Salterio Online

Bienvenidos al blog de Tomás Garcia Asensio también conocido como Saltés. Los que me conocen sabrán de que va esto, y los que no, lo irán descubriendo...

martes, 31 de mayo de 2022

Un clavo saca otro clavo.




Entro en Ébano, que es una panadería que hay en mi barrio ¡que es buenísima!

Tiene unas chapatas enormes, que parecen diseñadas por Tapies, que están riquísimas, que, entre otras cosas son como el índice de coste de la vida, porque, creo, que empezaron en uno cincuenta, superaron más tarde la barrera del dos, después el dos-diez y ya están en el dos veinte...Pero no me quejo porque están fenomenales.

Yo me llevo la mascarilla y por no molestar me la pongo en el umbral del establecimiento. Entré hoy, pedí mi chapata y tuve la sensación de que la dependienta no era la misma. Se parecía una barbaridad, tenía el mismo atuendo, el mismo gorro estampado de cocinero ¿Será su hermana? pensé, porque sobre todo esa boquita, tan picudita, no la recordaba. Tan desconcertado estaba que tuve que preguntar si el precio era dos veinte...Salí dándole vueltas a la cabeza...y a los treinta pasos, más o menos, caí en la cuenta: era la misma pero ¡ya no llevaba mascarilla!

Y hasta que no se les ocurra a las autoridades "un escudo" para la nueva epidemia, si es que cuaja ¡pues vamos en cueros!

Y es que en este mundo tan sofisticado en el que vivimos ya no se guía uno por sus propias percepciones sino por lo que le indican por los medios. Ya no informan de contagios de la COVID ... ¿Ya se acabó? ¿Así? ¿De pronto?

Hombre, ya estaba la cosa más suave. Hasta hace nada había muchos contagiados, pero más leves.

Pero, de todos modos, este final tan súbito ¡Me extraña!

Es que como las pelis ya no ponen al final FIN ni THE END pues ya no se echa de menos que le digan a uno: "Se acabó lo que se daba".

 

domingo, 8 de mayo de 2022

No hay que perder la compostura.


 

CARPE DIEM.

Hay quien esté preocupado con los años que tiene...

¡Cuando los años no importan mucho!

Porque un año es el tiempo que tarda la Tierra en dar una vuelta al eje del Sol ¡Y qué! ¿Qué tiene eso que ver con la vida de uno?

Tampoco importan los días, que es el tiempo en que tarda la Tierra en dar una vuelta sobre su propio eje ¡Y qué!

Y esas cuestiones astronómicas poco tienen que ver con la vida de la gente. Porque verdaderamente uno vive un día pero muchas veces. Los días pasan ¡y después no se tienen! ¿Es que vas a contar como tuyo el dinero que has gastado? ¡Si ya no lo tienes! 

Lo que importa es que cada día de 24 horas está compuesto de día y noche y, salvo los noctámbulos, uno se despierta, más o menos, al amanecer y se duerme de noche. Y eso ocurre muchas veces.

Por lo que en cualquier caso por un lado vamos cada uno de nosotros y por otro los astros. Y es, precisamente, en los astros en los que se basa la "administración pública" para tenernos debidamente estabulados.

Y nosotros, mansamente seguimos sus designios, respetando fechas y efemérides. Y soplamos las velas en los cumples, gozosamente al principio y enfurruñados cuando barruntamos el final...¡Cuando el final es algo que verdaderamente no nos incumbe!

Lo que importa no son los años sino los días.

O mejor dicho el día que se inicia cuando se despierta uno y se le pone fin cuando se muere uno de sueño y se echa a dormir.

Ese "morirse" metafórico,  se vuelve literal, una sola vez, cuando se hace mutis por el foro...

Por lo tanto cuando uno se despierta cada día lo suyo sería decir:

¡Coño! ¡Pues si estoy vivo!

Y ponerse a vivir en consecuencia.

¿Y si está muerto?

Pues, evidentemente, no está para decir:

¡Coño, pues si estoy muerto!

¡Nada! A él ya no le pasa nada. Ni siquiera le pasa que sea él.

A los suyos, si es que son comme il faut, les joderá la cosa...

Pero a él, mejor dicho, al "ex-él...

¡No!

De lo que deduzco que ese horror a la propia muerte que es tan universal ¡carece de sentido!

¿No os parece?

domingo, 1 de mayo de 2022

Bueno, bonito & barato.


LOS REVOLTILLOS DE PROUST.

Ha coincidido que hoy, Día de la Madre, estoy cocinando un plato, de modo casual porque yo no cocino nunca, que cocinaba mi querida madre dentro de su repertorio habitual. Son los REVOLTILLOS.

Los revoltillos es un manjar onubense, no descarto que también sea de otros sitios, basado en callos de cordero, que tienen ese aire de toalla, pero mucho más fino y delicado que los de vaca. Que se cortan más o menos en forma de rectángulo y se lían como un cigarro, de ahí su nombre.

Para que mantengan su forma hay que sujetarlos con algo, lo que recuerdo es con una tirita de los propios callos, pero yo los he sujetado con un hilo de cocina. Le suelen poner dentro una hoja de yerbabuena y una laminita de jamón, pero yo he pasado de esto porque los que recuerdo que comía de pequeño no tenían esas ilustraciones.

Se guisan como Dios le dé a entender a uno, pero son actores secundarios indispensables:  yerbabuena, laurel, perejil, pimentón, ajos, cebolla, pimienta, nuez moscada, tomate, pimiento, aceite, caldo de carne, hueso de jamón, y sal naturalmente, todo en frío y cuando esté hecho se desengrasa y se le añaden patatas así desgarraditas ¡y buen provecho!

Lo que me motiva no es el huevo, sino el fuero, que decía un conocido mío. Porque las magdalenas son todas por el estilo ¡pero las de Prust tienen ese algo especial! Es lo que tienen para mí estos revoltillos que he cocinado hoy...

Y que aunque para vosotros no tengan esas resonancias os los recomiendo. Porque además de estar riquísimos son baratísimos.

Pero ya sé que ese triperío a la gente le repugna un poco. No obstante los que sean guarretes, como yo soy, van a disfrutar lo suyo con este plato.