LA PLAZA MÁS VIVA.
Madrid tiene muchas plazas. La
más emblemática quizás sea la Plaza Mayor, verdaderamente vistosa, realmente
bella, pero anticuada o "histórica". La siguiente plaza no se llama
así, pero lo es. Es la Puerta del Sol. La encuentro fea, paletona. Es como una
calle muy ancha, con gigantescas aceras, pero asimétrica y extraña. Petada de
monigotes cabezudos y compradores de oro. Moteada de mojones absurdos, como la
encanijada estatua del Oso y el Madroño. La estatua ecuestre de Carlos III con
su desvaída pátina. La Mariblanca en su elevadísimo pedestal. La absurda cúpula
de cristal del tren de cercanías y del Metro. Y un largo y pesado etcétera.
El Paseo de la Castellana, con su
continuación de Paseo de Recoletos y Paseo del Prado es como un rosario de plazas
ensartadas: Plaza de Castilla, Plaza de Cuzco, Plaza de Lima, Plaza de Colón,
Plaza de Cibeles, Plaza de Neptuno y la Plaza del Emperador Carlos V que es nombre
oficial de la plaza de Atocha.
En Cibeles se cruza el eje
Castellana-Recoletos-Prado con la Calle de Alcalá, que nace en Sol pasa por
Cibeles y continúa eternamente. En este eje está a continuación de Cibeles está la Plaza de la Independencia en cuyo centro está la
majestuosa Puerta de Alcalá.
Y por Atocha pasa una ronda, que como un círculo casi tangente al río Manzanares rodea el cogollo de Madrid. Pues bien, hacia el oeste en esa ronda está la Plaza de Embajadores. Muy popular y muy viva. Pero la más viva de todas es la de Atocha.
Y por Atocha pasa una ronda, que como un círculo casi tangente al río Manzanares rodea el cogollo de Madrid. Pues bien, hacia el oeste en esa ronda está la Plaza de Embajadores. Muy popular y muy viva. Pero la más viva de todas es la de Atocha.
Hay muchas más plazas, muchas de
ellas aristocráticas, como la del Marqués de Salamanca y otras, casi secretas,
como arrancada de la hispanoamérica más profunda, la del Puente de Vallecas.
Pero, ya digo, ninguna tan viva
como la de Atocha. Porque casi todas las plazas del eje de la Castellana o la
de Puerta de Alcalá, son impracticables.
Bellísimas muchas de ellas, para verlas desde lejos, complicadas de cruzar. En
las que no se está sino pasando, estresadamente. Pero la de Atocha no ¡porque es
paradisiaca!
La Plaza del Emperador Carlos V
es una inmensidad. Con una calzada enorme que se extiende por delante de la
antigua Estación de Atocha, hoy frondoso invernadero. Y que une el Paseo del
Prado con dos grades vías: la calle Santa María de la Cabeza, que baja hasta el
Río Manzanares y el Paseo de las Delicias que sube. Eso para el tráfico rodado
porque los peatones bajan o suben por ambas calles según les parece. El Paseo
del Prado es una vía aristocrática, mientras que la plaza del Emperador ya es
más popular, como lo son las otras dos calles mencionadas.
Esta zona de Madrid fue muy
mimada en los siglos XVIII y XIX. Es el Madrid Ilustrado, donde se plantó el
Real Jardín Botánico, junto al que se construyó el Museo de Ciencias Naturales,
que luego sería el Museo del Prado, el Observatorio Astronómico, el Ministerio
de Fomento, ahora Ministerio de Agricultura, el Panteón de los Hombres Ilustres
que es la reducción del proyecto de una enorme basílica, el complejo
hospitalario de Carlos III, hoy Museo Reina Sofía Y Real Conservatorio de
Música, la Estación de Atocha para el recién inventado ferrocarril que fue la
gran revolución del transporte.
Pero, como dice mi amigo el
pintor Cristóbal Povedano, el ferrocarril trae mucho emigrante de baja estofa
que queda varado en sus inmediaciones. Y eso produjo que Atocha muriera de
éxito, ya que esa zona privilegiada se fuera degradando como efecto del
abandono oficial y fuera repudiada por "la gente bien" que emigró al
norte. Y en el XX, por lo menos después de la guerra, fue despreciada y
degradada, hasta el extremo de convertirla en mera vía de paso rápido con un
laberinto de puentes elevado, conocidos por el mote del
"escalectric".
Parece que en el siglo XXI han
caído en la cuenta del error y se ha rehabilitado notablemente. Y la plaza de
Atocha está en el cogollo de los museos, al transformarse parte del hospital
Carlos III en el Reina Sofía e instalarse en el Paseo del Prado el Museo Tyssen.
La Plaza de Atocha propiamente
dicha, que es muy grande, ocupa el flanco oeste de la estación y además se
extiende visualmente por el flaco norte, comprendiendo el vistoso Ministerio de
Agricultura. Toda esa enorme superficie es como una especie de mar seco y
ruidoso surcado por vehículos de motor, grandes y pequeños, públicos y
privados. Y en la anchísima acera oeste, como un malecón, o como un paseo
marítimo, se desarrolla la vida amable de gatos y de guiris. De la multitud de
bares brilla con luz propia, como le corresponde, El Brillante. Conviven en paz
y en gracia de Dios los que se toman sus refrigerios en las terrazas, los
manteros y los paseantes ¡porque pasear por allí es un lujo!
Estos días, con motivo de la
singular exposición colectiva titulada "BULULÚ" ocurrida en el nº 11
de esa plaza, en la que participé, he frecuentado ese lugar y me he dado cuenta
que esa plaza ha hecho bueno el refrán: "quien tuvo retuvo y guardó pa la
vejez" y aunque ya no es el centro, es, sin duda alguna, el foco. El lugar
donde de Madrid se desparrama en toda su plenitud con toda su simpatía.
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