EL QUIJOTE
Vivo en la calle Alonso Quijano
esquina Princesa Micomicona. Y mi cuñada que vivía en una casa con las mismas
coordenadas dio esa referencia para que le llevaran a casa algo que había
comprado. a lo que respondió el que lo iba a llevar: "Señora ¿se está
quedando usted conmigo?
Bueno, a pesar de mi ubicación,
aún pertenezco a ese grupo gigantesco que no ha leído el Quijote ¡aunque estoy
en vías de abandonar tan horrenda cofradía!.
No desconozco totalmente tan
bello libro, porque leí en su día la versión infantil. Y mi tía Gertrudis me lo
leía de niño una vez en la que yo estaba enfermo ¡y me partía de risa! También
hacía dictados del Quijote don Francisco Vizcaíno en su clase de Colegio
Ferroviario a la que asistía a mis 9 años. Del Quijote, de Flor de Leyendas de
Casona y del Cartero del Rey y la Luna Nueva de Rabindranath Tagore en traducción
de Zenobia Camprubí.
Luego lo he intentado en
ediciones feas, de mal papel y peor tipografía. Todos fueron intentos fallidos.
Pero hace unos días me compré el
nº 1 de la nueva colección popular de Gredos que es el Quijote ¡precioso! un
papel bellísimo, una tipografía estupenda. Y aunque parezca que la materialidad
de los libros es lo de menos ¡nada está tan alejado de la realidad! Un libro hermoso entra mucho mejor
que uno burdo ¡aunque ponga lo mismo!
Ese bello ejemplar es el que me
estoy leyendo -tengo que confesarlo- en el excusado. Con lo que tan
escatológicas y diarias sesiones se convierten en un inefable placer literario.
Y es que la brevedad de los capítulos se acompasa muy bien con esos momentos.
Ya me dijo mi hija Ana, que lo
leyó recientemente, que es una belleza de libro. Que le gustaba tanto porque
ve en él la referencia de la novela norteamericana que tanto le gusta.
Estuve a punto de comprarme la
"traducción" de Trapiello ¡Y menos mal que no lo hice! Es una idea
peregrina ¡si se entiende de puta madre! La edición que estoy leyendo tiene
pocas notas a pie de página, muchas de ellas ni hacen falta, con lo que no
resulta fatigoso.
Del Quijote lo que más me gusta
son los pasajes que no son famosos. Los de los molinos, la vela de armas, el
ataque al rebaño de corderos son lo de menos. Mientras que el de Marcela y
Grisóstomo, del que nadie dice nada, a mí me parece delicioso.
No sé si ya he contado, aunque lo
contaré de nuevo, que viví dos meses en Paris en el año 66 ¡menudo contraste
entre la oscuridad madrileña de aquella época y la claridad de Paris! Y en el
Pont des Arts vendía mis dibujos, y milagrosamente sobreviví todo ese tiempo. Y
un día le enseñaba mis cosas a una señora que pasó por allí. "Este es Don
Quijote en el caballo de madera" ¡Clavileño! me corrigió amablemente mi
interlocutora.
Resultó ser aquella señora la
viuda de Albizu Campos, y me dijo que si iba a Puerto Rico que no dejara de
visitarla.
El caso es que pocos años más
tarde fui a vivir a Puerto Rico, y que si hoy no puedo y mañana tampoco, nunca
atendí su invitación ¡Es algo de lo que me arrepíento profundamente!
¿Obligación de leer el Quijote? ¡Ninguna!
Pero es una belleza, y si uno se lo pierde, en el pecado lleva la penitencia.
Dicen que dijo Hemingway que
daría un dedo meñique por leer algunos libros por primera vez.
¡Por ser tan tardón me lo estoy
ahorrando!
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