Salterio Online

Bienvenidos al blog de Tomás Garcia Asensio también conocido como Saltés. Los que me conocen sabrán de que va esto, y los que no, lo irán descubriendo...

martes, 9 de septiembre de 2014

¡Madrid me resucita!


LA PLAZA MÁS VIVA.

Madrid tiene muchas plazas. La más emblemática quizás sea la Plaza Mayor, verdaderamente vistosa, realmente bella, pero anticuada o "histórica". La siguiente plaza no se llama así, pero lo es. Es la Puerta del Sol. La encuentro fea, paletona. Es como una calle muy ancha, con gigantescas aceras, pero asimétrica y extraña. Petada de monigotes cabezudos y compradores de oro. Moteada de mojones absurdos, como la encanijada estatua del Oso y el Madroño. La estatua ecuestre de Carlos III con su desvaída pátina. La Mariblanca en su elevadísimo pedestal. La absurda cúpula de cristal del tren de cercanías y del Metro. Y un largo y pesado etcétera.

El Paseo de la Castellana, con su continuación de Paseo de Recoletos y Paseo del Prado es como un rosario de plazas ensartadas: Plaza de Castilla, Plaza de Cuzco, Plaza de Lima, Plaza de Colón, Plaza de Cibeles, Plaza de Neptuno y la Plaza del Emperador Carlos V que es nombre oficial de la plaza de Atocha.

En Cibeles se cruza el eje Castellana-Recoletos-Prado con la Calle de Alcalá, que nace en Sol pasa por Cibeles y continúa eternamente. En este eje está a continuación de Cibeles está la Plaza de la Independencia en cuyo centro está la majestuosa Puerta de Alcalá.

Y por Atocha pasa una ronda, que como un círculo casi tangente al río Manzanares rodea el cogollo de Madrid. Pues bien, hacia el oeste en esa ronda está la Plaza de Embajadores. Muy popular y muy viva. Pero la más viva de todas es la de Atocha.

Hay muchas más plazas, muchas de ellas aristocráticas, como la del Marqués de Salamanca y otras, casi secretas, como arrancada de la hispanoamérica más profunda, la del Puente de Vallecas.

Pero, ya digo, ninguna tan viva como la de Atocha. Porque casi todas las plazas del eje de la Castellana o la de  Puerta de Alcalá, son impracticables. Bellísimas muchas de ellas, para verlas desde lejos, complicadas de cruzar. En las que no se está sino pasando, estresadamente. Pero la de Atocha no ¡porque es paradisiaca!

La Plaza del Emperador Carlos V es una inmensidad. Con una calzada enorme que se extiende por delante de la antigua Estación de Atocha, hoy frondoso invernadero. Y que une el Paseo del Prado con dos grades vías: la calle Santa María de la Cabeza, que baja hasta el Río Manzanares y el Paseo de las Delicias que sube. Eso para el tráfico rodado porque los peatones bajan o suben por ambas calles según les parece. El Paseo del Prado es una vía aristocrática, mientras que la plaza del Emperador ya es más popular, como lo son las otras dos calles mencionadas.

Esta zona de Madrid fue muy mimada en los siglos XVIII y XIX. Es el Madrid Ilustrado, donde se plantó el Real Jardín Botánico, junto al que se construyó el Museo de Ciencias Naturales, que luego sería el Museo del Prado, el Observatorio Astronómico, el Ministerio de Fomento, ahora Ministerio de Agricultura, el Panteón de los Hombres Ilustres que es la reducción del proyecto de una enorme basílica, el complejo hospitalario de Carlos III, hoy Museo Reina Sofía Y Real Conservatorio de Música, la Estación de Atocha para el recién inventado ferrocarril que fue la gran revolución del transporte.

Pero, como dice mi amigo el pintor Cristóbal Povedano, el ferrocarril trae mucho emigrante de baja estofa que queda varado en sus inmediaciones. Y eso produjo que Atocha muriera de éxito, ya que esa zona privilegiada se fuera degradando como efecto del abandono oficial y fuera repudiada por "la gente bien" que emigró al norte. Y en el XX, por lo menos después de la guerra, fue despreciada y degradada, hasta el extremo de convertirla en mera vía de paso rápido con un laberinto de puentes elevado, conocidos por el mote del "escalectric".

Parece que en el siglo XXI han caído en la cuenta del error y se ha rehabilitado notablemente. Y la plaza de Atocha está en el cogollo de los museos, al transformarse parte del hospital Carlos III en el Reina Sofía e instalarse en el Paseo del Prado el Museo Tyssen.

La Plaza de Atocha propiamente dicha, que es muy grande, ocupa el flanco oeste de la estación y además se extiende visualmente por el flaco norte, comprendiendo el vistoso Ministerio de Agricultura. Toda esa enorme superficie es como una especie de mar seco y ruidoso surcado por vehículos de motor, grandes y pequeños, públicos y privados. Y en la anchísima acera oeste, como un malecón, o como un paseo marítimo, se desarrolla la vida amable de gatos y de guiris. De la multitud de bares brilla con luz propia, como le corresponde, El Brillante. Conviven en paz y en gracia de Dios los que se toman sus refrigerios en las terrazas, los manteros y los paseantes ¡porque pasear por allí es un lujo!


Estos días, con motivo de la singular exposición colectiva titulada "BULULÚ" ocurrida en el nº 11 de esa plaza, en la que participé, he frecuentado ese lugar y me he dado cuenta que esa plaza ha hecho bueno el refrán: "quien tuvo retuvo y guardó pa la vejez" y aunque ya no es el centro, es, sin duda alguna, el foco. El lugar donde de Madrid se desparrama en toda su plenitud con toda su simpatía.

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