MADRID ES UN LUJO PARA LOS VIEJOS.
Soy un viejo.
Porque si he cumplido, como he cumplido, 85 tacos...
¡Pues soy un viejo!
Pero no me siento viejo.
Como antes nunca me sentí joven.
Ni más antes todavía me sentí niño.
Lo que siempre me he sentido, y siento, es que era y soy YO.
Antes estuve traído y llevado por los vaivenes de las hormonas...
Y ya me han dejado tranquilo
¡Menos mal!
El caso es que como indeseado efecto de una cirugía me invalidaron el empeine del pie izquierdo y precavidamente llevo bastón para no tropezarme con mi propio pie y caer. Pero a veces me tropiezo, y caigo y lo primero que sale disparado es precisamente el bastón...ergo...
Claro que es un bastón muy pajarero.
De montañero, en distintos tonos de azul, que me regaló una de mis hijas, para disimular mi estado.
¡Y funciona! Porque un día en el que fui al médico, este le dijo a su enfermera:
"Mira, con ese bastón no parece ni cojo ni viejo".
Y cuando entro en un vagón del metro siempre se levanta alguien para dejarme el sitio. Una vez me dejó su asiento una dama también mayorcita que me hizo dudar, que me animó diciendo algo así como ¡Venga hombre! que va usted ahí con esa garrota...
Y un día que había aglomeraciones en el metro y había una joven empleada en el andén poniendo orden, y al ver que nadie me dejaba el asiento entra y dice ¿Nadie le va a dejar el asiento a este señor...? Y rápidamente se levantaron para cumplir con el requerimiento. Mi hija, que íbamos juntos, le dio las gracias y ella sonriendo le guiñó un ojo.
Hace unos día, fui a merendar a un sitio de esos de panadería, de cruasanes y empanadillas argentinas, me cojo mi bandejita con el café con leche, la empanadilla, pan que había comprado, el bastón y un pesado libro que había llevado porque iba al dentista, voy a bajar una pequeñísima escalera de tres elevados peldaño...¡y zozobré peligrosamente! en la taza, cual mínimo lago Tiberiades, se desencadenó una mínima tempestad, y parte aquel café fue a parar al platillo, otra parte menor a la bandeja ¡pero el desastre no fue a más!
Rápidamente apareció una chica joven y amabilísima que se hizo cargo del pequeño desastre ¡y resolvió la situación con una tranquilizadora sonrisa!
Por eso digo que felicito a los viejos que como yo que habitan esta Villa y Corte y a los envejecientes, como dicen en Puerto Rico, les digo que no se inquieten, porque están arribando a un remanso de gran felicidad...
