosas mías prestigiosos coleccionistas,
algún críticos y algún famoso pintor.
Pero no hay que negar que el arte
tiene un algo cultural además del comercial, y en ese plano tengo una leve
entidad ¡algo es algo!
De esa, tan ruinosa, condición de
pintor se pueden extraer ventajas enormes. Como el ser el fundamento y el
cimiento de la actividad pedagógica que me ha dado de comer, de vestir y de
todo. Porque, claro, un profesor de arte que no sea un artista en activo,
aunque sea un artista maldito, ni es profesor de arte ¡ni es nada!
Eso antes, y ahora, en la voz
pasiva, como bromean pedantemente algunos compañeros universitarios, el ser
pintor en activo, aunque sea maldito, me libra de la deleznable condición de
jubilata.
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