Salterio Online

Bienvenidos al blog de Tomás Garcia Asensio también conocido como Saltés. Los que me conocen sabrán de que va esto, y los que no, lo irán descubriendo...

viernes, 20 de marzo de 2020

Mutis por el foro.



PINTA ESTOICISMO.

En el párrafo 1 del libro XI de las MEDITACIONES  de Marco Aurelio se puede leer:

"...nada nuevo verán los de después de nosotros, sin que en cierto modo un hombre de cuarenta años, tenga la inteligencia que tenga, ha visto lo ya acontecido y lo que ha de acontecer por mor de su mismo aspecto... "

Hace mucho que leí esto, y me llamó la atención que efectivamente nada nuevo había visto tras cumplir cuarenta años. Pero ahora, a punto de cumplir el doble he visto, o mejor dicho, estoy viendo algo nunca visto ni conocido hasta ahora. Me refiero al confinamiento decretado por mor de la cuarentena de este coronavirus.

Ver no es la palabra, porque no veo nada. Miro por la ventana y veo la calle vacía. Pero eso ya lo había visto muchas veces.

Sé, lo estoy sabiendo por los diversos medios de comunicación, que estamos sufriendo un enclaustramiento en nuestras casas muy riguroso debido a una pandemia de un virus muy contagioso. Y que si uno no pone pie en pared se llevará por delante a una infinidad de personas.

Eso es nuevo.

Tanta gente encerrada como conejos asustados en sus madrigueras es algo de lo que no tenía noticia.

Eso, según tengo sabido, no ocurría ni en la guerra.

Me contaba mi amigo y colega José Luís Gómez Perales, magnífico pintor, que era mayor que yo, que durante la guerra en Madrid la gente salía a la calle porque el peligro no era permanente ni ininterrumpido. Y que él que vivía cerca del Cuartel del Conde Duque sabía que bombardeaban desde el Cerro Garabitas, en la Casa de Campo, el edificio de la Telefónica. Que los proyectiles pasaban volando por encima de su casa y que se podía ver por humos y llamaradas si había hecho blanco o no. Y que una vez un proyectil desviado se había colado en el hueco de escaleras de su propia casa y que milagrosamente no había estallado.

El domingo pasado estuvieron cerrados los puestos del Rastro de Madrid y eso nunca había ocurrido ni durante la guerra.

Como nunca se suspendieron la Fallas ni la Semana Santa en Sevilla y en toda España, ni la Feria de Abril.

En la terrible epidemia de gripe del 18 tampoco estuvo prohibido salir a la calle. Tengo un terrible testimonio directo de aquello, que no pude conocer en directo, porque nací en el 40, pero mi querida madre sí, que había nacido en el 10 y en el 18 tenía 8 añitos y plena capacidad para observar y dejar grabado en su mente esos recuerdos. Me contaba que se veían correr por la calle a pares de hombres que portaban cadáveres en parihuelas  y como existía la convicción que el único remedio a mano era el coñac pues que aquellos portadores abundantemente tratados con el mencionado antiséptico iban dando tumbos.

Veo perfectamente acertado que mientras deje de escasear el test de diagnóstico se meta a cada mochuelo en su olivo para que no pase la que pasó en el 18.

Pongo un ejemplo: en mi casa somos dos. Como no presentamos síntomas es presumible que no estemos infestados y si no salimos es muy probable que salgamos de esta indemnes. Y algo parecido pasará con nuestras hijas que son cuatro en cada de familia, y no parece que sean necesarios hacer test. Ergo ¡chapeau!

Ya no es lo mismo en las residencias de ancianos, donde viven muchos y donde entran y salen sanitarios que fácilmente pueden ser portadores. Y no es que me malicie lo que pueda pasar ¡ha pasado! Ergo es más que evidente que no se puede estar sin poder identificar a los portadores ¡de cajón! ¡hay que darse prisita en conseguir test suficientes!

La conclusión es que ¡hay que seguir encerrados como conejos! Frase esta también de mi querida madre.

Y que esto es una novedad histórica que si siquiera el gran estoico pudo prever.





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