LA CHAPUZA NACIONAL.
¡Es para no creérselo!
Que un país como España. Que, sin
la menor duda, es uno de los países más importantes del mundo. Con una de las
más importantes e influyentes historias de mundo. Tenga una constitución
aprobada en 1978, que, entre otras cosas, estimula la organización del Estado
en Comunidades Autónomas. Que tal organización autonómica se concrete en pactos
de 1981 y 1992. Y que ingrese en 1985 en la Unión Europea, con la cesión de
soberanía que ello comporta ¡Y que ninguno
de esos hechos esenciales de la entidad nacional, producidos en fechas
posteriores a la aprobación de la Carta Magna, se refleje en modificaciones de la Constitución para albergar la nueva
estructura del Estado!
¡Es para no creérselo!
¿Se deberá esto a que se le quiera
reconocer a la Constitución el rasgo de la inmutabilidad?
Pues no parece, porque lo desmiente
la única reforma, hasta el momento, ocurrida por la presión extranjera para proteger
los intereses de los prestamistas, de modo furtivo y vergonzante.
Todo eso es una chapuza de dimensiones
inconmensurables.
La Constitución tendría que
ser "el libro de familia de la
Nación" donde quede anotada, como referencia determinante, la
configuración real y verdadera de la Nación. Y no, como es, un código difuso y
confuso que tiene que ser interpretado constantemente por el Tribunal
Constitucional que viene a ser un oráculo cuyos veredictos se aceptan a veces
de mala gana o no se aceptan. Y en cualquier caso resulta un organismo
misterioso. La Constitución tendría que ser clara y terminante, iluminada por
la evidencia.
Por ejemplo, los redactores de la
Constitución han inventado el palabro "nacionalidades" ¿Qué es eso?
Como naciones pero sin serlo completamente ¡Eso es sembrar la confusión!
¿Es que nuestras autoridades son
tontas?
No son tontas, son pusilánimes, por
decirlo suavemente. Prefieren meter la cabeza bajo el ala antes de encarar la
realidad francamente.
¿Y eso es mejor? No. Es mucho
peor.
Vivimos en un enredo permanente,
en una turbidez y una indefinición que impide que se aclare el panorama y se reaccione
eficazmente, por ejemplo, ante los problemas de soberanía que plantean los
nacionalistas de algunas regiones. Como también impide que impere la equidad.
La reforma de la Constitución
para esto y para estructurar debidamente nuestro país es tan urgente, tan indispensable,
que el que no se esté pensando en darle curso inmediatamente...
¡Es para no creérselo!
No hay comentarios:
Publicar un comentario