CONFUNDIR LOS TIEMPOS
VERBALES.
Un defecto habitual de los
independentistas catalanes es confundir los tiempos verbales.
Confundir pasado con presente:
Querer que la independencia que querrían que hubiera ocurrido en el siglo
XVIII, de no hubieran perdido aquella guerra, ocurra ahora. Como si no pasara
el tiempo, como si ahora fuera antes, como si antes fuera ahora.
Confundir futuro con presente.
Porque, hoy por hoy, las leyes legales en Cataluña son las españolas. Porque
las leyes catalanas emanarán de un estado catalán, y eso, en todo caso regirá
en el futuro, no en el presente.
En la vergonzosa sesión
parlamentaria en la que se atropelló la democracia que amparaba a la minoría
anti-independentista se aplicaba ¡y mal! una "legalidad" inexistente.
Porque sería la legalidad que emanaría de un estado surgido tras un triunfo
electoral independentista ¡que aún estaba por realizarse! Porque, precisamente,
en esa sesión parlamentaria se trataba de establecer, dicho referéndum. Que es
ilegal porque esa cámara autonómica carece de las atribuciones necesarias para
organizarlo.
¡Una locura!
A muchos catalanes parece que les
jode un motón ser españoles. Pues ¡qué le vamos a hacer! hoy por hoy son
españoles. Y eso le sume en una esquizofrenia que es evidente. Lo dicho ¡una
locura!
¿Qué tendrían que hacer?
¡Ellos sabrán! Pero así van de
cráneo. Y nos obliga a todos a ir de
cráneo.
Lo suyo sería parar ese carro y
sacar conclusiones.
La primera es que hay mucha gente
independentista a la que darle una solución satisfactoria.
La segunda es que hay mucha gente
que no es independentista a la que también hay que darle una solución también
satisfactoria.
Y como Cataluña, ni ningún otro
sitio, puede ser independiente y no independiente a la vez habrá que buscar un
estado en el que todos ganen algo perdiendo un poco. Renunciando los
centralistas al centralismo y los independentistas al independentismo.
¡O guerra sin cuartel! No sería
la primera vez.
Hay dos fórmulas muy usadas para
resolver el problema por las buenas: La federación y la confederación.
La federación es una forma fuerte
que permite una gobernabilidad más eficaz. En la federación cada estado se
gobierna por sus leyes particulares, aunque sometidos a un gobierno federal
común a todos los estados. Uno de los principios del estado federal es la
indisolubilidad. O sea que ningún estado tiene derecho a independizarse. Un
ejemplo claro es los EEUU.
La confederación es una forma más
débil, y se diferencia algo de la anterior, aunque poco en la práctica. Se
diferencia entre otras cosas en que carecen de la restricción que les impide
independizarse. Casos claros de confederación son el Reino Unido y la Unión Europea.
Y confederal fue el estado de la
Corona Española durante la dinastía de la Casa de Austria, que duró bastante
tiempo. Y cuando se centralizó se hundió. Aunque con la centralización la España peninsular se modernizó.
Pero el centralismo es un corsé demasiado rígido que se flexibiliza con el
federalismo.
Con el Estado de las Autonomías
ya se ha decidido rechazar el centralismo, y quererlo imponer bajo cuerda es
jugar sucio. Pero el Estado de las Autonomías se ha quedado corto y hay que
decidirse por federalismo o por confederalismo, pero para ello es necesario un
cierto continuismo:
Reconocer, en primer lugar que
todas las regiones que hoy configuran España conforman nuestro país.
Que en última instancia los
titulares de la Soberanía Españolas serán los que decidan la suerte de España.
Y, hoy por hoy, los titulares de
la soberanía de España, de toda España, somos los españoles ¡todos los
españoles! Y ese derecho lo tienen todos, no una parte de ellos.
Para que se pueda convocar un referéndum de independencia en una región, o nacionalidad, o nación, o como se le quiera llamar, de las
que forman nuestro país, es condición sine qua non configurar
este país como estado confederal mediante un referéndum de alcance universal ¡y eso lleva su tiempo! Mucho más del mes
escaso dado por los independentistas.
Esto o la esquizofrenia ¡No hay
más!
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