LA CLASE POLÍTICA.
El domingo pasado vino en El País
un artículo de Santos Juliá que no tiene desperdicio.
https://elpais.com/elpais/2018/10/19/opinion/1539946705_092506.html
En este post no quiero más que
resaltar un hecho que suele pasar desapercibido:
Hay una discrepancia entre la mecánica oficial y la mecánica real de la política.
Según la mecánica oficial los políticos son los representantes de los
ciudadanos en un sistema democrático indirecto basado en la representatividad.
Y no en la intervención directa de los ciudadanos, en un sistema asambleario
que para muchos demócratas es algo carente de garantías democráticas, aunque
tiene sus defensores, entre los que no me encuentro.
En tal sistema representativo los
representantes están motivados por la defensa de los intereses de sus
representados. Y todas sus actividades están dirigidas al tal fin. Formando
gobierno si tienen apoyos mayoritarios o si consiguen los aliados necesarios. Y
si no defienden los intereses de sus representados en la oposición.
Para que ello sea posible es
necesario que tales representantes tengan trabajo remunerado fuera de la
política, al que puedan volver cuando cesen de sus cargos políticos. Porque
como estos son provisionales y depende de que los representantes reciban el
apoyo suficiente de los ciudadanos, tienen que tener modus vivendi cuando no
sean elegidos.
Tal condición es difícil de
cumplir por razones obvias y no son muchos los que pueden cumplirla.
Dada la eventualidad propia de
los cargos políticos los suyo es que la política
no sea una profesión.
Pero si se atiene uno a la
realidad resulta que la política es una
profesión con lo que nos apartamos de la mecánica oficial para zambullirnos en la mecánica real.
Según dicha mecánica real los profesionales
de la política están interesado principalmente en conservar su puesto de
trabajo y de sacarle el mayor rendimiento posible ¡como cualquier trabajador!
El problema viene cuando se agota
el periodo para el que han sido elegidos.
Por lo que se pasan todo su
periodo de vigencia haciendo propaganda electoral con vistas a prorrogar su
mandato en periodos sucesivos.
Por lo que ponen a parir abiertamente
a los colegas de otros partidos y soterradamente a los de su propio partido.
Por eso la corrupción está tan
extendida.
Acopio de dinero para campañas
electorales dopadas.
Y no solo para eso, sino para
forrarse pura y simplemente.
Pero no es propio hablar de
corrupción, porque no se trata de algo sano que en parte esté podrido. Sino que
la mecánica real de la política es por naturaleza insana. Por decirlo de algún
modo la podredumbre está en la médula del sistema.
Debido ¿a qué?
A que se ha hecho de la política
una profesión. De ahí el retrato que hace Santos Juliá de la política española
del siglo XIX. Y no solo del XIX, también del XX y de lo que llevamos del XXI.
Mientras haya profesionales de la
política, la política estará medularmente corrompida.
¡No hay vuelta de hoja!
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