Salterio Online

Bienvenidos al blog de Tomás Garcia Asensio también conocido como Saltés. Los que me conocen sabrán de que va esto, y los que no, lo irán descubriendo...

domingo, 27 de mayo de 2007

La Noche Inmediata de los Tiempos.


Tras el nuevo dibujo del Salterio nos internamos en la noche-inmediata de los tiempos


PALEO-CIBER-ART.



La antigüedad más remota es relativa. Por ejemplo para la escritura es del orden de 5.000 años. Para la escritura impresa es la décima parte. El origen del arte se pierde en la noche de los tiempos, mientras que el arte cibernético se originó bien entrado el siglo XX. De modo que una eclosión importante de dicho arte se produjo en nuestro país al final de la sexta década en el Seminario de Generación Automática de Formas Plásticas del Centro de Cálculo de la Universidad de Madrid, que es como se llamaba entonces a la Universidad Complutense. De ese hecho soy testigo y cómplice.

Las actividades consistían en “mesas redondas” a lo largo del curso que culminaban en exposiciones. De las que son destacables dos, realizadas en el propio Centro de Cálculo:

FORMAS COMPUTABLES y GENERACIÓN AUTOMÁTICA DE FORMAS PLÁSTICAS. La primera en el 69 y la segunda en el 70.

En la primera se expusieron obras que suponían declaraciones de expectativas y esperanzas y en la segunda realizaciones como respuesta al compromiso cumplido.

De la primera hay que destacar una trinidad: Mondrian, en el papel de tótem representado por una serigrafía, Vasareli gran autoridad universal representado por un múltiple y Equipo 57 gran precedente vernáculo. Destacaría también a Sempere, que debido a su encanto personal siempre se empeñaba en figurar entre la tropa, pero sobresalía por su gran prestigio. Los demás participantes éramos: Alexanco, Amador, Elena Asins, Barbadillo, Equipo 57, Lily Greenham, Lugán, Quejido, Abel Martín, Eduardo Sanz, Javier Seguí, Soledad Sevilla, Iturralde y yo.

Esto fue lo que expuse en la primera:



























En la segunda se produjeron bajas y altas. Participaron los siguientes miembros del seminario: Alexanco, Barbadillo, Gerardo Delgado, Gómez Perales, Lugán Quejido, Soledad Sevilla, Sempere y yo. También participaron artistas extranjeros invitados que practicaban esa estética: Ashwort, Lecci, Mezei, Milojevic, Nake, Nees, Nool, Radovic y Sauders.

Y esto lo que expuse en la segunda:

















Si digo que aquello era la paleo-informática hablo en serio, porque –por ejemplo- los ordenadores de aquella época no podrían producir los cuadros de aquella exposición directamente. Hoy si se puede, ya que hay lienzos para impresoras en cualquier tienda del ramo, y también otras muchas superficies.

Entonces no había programas que comprar, o que robar, si uno quería un programa lo hacía o se lo hacían. Los ordenadores eran gigantescos, funcionaban con tarjetas perforadas, que se perforaban en máquinas de casi dos metros en horizontal, que parecían de tricotar. Los ordenadores, las lectoras de cintas o las impresoras eran grandes como armarios. Todo el equipo ocupaba una gran sala con aire acondicionado, porque si no petaba. Y no había cosas tan corrientes hoy como el monitor, el teclado o el scanner. ¡Nunca se escaseaba nada! Ni se incorporaban imágenes fotográficas o de videos, por la simple razón de que aún no se habrían inventado ni las cámaras de video, ni las digitales. Tampoco se podían retocar imágenes con photoshop, porque no había photoshop, ni nada que se le pareciera.
Describo un panorama en el que no sorprendería que hubiera dinosaurios por las calles. Pero no era eso. Se veía que estaba amaneciendo la nueva era porque mediante los ordenadores ya se podían cortar chapas de acero para hacer barcos y masivamente telas para hacer ropa. Y en el Instituto Tecnológico de Massachusetts había un torno gobernado por ordenador. Actualmente no se fabrican tornos profesionales que se manejen de otro modo. El plóter dibujaba con plumillas, rotuladores o lapiceros. Y el ordenador más potente tenía menos memoria que uno actual de juguete, sólo que hoy parece una escasa memoria, entonces daba mucho juego.

La gran diferencia con el panorama actual es que no había imágenes de aspecto fotográfico o de video. Las imágenes de Barbadillo y de otros artistas se imprimían con asteriscos y luego el autor las pintaba “a mano”.

No se podía ver más que lo que saliera de la impresora o del plóter, que hoy parece rupestre, pero que entonces nos dejaba boquiabiertos cuando lo veíamos dibujar mapas a toda mecha. Hoy se imagina aquello tosco y antiguo, pero entonces se veía moderno y futurista.

Otra gran diferencia es que había que ser informático o depender de un informático, y se pensaba que las obras más adecuadas eran las de carácter racional, como el arte concreto.
La reacción de críticos y expertos fue, por lo general, fría o francamente adversa, porque verían que el romanticismo propio del arte se veía profanado por la mecánica y la pasión sojuzgada por la razón.

Hoy todo es muy distinto. Se puede usar un ordenador, para el arte o para cualquier otro fin sin que el usuario tenga que ser informático, ni depender directamente de alguien que lo sea. Ni siquiera hay que saber, en realidad, informática. Se escriben con un teclado de ordenador con la misma o con más facilidad que con una máquina de escribir. Pasa como con el coche, de todos los que saben conducir muy pocos saben de mecánica, ni cómo son los motores, ni cómo funcionan.

Para un artista hoy un ordenador es un utensilio más, y se le dará mayor o menor alcance según lo buen o mal artista que sea. Y podrá manejar toda clase de imágenes y no por ello lo que haga tiene que ser necesariamente ciber-arte. Si hace, por ejemplo, video-arte tiene que usar el ordenador inexcusablemente. Pasa como con los escritores y los poetas, que en su inmensa mayoría escriben con ordenador y no por eso son “ciber escritores” ni “poetas digitales”.

Pensaba destacar en esta entrada a Lugan, pero como ha resultado demasiado larga ¡y a este hay que echarle de comer aparte! os emplazo para la próxima entrega.

domingo, 20 de mayo de 2007

Avatares


Tras este dibujo del Salterio:

LOS AVATARES DE SALTÉS.
En la mitología hindú, como es sabido, las diversas deidades se desdoblan en entidades distintas que se llaman avatares. De modo que, por ejemplo, un avatar de Vishnú es Krishna y otro Rama. Son dioses distintos, sólo tienen en común que se sabe que son avatares de un mismo dios.

Con las personas pasa lo mismo que con los dioses, o viceversa, dado que posiblemente los hombres hagan a sus dioses a su imagen y semejanza. Podría ser que en cada persona hubiera una personalidad principal y diversos avatares, o que no sea nada más que un racimo de avatares. Me inclino a pensar esto último.

Un avatar parejo al de Saltés es el inscrito en el Registro Civil: Tomás García Asensio. Denominación que también designa a su avatar de pintor.

Con el avatar Saltés-dibujante actué profesionalmente durante relativamente poco tiempo, menos de un lustro seguramente, en la primera mitad de los 70. Publiqué con esa firma El Salterio y muchos dibujos satíricos en revistas como Triunfo y Hermano Lobo, alcanzando una cierta notoriedad.

El avatar Saltés-narrador estaba totalmente inédito. A finales del pasado milenio escribí un libro titulado “Los ángeles perdidos y otros relatos metafísicos” cuya tirada constó de un solo ejemplar que le dediqué a mi hija Ana en su mayoría de edad. Ejemplar que ha rulado un poco así como algunos borradores. El número total de lectores se pueden contar, seguramente, con los dedos de una sola mano o quizás de las dos, pero no más. Tengo el propósito de basar algunos micro relatos de este blog en los contenidos de este libro.

El avatar de pintor es muy largo. De ello hablaremos en otras ocasiones, aunque lo sacaré a relucir ahora porque en estos días me han comunicado del Museo de Montbéliard, que un cuadro, del que soy autor, titulado “Equilibrio dinámico entre rojo, naranja, azul y verde” de 115x115 cm. cuya imagen aparece a continuación


forma parte de las colecciones permanentes del museo en la sección “Pintura del siglo XX- Abstracción geométrica”.


domingo, 13 de mayo de 2007

El misticismo ateo.




Tras el dibujo del Salterio:

EL MÍSTICISMO ATEO.


Dedicado a Javi, que le interesa el tema y además hoy es su cumple.

Me resulta extrañísimo que la metafísica tenga tan pocos partidarios. A mí me parece un tema fundamental porque creo que la metafísica no es más que lo relativo a la debida expresión de lo que las cosas son. A tal fin se usa preferentemente el verbo ser. De hecho siempre que se emplea ese verbo se está metafisiqueando. ¡Y anda que no se emplea nada!

Lo que suele pasar a la gente que no es creyente, que ahora hay mucha, es que todo lo que le suena a divino lo rechaza de plano sin pensar. Y ocurre, como ocurre siempre que se procede de ese modo, que se tira al niño con el agua sucia del baño.

La metafísica y la mística no son, ni pueden ser, propiedad exclusiva de los creyentes, y no se puede permitir que las arrebaten a todos los demás. Porque si la mística se ocupa habitualmente de Dios, es porque se infiere, diría que abusivamente, que el ser absoluto es Dios. Pero si nos ocupamos de lo absoluto, esencial y profundo del ser ¿no es eso mística? El que en ese lugar se coloque o no a Dios es harina de otro costal.

De colocar ahí a Dios surge toda la mística teológica, al definirlo principio y fin de todas las cosas, creador de todo cuanto existe, el que le otorga el ser. Por lo que se podría decir que Dios es el Cogollo mismo del ser, el Divino Meollo.

Se supone que Dios es la causa de todos los efectos que conocemos o quedan por conocer. Pero de tal causa nada más sabemos, ni podemos saber. Dicen que por la vía racional no, pero sí entrando en el estado de trance ¡Pero bueno!

Pero la cosa no para aquí, porque ¿qué importancia puede tener llamar o no llamar Dios a ese principio desconocido del que no se puede decir autorizadamente nada, absolutamente nada? Pero no se andan con pijadas sino que atribuyen abusivamente a Dios cualidades, características y conductas divinas que se han inventado los inventores de las diversas religiones.

Porque el papel que le atribuyen a Dios en las diversas religiones no es el de ser supremo y absoluto, sino el de tabú indiscutible. De modo que lo que se ha divinizado, y por ello sacralizado, ya no se discute ¡pues viva la pepa! Se hará con buena o con mala intención o con las dos, pero en cualquier caso se hace abusivamente.

No nos engañemos: Por delante de Dios hay un campo inmenso descubierto o por descubrir. Dios en cambio es ignoto. Y antes ¿hay algo antes?

Hay doctrinas que hablan de eso. Sé de dos, una es sufí y la otra hindú. Vienen a decir ambas que Dios viene a ser la primera manifestación fenomenológica de otro ser más único, más puro, y por ello incomprensible e inalcanzable, ya que no se puede tener la más mínima percepción directa suya. Del que no se puede decir con fundamento nada, absolutamente nada. De tal manera Dios no sería el creador, sino el primer ser creado. ¡Tela marinera!

Parece lógico que de Dios no se pueda decir nada, ni siquiera que exista realmente. Y menos aún de quien le precede. Por eso, en el plano racional, creer, o no creer en Dios, o no saber que creer, no importa nada. Ni siquiera para la mística. Por lo que se puede ser místico y a la vez ateo o agnóstico, porque la mística no es, necesariamente, estar subyugado por Dios, sino por el tema del ser en su forma más aguda, y también –supongo- por el del no ser.

Pues si no se puede saber nada de Dios ¿a qué vienen tantos rollos? Si no se le manoseara como se le manosea habría muchos menos ateos ¿Por qué han de decir que Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza? ¡Eso es una blasfemia!



martes, 8 de mayo de 2007

Una vieja historia

Tras este dibujo del Salterio os traigo hoy este relato que os cuento por indicación de mi hija Ana, a la que dedico esta entrada. Ya me direis qué os parece. Hasta pronto, abrazos.





NO FLEMES, NO FLEMES…




Esto que voy a contar ahora parece un chiste, pero a mi me lo contaron, hace más de cincuenta años, como algo que ocurrió verdaderamente.

El suceso se produjo en Huelva, supongo que en los años cuarenta, o poco antes o poco después, en la calle del Puerto, que en aquella época era muy importante, ya que allí estaban el Ayuntamiento, la Diputación, la Casa Cuartel de la Guardia Civil y el palacio de Mora Claros, cuyo titular fue alcalde de la ciudad en los años 20. Salvo el citado palacio, que era como Dios manda, los otros edificios oficiales eran sobrios caserones encalados, con bellos patios, acordes con aquel pueblón que era Huelva en esa época.

Tengo una imagen de la escena que es como si la hubiera visto: Tarde canicular, a la hora de la siesta, con el sol cayendo a plomo –derretido, naturalmente- sobre la ancha y desierta calle. En ese momento había poca gente por allí: un carrero que vociferando bregaba denodadamente con su mula que parecía hacer gala de la terquedad propia de su especie. Un ciudadano de porte distinguido, posiblemente forastero, que indignado gritaba también, por ver si podía sofocar la verborrea blasfema del carrero. Y un policía municipal que en la puerta del ayuntamiento hacía guardia, un poco adormilado por el tremendo calor y la digestión todavía en curso.

¡Guardia, guardia! gritaba el distinguido ciudadano ¡Este individuo está blasfemando! EL agente se sobresaltó ante el vehemente requerimiento, desconcertado y alarmado por la aparente gravedad del hecho, que no alcanzaba a comprender del todo, con voz ronca pero muy fuerte exclamó ¡¿Quién flema, quien flema?! y dirigiéndose al carrero, que necesariamente tendría que ser el infractor, le gritó ¿Estás flemando? Y sin esperar una respuesta continuó ¡No flemes, no flemes!, que como flemes más me voy a cagar en el Dios que te crió!



martes, 1 de mayo de 2007

El peligro capilar.




En esta entrada aparece en primer lugar la tercera entrega del salterio, y a continuación el chiste de la oreja. Este chiste, más viejo que la pana, lo he contado cientos de veces y ya apenas si lo cuento, salvo para dar entrada a una nueva amistad, en el círculo amistoso más próximo. Y este es el sentido que tiene aquí.



EL CHISTE DE LA OREJA

Este es el famoso chiste de la oreja dedicado a Rafol.



*****


Esto era una vez un pive que dándole pereza afeitarse en casa acudió, para su desgracia, a una barbería.


Al entrar vio al maestro, de edad madura, ocupado con un cliente. Al fondo estaba cesante el que parecía su aprendiz. Preguntó si le podían atender. El maestro le miró contrariado. Y el aprendiz se apresuró diciéndole ¡pase, pase!
Tomó asiento ¿Qué va a ser? preguntó el aprendiz. Rasurado respondió el cliente.
El cliente que había quedado adormilado con el suave frotar de la brocha, la húmeda caricia de la espuma y un poco embriagado por el perfume.
Despertó sobresaltado por un agudísimo dolor ¡hostias! El aprendiz de barbero le había sajado en la base de la nariz.
Apercibido del hecho el maestro, quemado como estaba por la proverbial torpeza de su discípulo, cogió lo primero que tuvo a mano que era un pesado secador y lo arrojó contra el discípulo. Pero este, más diestro en esquivar proyectiles que en el arte del Maestro Botón [1] . Apartándose, el proyectil impactó en la cabeza del sufrido cliente ¡hostias! repitió.
En nerviosismo se apoderó de aquella barbería ¡Cojostias! Fue la exclamación irreprimible del cliente cuando sintió que la navaja se hundía en su mentón y notaba como fluía un manantial de sangre. El maestro, como un resorte disparó un pesado tarro de colonia contra su discípulo, que una vez más esquivó, haciendo blanco en una sien del herido ¡Joder! exclamó desesperado. El discípulo, cada vez más nervioso, le dio un tajo a su cliente en el cuello. Esta vez tuvo más suerte porque no quedaron interesados ni la yugular ni la laringe, aunque el corte fuera largo y profundo ¡Cabrón! Exclamó. Alertado el maestro arrojó sobre su discípulo –a la vez que le decía ¡Hijo puta!- el reposa cabeza de hierro y hule del sillón que tenía al lado. Esquivó el discípulo mientras que el cliente encajaba una vez más el golpe, ahora en el cogote, produciendo un ruido sordo y seco ¡Hosttt! Exclamó a punto de desmayarse.


Parecía que nada podría empeorar la situación ¡Pero sí! Porque aquel aprendiz, temblando como un flan, de un certero tajo cercenó limpiamente una oreja de su cliente. Y este, que estaba alerta, exclamó ¡Písala, písala, que como este hijo puta la vea me mata!

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[1] El Maestro Botón era un bisabuelo mío, onubense como yo, y barbero de profesión. Tenía en su establecimiento muchas jaulas con canarios que cantaban sin parar y alegraban al maestro y a su parroquia. Era la época en la que los barberos sacaban muelas y es de suponer que los dolores con trinos serían más llevaderos. No eran melódicos tan sólo sus pájaros porque el propio maestro, según testimonio de su nieta, que era mi madre, tocaba muy bien la guitarra, sobre todo cuando estaba entonado con una o dos copitas de vino.
Su mote le venía del hecho de que su padre, originario de Málaga, solía vestir una elegante levita con muchos botones y en aquella Huelva de mediados del XIX tal atuendo debía resultar muy singular.