Salterio Online

Bienvenidos al blog de Tomás Garcia Asensio también conocido como Saltés. Los que me conocen sabrán de que va esto, y los que no, lo irán descubriendo...

domingo, 28 de junio de 2009

La verdad sospechosa.

Le deddico este post nº 122 del Salterio a mi amigo José Luis que es capaz de poner a discutir a Galileo y a Feyerabend en el mismísimo infierno. DOCTORES TIENE LA CIENCIA.



Os contaba en el post anterior mi convicción de que el arte es, más o menos, una sarta de putas mentiras.

Ahora os cuento que la ciencia es más o menos lo mismo. La diferencia sustancial es que es dogmática, porque tiene la pretensión de ser cierta.

El arte no tiene la pretensión de ser cierto, salvo en lo que se refiere a sí mismo, porque produce realidades ciertas que son las obras de arte.

La ciencia, como el arte, es creativa. Yo diría que la literatura científica es eso, literatura, y lo de “científica” expresa el género literario de que se trata.

Tanto el arte como la ciencia modifican la realidad, y la modifican profundamente. El arte depara su fisonomía a cada sociedad en el plano estético, que afecta no sólo a la belleza, sino a la mera percepción. La ciencia dota a la sociedad, sobre todo a nuestra sociedad, de la posibilidad de fabricar la maquinaria que la caracteriza, de ahí su enorme prestigio.

No creo que la ciencia sea el dominio de las verdades frente al arte que sería el de las mentiras.

Tendría que decir qué entiendo por verdad y por mentira.

Verdad sería la descripción que se corresponde completamente con la realidad descrita.

Mentira sería la descripción que no se corresponde completamente con la realidad descrita.

Ahora tendría que decir qué entiendo por realidad.

Realidad es aquello que está pasando. Porque lo que no está pasando ahora o lo que todavía no pasa no es la realidad. Como tampoco lo es lo que nunca ha pasado o nunca pasará porque no es posible que pase.

Pero para que pase algo no es necesario que nos enteremos porque hay una infinidad de cosas que pasan y n. p. i. Y hay cosas que parece que pasan pero que no pasan, como por ejemplo las pelis. Cosas que está uno viendo con esos ojitos y no son reales.

Si nuestros sentidos son tan limitados y confundibles, nuestros testimonios no pueden ser fiables, luego ¿con qué garantía vamos a ser veraces? ¿Con qué morrazo se pueden determinar leyes científicas apodícticas?

El gran aval de la ciencia es la lógica. Que si se aplica adecuadamente tenemos la garantía que las inferencias producen transformaciones incontaminadas. Es decir que si una verdad se somete a un proceso lógico no se convierte en mentira. Pero una mentira no se convierte en verdad por lógico que sea el proceso. Y mediante la lógica no se puede vincular la realidad a la verdad. Por medio siempre ha de estar la percepción, que carece por naturaleza de fiabilidad.

Pretender llegar hasta el fondo de la realidad es mucha gallardía y hacer predicciones de futuras realidades más que ciencia ¡es magia! Los doctores que tiene la ciencia, como de los que tiene la iglesia, no son de fiar. Yo, desde luego, no me fío. Prefiero a los artistas que se acercan más a la realidad de la mano de la mentira ¡Y no engañan a nadie!

domingo, 21 de junio de 2009

Mentira de la buena.

Este post nº 121 del Salterio se lo dedico a Ana, motivadora del mismo.FACTOTUM



Se dice que la Providencia cuida de los pajarillos y que el mundo lo hizo Dios y lo gobierna según sus leyes y sus milagros (caprichos).

Antiguamente esa era la explicación universal. Modernamente se Le exigió que fuera lógico. Y contemporáneamente se Le despidió.

Se puede pensar que con ello se canceló el creacionismo ¡Pues no! Porque surgieron infinidad de creadores que crean milagrosamente (caprichosamente) las obras del arte. Y a los que la gente adora con fervor religioso.

Hace unos días leí “El palacio de la luna” de Auster que me prestó mi hija Ana.

¿No te gusta?

No mucho, porque es una sarta de putas mentiras.

¡Claro! Toda la literatura sería, según tú, una sarta de putas mentiras.

Sí. Pero lo que me molesta es que es caprichoso. Abusa al inventar lo que le da la gana. Y sobre todo hace coincidir cosas totalmente improbables. Pero claro, como las inventa, puede hacer lo que quiera.

¡Pues claro! Pero si el resultado es bueno, y este lo es…

¡Ya! Pero es mentira.

¡Claro! Pero ¿es que tú crees que esos libros de ensayos y cosas que lees no son también sartas de putas mentiras? Y las películas ¿qué?

Es distinto.

¿Por qué es distinto?

Pienso en ello y veo que lleva razón. Que las pelis están inventadas ¡también los documentales! Y, no obstante, te desvelan la realidad.

Y entonces caigo en la cuenta que los verdaderos creadores son los guionistas, de las pelis y de todo, porque todo lo que se trama necesita un guión. Y, recíprocamente, Dios sería el Gran Guionista del Universo, porque según los creyentes ha hecho el guión, además de los actores, el decorado etc.

Tengo la costumbre de observar sobre todo al guionista en cada peli. Hemos pasado de poner el acento en los actores, el “star sistem”, a ponerlo en los directores (¡el autoritarismo nos pierde!). Creo que donde hay que ponerlo es en los guionistas.

Hay guionistas que lo hacen de puta madre. Otros se meten en unos líos de los que salen de mala manera. Los hay predecibles, mientras que otros son sorprendentes. Los hay geniales y los hay toscos.

Lo que más me gusta es seguir la huella que inevitablemente dejan los jodidos guionistas y tratar de adivinar cómo van a seguir. De modo que lleva razón Ana: cómo afearles que cuenten putas mentiras. Porque en el mejor de los casos contarían lo que ya ha pasado (y no pasa), o lo que pasará (y no pasa), o lo que nunca ha pasado ni nunca pasará que como los casos anteriores no pasa.

Ergo ¡Y qué más da! Si uno está interesado en lo que pasa de verdad tiene que ir al teatro donde uno puede ver lo que está pasando: que le están contando putas mentiras.

Si uno está obsesionado y quiere oír algo que no sean putas mentiras tiene que ir a un concierto. Donde podrá seguir la huella de un guionista al que se le llama compositor.

domingo, 14 de junio de 2009

Alma de cántaro.

Este es el post nº 120 del Salterio.


MÓNADAS.



Mónada ¡qué brillante idea!

Creo que mónada vienen a ser algo así como el alma de los seres. Lo que los hace singulares, es decir, únicos.

Debido a sus mónadas los seres no SON meramente, sino que SON ALGO y tienen cualidades que les son características.

Cada cual tiene su propia mónada. Y nadie puede apropiarse de la mónada de nada ni de nadie, salvo si se apropia del individuo entero. Ni puede prescindir de la propia mónada, si no es a costa de la propia vida.

Puede que mónadas de Leibniz no sean las que estoy describiendo ¡da lo mismo! En todo caso serán mis mónadas.

Cuando hablo de alma lo hago en sentido figurado. Porque posiblemente no existan las almas, ni sean -como parece ser que son cuando se describen- una especie de gas imperceptible que está alojado en cada cuerpo animándolo. De tal modo que un alma no tiene viabilidad si no es en un cuerpo. Y un cuerpo sin alma no es más que un cadáver.

Como descripción de algo real seguramente esté muy mal, pero como metáfora está muy bien.

No se qué es lo que pasa realmente. Pero lo que parece que pasa es que las almas pilotaran los cuerpos. De modo que no pueden salir del suyo para pilotar otro. Aunque si pueda sojuzgar a otro que esté pilotado.

Tales pensamientos me asaltan a veces cuando voy en el Metro y veo a la gente. Se ve que cada uno es como es y va consigo permanentemente. Y ve a los demás desde sus ojos.

Y aunque nadie puede verse el cogote, ni la espalda, ni el culo, ni oír su propia voz, ni verse venir, o alejarse, no puede evitar estar siempre, continuamente, consigo mismo, con su ego, con su modo de ser, con su mónada.

Y mirando a alguien me pregunto ¿no se aburrirán de verse o de sentirse a todas horas del día o de la noche dentro de ese cuerpo serrano? ¡Nadie puede intercambiar su cuerpo con el de nadie! Ver lo que otros ven, sentir lo que otros sienten.

Y se nota como cada uno se ha preparado, se ha acicalado, se ha lavado, se ha peinado, se ha vestido para dar una imagen conforme con su mónada. Puede que se haya corregido la altura con tacones, el semblante con maquillajes y en la peluquería. La silueta con la ropa, y con suplementos y complementos varios.

Es un espectáculo ver, o por lo menos presentir, como las mónadas, que son invisibles, se hacen casi visibles, porque van modelando los cuerpos donde están alojadas.

domingo, 7 de junio de 2009

El antinominalismo.

Este post nº 119 del Salterio se lo dedico a mis alumnos que ya son ex.
NÓNIMOS Y ANÓNIMOS.



Anónimos ¡qué palabra más estúpida! Cuando se emplea –como se suele emplear- para designar a quien no es famoso. Es decir ¡a todos nosotros!

Y es estúpida porque todos tenemos nombre, por lo que no somos anónimos.

Recíprocamente a los no designados como anónimos les llamaré “nónimos” ¡para que se jodan!

Siempre hemos conocido dos esferas concéntricas:

La real compuesta de personas, conocidas y desconocidas. Gente a la que se le llama indebidamente “anónima”.

Y la ideal, la de los que he llamado “nónimos”, compuesta no de personas sino de personajes.

En lo que a mi experiencia personal se refiere el aire que tenían esas esferas antiguamente era muy distinto del de ahora.

En la esfera ideal apenas si había vivos. Había reyes, héroes, sabios y santos que palmaron hace un montón de tiempo de los que no tenemos más imágenes que las idealizadas y en el mejor caso retratos al óleo, que se pueden ver en los museos, pero que se suelen ver en las pobres reproducciones de los libros.

Mientras que en la actualidad los de la esfera ideal están casi todos vivos y suelen ser personajes destacados por sus virtudes o por sus vicios. Que conocemos por las fotos de los periódicos y las revistas, o que los hemos visto moverse y los hemos oído en la tele ¡Y parece que los conocemos realmente! Mi amiga Emi habla de la Preisler o de la duquesa de Alba como si las conociera y las tratara ¡Es que yo “veo” a Nadal muchísimo más que a mis amigos y a mis parientes! Y a los actores americanos que viven en el quinto coño los veo más que a mis vecinos ¡¡¡Es una locura!!!

La esfera real está compuesta además de parientes, compañeros, amigos y enemigos, por gente desconocida para uno, salvo que viva en un lugar con la población pequeña. Y se produce una paradoja ya que si se vive en un pueblo pequeño conoces realmente a muchísima más gente que si vives en Madrid.

Pongamos un pueblecillo de 2.000 habitantes, puede que conozca uno a los 2.000. Aunque muchos oficialmente sean desconocidos. Por lo que no hay que saludarlos ni saber su nombre, aunque puede ser que lo sepa. Pero si coinciden dos “desconocidos” -que realmente se conocen- en una gran ciudad donde han ido de viaje, se saludan afectuosamente y a lo mejor hablan un rato y todo. Y esa experiencia puede que les haga oficialmente conocido, o no, y cuando se ven de nuevo en su pueblo y apenas si esbozan una sonrisa. Y lo sucesivo se ignoran. Como siempre.

Quien viva en una ciudad mediana o grande se cruza con cientos de personas a las que no había visto jamás y jamás volverá a ver. Y lo peor de todo es que la propia cara forma parte de ese decorado fantasmagórico. Y conoces no muchos más de cien. Una vez paseaba por la calle con mi hija Isabel cuando era muy pequeña me dijo señalando a una persona.

¿Cómo se llama?

Pues no sé.

¡¿Qué no lo sabes?!

Y le extrañó muchísimo. Llevaba razón, porque ver a tanta gente desconocida es verdaderamente alienante. Tanta gente con la que se podría hablar y no se habla. Yo aprovecho la menor ocasión, pero por lo general me da corte. Y si en un viaje estoy sentado al lado de alguien en el tren o donde sea, empiezo a comerme el coco –Voy a decirle algo – Pero ¿qué le digo? – A ver si dice algo- ¡Qué ridículo! - Todo el viaje sin decir nada –Pero si es que no se me ocurre nada…¡Sufro!

Lo más jodido de todo ocurre en estos días cuando se acaba el curso en el que he visto a mis sesenta alumnos durante tres horas de dos días de cada semana, (en honor a la verdad diré que no siempre había sesenta porque algunos se turnaban para hacer pellas).

Cuando pase el verano veré tan sólo a dos o tres –ya exalumnos- cada día por los pasillos y en la cafetería. Es una penita. Pero es que hay una tendencia a desconocer lo conocido. Y aunque llegue a olvidar sus nombres siempre sabré que no son anónimos. Y puede que algunos, como son estudiantes de arte, lleguen a ser nónimos.