Esto que parece una usurpación es en realidad un homenaje al más exclusivo de los blogs ¡no te lo puedes perder!
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claro que esto no es un combate friki,
sino entre dos panaderías de Fuencarral.
A continuación una secuencia del Salterio.
¿QUIÉN GANA: LA BRIOCHERÍE DE TRES OLIVOS O
RUIPAN DE SANTA ANA?
Hay en Fuencarral un par de tahonas antiguas y renovadas a las que no voy casi nunca porque me caen muy a trasmano. La panadería a la que voy también está un poco lejos, a un cuarto de hora, y otro para volver. Aunque lo justifico diciendo que es por lo del azúcar, que me conviene caminar, claro que si no comiera tanto pan… Porque el pan es mi vicio, puedo perdonar el vino, pero no el pan.
El caso es que hay una mucho más cerca. Se llama La Briocheríe. Tiene en nombre en letras cursivas doradas sobre fondo azul. Color predominante en el establecimiento, en la pintura drapeada de las paredes, y en la cúpula rebajada que hay en mitad del techo blanco-roto, de cuya cúspide pende una enorme lámpara granadina en la que predomina el color azul. Con todo, no es lo que primero en lo que repara uno, sino la entrada al obrador, que tiene un arco apuntado, más musulmán que gótico. Y el grueso marco dorado que guarnece la estantería del pan, que se ve a la izquierda de la llamativa puerta. Hay más cosas, pero estas más corrientes, como un mostrador de cristal en ángulo recto con la cara frontal inclinada que contiene un par de pisos de especialidades reposteras dulces y saladas. Tartas caligrafiadas con “Felicidades” e ilustradas con muñequerías de azúcar.
Por fuera tampoco está mal. La separa de la calle un cristal de arriba abajo, del que una parte es el escaparate y otra la puerta. En el escaparate hay una mesa con diversos objetos meramente decorativos, algunos panes, centros con espigas, y en plástico transparente verde una chistera, que sirve de florero a unos enormes girasoles, y unas alargadas copas de champán. Otras veces he visto una paloma de mayólica negra. Al fondo se adivina todo lo descrito antes y lo mejor de todo es que a ambos lados del escaparate hay cortinas, de techo a suelo, ceñidas a la mitad, de cretona floreada con grandes rosas y largos flecos. Parecen dos enormes mantones de Manila.
Los domingos suele haber una larga cola de parroquianos con sus familias, más bien jóvenes, que visten los domingos de diario y los diarios de domingo. Con mucho niño por allí en motitos de juguete autopropulsadas, y con triciclos.
Bueno, todo muy lujoso, pero el pan suele ser el doble de caro y no es tan bueno como el de la panadería donde voy.
Comentaba hace unos días con mi hija Ana que voy a la otra panadería, que ella no conoce, que está junto al Metro de Fuencarral, y le decía que como la otra tiene puerta, escaparate, mostrador, estanterías, obrador y la puerta de paso correspondiente. ¡Pero el estilo es totalmente distinto!
Ostenta el rótulo Horno de Pan Ruipan, que no es exclusivo de esa tienda, sino el genérico de una cadena. La puerta y el escaparate son menos lujosos, de hecho el escaparate no llega al suelo, sino a un metro y pico de este, y ese espacio está cubierto de losetas de cemento, como las de la acera, solo que descascarilladas, mal pintadas de blanco, más que roto, sucio. Pero tato ese espacio como el escaparate está cubierto por la ropa que allí vende una señora, más joven que mayor, nada delgada, sonriente, guapa, medio teñida de rubio y gitana. No siempre está fuera, sino que por lo general está en el interior, departiendo con la panadera y los clientes. Casi siempre hay una larga cola de gente, que también llena el estrecho espacio interior, que está esperando para comprar el pan caliente, que por lo general elabora Viqui, que es joven, fuerte y con buena pinta, hija de la jefa. A veces la cola está parada, porque falta un rato para salir la nueva hornada. Y la gente no hace mucho caso del pan frío que traen de otro sitio y que está depositado en la simple estantería de madera. El mostrador también es de madera y tiene un frente de cristal y un par de estantes repletos de palmeras y otros dulces de panadería. También venden leche, huevos, conservas, refrescos, bolsas de patatas fritas, otras chucherías y cosas así. La puerta del obrador no es gótica, es corriente y suele estar tapada por el artilugio que acaba de salir del horno, que es como una estantería con ruedas de barrotes de hierro, algo más alta que una persona y con bandejas con teflón gastado para más de cien panes . Tras la puerta del obrador se ve el horno, que parece una nevera grande, y apenas si se adivina la maquinaria con la inevitable pátina de harina, y un techo algo desconchado, y lo que es muy importante ¡sacos de harina!, porque allí no hay pan crudo congelado, y amasado vaya usted a saber dónde, cómo y cuándo, sino que se amasa allí mismo y la parroquia, que no es tonta, lo nota y lo valora.
Después de describirle la panadería le decía yo a mi hija:
Fíjate, el pan es mejor que el de la otra panadería.
¡Y la panadería! me contestó Ana.