Salterio Online

Bienvenidos al blog de Tomás Garcia Asensio también conocido como Saltés. Los que me conocen sabrán de que va esto, y los que no, lo irán descubriendo...

domingo, 26 de septiembre de 2010

Teología de la liberalidad.

Este post es el nº 185 del Salterio.
TEOS Y ATEOS.





Me decía una persona muy querida que soy ateo. Le contesté que no, que no soy ateo. Se tranquilizó. Y, para que no se tranquilizara tanto, añadí que tampoco soy creyente. Con lo que, pensando que estaba de broma, me dejó por imposible.

No soy ateo, ni creyente ni tampoco agnóstico. Creo, como vengo diciendo estos últimos días, que Dios existe como existe el tiempo, los números, los metros, los kilos, y tantas y tantas cosas inventadas por el hombre.

¿Existe el espíritu? Los materialistas dicen que no porque es una paja mental y yo digo ¡y la materia también es una paja mental! Ergo si existe la materia existe el espíritu, porque nos declaramos a favor de las pajas mentales. Y si no existe el espíritu no existe la materia.

Porque la materia, como el espíritu, es una invención de la mente, que tamiza de tal modo la realidad [que pilla como puede] salvando lo que le parece que es material y echando al cubo de la basura todo lo demás. Lo digo porque es realmente difícil encontrar materia totalmente ajena a la vida. Las rocas y no todas. Y que la materia animada está carente de alma ¡es una teoría! como la contraria.

¿Qué es lo que pasa con nosotros? Pasa que nos sentimos estimulados por lo que parece que son las diversas cosas y de ahí llegamos a la conclusión de que debe haber una realidad a la que pertenecen tales cosas. Por ejemplo a la vista de la luz y el calor de un día de verano llegamos a la conclusión de que existe un Sol radiante etc.

Podemos descubrir indirectamente que hay cosas que no nos estimulan directamente. Por ejemplo si encendemos una radio constatamos que llegan a nosotros unas radiaciones que directamente son imperceptibles. O al que esté junto a una central nuclear defectuosa que le remite rápidamente al otro barrio y sin sentir nada.

O percibimos cosas que no son ciertas, como cuando vemos una peli y vemos unas actrices subyugantes y no hay tal porque no son más que sombras chinescas.

Por si fuera poco todo lo reducimos a conceptos, a palabras. Y manejamos las palabras como si fuera la realidad misma y llegamos a firmísimas conclusiones. Luego el rollo de doctores tiene la iglesia, doctores tiene la ciencia, etc.

¿Digo con esto que no hay que creer en nada? No. Digo que hay que creer lo que en conciencia, y de conformidad con la propia cultura, le parezca a uno que debe creer.

Pero ¡hombre! Pensando en todo momento que si alguien cree algo distinto no es debido a que es un gilipollas. O un cabrón que hay que eliminar para poner a salvo a la raza humana.

De imponerse tal relativismo las migraciones no serían tan dramáticas y no estarían tan en boga las guerras de religión. Aunque tales guerras seguramente no son tan religiosas, sino más se deben al deseo de favorecer el expolio de tesoros próximos o remotos.





domingo, 19 de septiembre de 2010

Continentes contenidos.

Este post es el nº 184 del Salterio. ESPACIOS Y COSAS.


Si el espacio es el continente de todos los objetos sensibles que existen, como está definido en el Diccionario de la Lengua de la Real Academia Española ¿Se podría afirmar que el espacio existe verdaderamente?

Cabe preguntarse si las cosas contenidas en el espacio ¿están entretejidas con el espacio mismo o son independientes? Y en este último caso ¿existe o no existe el espacio?

Existe como el tiempo, como Dios, como los números, como los metros, y los kilos. Y tantas y tantas cosas inventadas por el hombre.

Según la citada definición el espacio es universal y neutro y contiene las cosas, que no son espacios.

Pero si nos remitimos a los hechos, por lo general, las cosas son espacios porque contienen otras cosas. Por ejemplo: si uno mira al cielo puede que vea un avión. Que es una cosa. Pero para los viajeros que van en el avión es un espacio. Que contiene viajeros, pilotos, azafatas, maletas y un montón de cosas más. Ese avión sale, por ejemplo de España, que es un espacio, y una cosa porque es un país. Y si eso ocurre en Agosto, ese espacio español es cálido porque es verano. Pasan unas horas en las que ese avión va perforando ese espacio ocupado por el aire que como un océano gaseoso flota en un océano líquido. Y llega a otro espacio-cosa terrestre que es Chile.

En ese espacio-cosa chileno en Agosto no es verano sino invierno. El agua de los lavabos circula cuando se va por el sumidero en el sentido contrario a las agujas del reloj, no como en España que circula relojeramente. Y el sol va de este a oeste, como en España, pero iluminando el flanco norte de las casas y las cosas, no el flanco sur, como aquí. A todo ello me referiré con más amplitud próximamente.

En resumidas cuentas el espacio oficial, que es ideal, está como Dios expuesto a ser negado y, de modo incomprensible, es exclusivamente hueco. Los espacios reales no son más que la parte interior de las cosas. Son convexos por fuera y cóncavos por dentro. Y no son neutros sino que tienen su entidad característica que condiciona lo que contienen.

Bien pensado, todo y todos somos habitantes habitados. Cosas y espacios en una pieza.




domingo, 12 de septiembre de 2010

El agitado estanque del tiempo.

Este post es el nº 183 del Salterio.



LA OLLA DE CRONOS.



¿Existe el tiempo?

El tiempo es una invención humana. Existe como Dios, como los números, como los metros, y los kilos. Y tantas y tantas cosas inventadas por el hombre.

Como todas esas cosas, el tiempo no existe fuera de la voluntad de la gente. Por otra parte no es más que la comparación entre la duración del fenómeno que sea y la duración de un fenómeno que se toma como patrón.

Es de sobra sabido que se suele tomar como patrón del tiempo el empleado por la Tierra en dar una vuelta completa al Sol. A eso se le llama año. Que se divide en meses. Y estos en días. Los días en horas. Las horas en minutos. Los minutos en segundos.

Pero se podría emplear cualquier otra unidad de tiempo, como el necesario en consumirse una vela o en pasar un huevo por agua. Que coincide, como se sabe, con el tiempo que se tarda en rezar un credo.

El tiempo parece que tiene forma sucesiva y lineal. Pero de línea abierta. Es decir que el principio y el final son diferentes. No es eso lo que parece indicar la esfera de un reloj, que las agujas vuelven a pasar muchas veces por los mismos sitios. Se entiende que es una convención. Que las 12 de ayer por la mañana no son las de la noche, ni las de hoy, ni las de mañana.

En cualquier caso la imagen del reloj no me mola. Ni tampoco la del reloj de arena, al que hay que darle la vuelta para que siga funcionando ¡todavía si la arena pasara sin parar! Pero ¿dónde hay un reloj así? Me mola más lo que he llamado “la olla de Cronos”.

Consiste esta imagen en una olla, llena parcialmente de líquido. Tapada herméticamente y más caliente por abajo que por arriba.

Los acontecimientos, las vidas de la gente, son las burbujas que se van formando, es decir naciendo, en el fondo. Viven cuando crecen y se elevan, llegando a la superficie, por la que se deslizan flotando y tendiendo a llegar a la pared. Por allí permanece un rato y acaban por estallar, es decir, por morir. El vapor sube hasta la tapadera, se condensa mezclándose ese líquido con el de otras burbujas. Resbala y termina cayendo sobre el que hierve en la olla.

Cada burbuja dura lo que dura. Tiene su tiempo. Y compararla con un patrón ajeno es algo artificioso que tiene poco que ver con ella.

El caso es que cada burbuja emplea su tiempo, que es lineal, en nacer, vivir y morir. Pero el tiempo de la olla no es lineal, está embalsado. Bullendo, pero embalsado. Y de esa masa hirviente las parcas hilan y el destino teje.

domingo, 5 de septiembre de 2010

La jodida omega.

Este post nº 182 del Salterio se lo dedico a varios queridos amigos que las están pasando bastante putas.





EN DEFENSA DE LA MUERTE.


No me quiero ponerme gore, sino todo lo contrario.

Esta última temporada han fallecido varios amigos, o familiares inmediatos de amigos, en circunstancias dramáticas y muy dolorosas. Ello induce a temer o a repudiar la muerte, como causante de tanto dolor.

Eso es equivocarse de enemigo. Porque si no hubieran estado tan enfermos no se hubieran muerto. Luego la muerte no es una causa, es un efecto.

Y como no hay que temer a los efectos sino a las causas, es un grave error temer a la muerte. Es un disparate hacerla culpable de algo que es inocente. No hay que guardarse de la muerte sino del mal que la provoca.

Ya he dicho anteriormente en este blog que la muerte no es un problema. Sino una solución. La menos deseada generalmente. Pero es el último socorro para los que sufren inútilmente en una situación irremediable.

Lo digo, sobre todo, porque no se puede vivir aterrado bajo la amenaza de la muerte. Aunque sea seguro que todo lo que está vivo estará muerto, y todo lo muerto estuviera vivo.

Lo que hay que hacer es ponerse a salvo de los verdaderos enemigos. De los que impiden seguir viviendo. Tendremos que morir ¡Ya lo sabemos! ¡¡¡Pero no hay prisa!!!

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Caza mínima.

Este post nº 181 del Salterio se lo dedico a Ana que lo puede ver en Chile tan bien como lo veía y lo verá en España.
Antes de ocuparme del tema que os tengo preparado para hoy quería deciros que si he faltado a nuestra cita dos semanas y llego tarde la tercera es porque mi P C parece que ha debido pillar un resfriado, a pesar del calor reinante.

Lo digo porque fue invadido por un virus que lo dejó totalmente inválido ¡Ni me atrevía a encenderlo! Tímidamente lo encendí ayer y cual no sería mi sorpresa al ver que estaba totalmente recuperado.

Por eso digo que debió ser un resfriado, que dicen que es una infección vírica para la que no hay remedio y que se pasa sola.


EL CAZADOR DE AVISPAS.

Las avispas son, como su nombre indica, seres muy avispados que a mí me admiran profundamente. Porque pese a ser tan pequeñas vuelan maravillosamente y tienen un olfato increíble.

Tienen, además, el morbo de ser muy peligrosas con esa picadura tan dolorosa que en personas muy sensibles puede llegar a ser mortal. Claro que no es sólo por culpa de las avispas sino, sobre todo, por el extraño sistema inmunológico que poseemos que repele la agresión de tal modo que en casos extremos se lleva por delante al agredido.

Tal morbo se acentúa por el rayado que ostentan que hace de ellas minúsculos tigres voladores.

En verano, sobre todo al final, se ponen algo pesadas. Huelen desde lejos la comida y acuden raudas. El caso es que con mis nietos, Nico y Jorge, que vienen a casa en la segunda parte del “campamento de verano", hicimos de esta invasión un hecho cinegético. Que consistente en poner en un plato los trocitos de grasa incrustada en los filetes que se están comiendo. Y cuando una avispa se posa a comer le ponemos rápidamente un vaso por encima y la atrapamos. Eso cuando hay suerte porque casi siempre se escapa. Excuso decir el alborozo de mis nietos cuando cobramos alguna pieza.

La verdad es que si lo piensa uno bien no deja de ser una putada segar una vida para apuntarse un tanto ¡que es lo que hacen los cazadores! Aunque la pieza sea tan pequeña. Y, precisamente por eso, el tamaño no puede ser un atenuante porque es admirable que unos bichos tan chicos tengan habilidades que pasman a uno. Esa magia relojera resulta verdaderamente prodigiosa. Y destruirla por el simple hecho de echar el rato es un acto bárbaro.

Por eso voy a proponerles que dediquemos nuestro talento cinegético a otros objetivos.

Si es que aparece un oso ¡lo matamos!