Salterio Online

Bienvenidos al blog de Tomás Garcia Asensio también conocido como Saltés. Los que me conocen sabrán de que va esto, y los que no, lo irán descubriendo...

sábado, 31 de agosto de 2013

Las apariencias engañan.


VERDAD VERSUS REALIDAD.

Realidad es lo que es, lo que está siendo, lo que ocurre, lo que está ocurriendo. Cuando aún no ha ocurrido, aunque esté a punto, no es realidad. Como tampoco lo es lo que acaba de ocurrir, pero ya no ocurre. Por lo que hay realidades duraderas y realidades fugaces.

Verdad es la fiel descripción de la realidad. De modo que si una descripción se ajusta a lo ocurrido es verdadera, si no es mentirosa, es falsa.

La verdad, como la mentira, son humanas emanaciones. A la realidad no le ocurre eso, está ahí aunque no se repare en ella.

Lo malo de la realidad es que es inaccesible. Se nota que existe, cuando se nota, por la cuenta que de ella dan nuestros sentidos. Pero de nuestros sentidos no hay que fiarse, porque se engañan con facilidad.

Si uno va al cine, o ve la tele, ve imágenes que componen historias que no son reales. La realidad de ello son sombras chinescas, fogonazos y oscuridades que producen esa ilusión. Por el contrario donde se haya producido un escape radiactivo puede que no se note nada pero se ha liberado una energía letal que cuando llega a notarse ya es demasiado tarde. Todo el ambiente está petado de ondas hercianas y solo se nota si se tienen encendidos los receptores correspondientes. Y de la infinidad de ondas que lo inundan todo solo se manifiestan las que están sintonizadas.

Parece ser que hay animales con más sentidos que los nuestros, por ejemplo los tiburones parece que sienten el campo eléctrico de otros peces, o los murciélagos que parece que tienen una especie de sonar. E incluso nuestros sentidos tienen otro alcance en bichos de otras especies. De ahí la utilización de perros para que olfateando descubran droga en las maletas en los aeropuertos o personas enterradas por los terremotos.

Ergo uno vive en la higuera. A expensas de lo que buenamente le dejen enterarse sus sentidos, o que sea engañado fortuita o intencionadamente. Por ejemplo, acaba uno creyéndose que lo que ve en los telediarios es la realidad. 

Vivimos pegados a una realidad esquiva, de la que uno mismo forma parte, que se quiere apresar mediante la verdad que, en el mejor de los casos no es más que un triste remedo de la realidad. 

La gran paradoja es que real es uno mismo, y de ese hecho tan solo se puede tener nociones indirectas e incompletas, y con frecuencia falsas. Porque aunque el ver pueda sea engañoso, ni siquiera puede uno verse por entero ¡nadie se ha visto nunca directamente la espalda! Ni ha podido oír su propia voz. O por lo menos no la ha podido oírla como la oyen los demás. Ni ha podido ver de lejos la propia pinta que tiene uno.

viernes, 23 de agosto de 2013

(Entre paréntesis)


NADA.

Nada de Laforet es el único libro que he leído de un tirón y del que no me acuerdo de nada. Volveré a leérmelo para remediar ese desastre.

Anda uno preocupado con el tema de la nada, que es algo así como un agujero negro, un terrible sumidero que se lo traga todo, y que acabará tragándose a todos los que uno quiere, y a los otros, y a uno mismo. Por lo que la nada asusta.

Pero la nada es inaccesible. Imágenes de la nada son las cosas vacías, o las cosas invisibles, las imperceptibles, sobre todo las inocuas, porque si no, acaba uno notándolo y padeciendo sus consecuencias. Pero nada está vacío realmente, cuando desaparece el contenido visible de algo queda sustituido por otro que es invisible. Si uno se toma un café se dice que la taza ha quedado vacía, pero en realidad se ha llenado de aire.

La nada es algo que se supone que existe, pero que seguramente no exista verdaderamente. Claro que esa no existencia, paradójicamente, la confirma, porque de existir sería algo. Aparte de estas cuestiones retóricas de baja estofa no hay modo de encararse con la nada. Que es seguro que nunca la vamos a ver ni a sentir de ningún modo, porque es imperceptible y porque a lo mejor ni siquiera existe. No solo por razones de pura lógica, sino porque siempre hay algo compactando el espacio hasta sus últimos resquicios. Desde luego de la magnetosfera hacia abajo, cincuenta o sesenta mil  kilómetros, dicen que siempre hay algo. Y que más allá también. Pero claro eso tiene que ver con la nueva fe que se ha impuesto, la científica, pero nada con la experiencia directa.

Nuestra experiencia más directa y más dolorosa de la nada es un concepto que es casi - o sin casi- sinónimo: la ausencia.

En los funerales católicos, los otros no los conozco, el oficiante se aplica a consolar, con más o menos fortuna, a los deudos del finado que este no se ha muerto verdaderamente, sino que ha pasado a mejor vida, a la verdadera vida, se atreven  a decir a veces. A la vida eterna que dura siempre. Y que tras el Juicio Final todos nos reencontraremos en el Cielo ¡Largo me lo fiáis! El reencuentro, propiamente dicho, que es lo que a uno le interesa, no se produce nunca, y el desconsuelo resulta insuperable.

Esa dolorosa ausencia se remedia un poco con presencias simbólicas. Como son las tumbas, que se sabe que albergan los restos mortales del difunto, que más vale no desvelar. O concibiendo a una nueva criatura que no se pensaba traer al mundo para sustituir al hermano muerto. O cuando se efectúa donaciones de órganos, que parece que así se continúa por lo menos parcialmente la vida del donante en la del donado. O nombrando con el nombre del ausente a un recién nacido, con lo que en lo sucesivo invocando el nombre querido se tiene una respuesta de alguien también querido. O aportando las cenizas a los nutrientes de un árbol con lo que esa vida vegetal presente llega a evocar la ausente y proporcionar un gran consuelo. O esparcir las cenizas en una bahía con un efecto más difuso y panteísta. 

En cualquier caso habría que darle cobijo en nuestra cultura a esa nada amenazante, para que dejara de ser una nada tan hosca para llegar a ser algo más amable. Vivimos comprendidos entre paréntesis fuera de ellos se extiende lo incomprensible, que es otro sinónimo de la nada.

Como, aproximadamente, decía Roberto Matta, somos unos pocos kilos de sustancias vulgares organizadas de tal modo que podemos tener consciencia de que existimos durante un limitado periodo de tiempo. Malgastar este tiempo pensando en que se nos va a terminar es estúpido y aprovecharlo sin dejar de pensar ni un solo instante que se está vivo es genial. Como es genial aprovechar la presencia de los que queremos y gozar de saber que viven y no angustiarnos con que el paréntesis final es insoslayable.

viernes, 16 de agosto de 2013

Pentecostés.




EL KANJI.

El kanji es el sistema de escritura chino y japonés. No es, como el nuestro, un sistema de anotaciones de sonidos, sino de imágenes, porque los ideogramas son imágenes codificadas. Cada ideograma tiene su versión sonora, que no es tan inequívoca como la gráfica, ya que en la lengua china hay grupos de ideogramas con el mismo sonido. Es decir que hay sinónimos para el oído, pero no para la vista. Con todo ello se puede expresar todo lo expresable.

La escritura china es un sistema para escribir no solo el chino mandarín, también otras lenguas de China como es el chino cantonés y el wu. Se dice que son dialectos porque llamarlas lenguas no es políticamente correcto, pero seguramente son lenguas distintas del mismo grupo lingüístico, como el español, el francés o el italiano. También se emplea la escritura china para escribir en japonés, aunque tiene otros sistemas de signos gráficos complementarios. Y sirvió también para que muchas antiguas lenguas asiáticas se pudieran escribir.

Se podría emplear perfectamente el kanji para escribir español, aunque sería un español más simplificado, sin conjugaciones, ni género, ni número, ni artículos, ni otros elementos ¡pero vaya! inteligible. La vía no sería transcribir sonidos, sino conceptos, lo cual implicaría las limitaciones indicadas.

Ese esfuerzo, que nosotros ni siquiera hemos amagado, ya lo han hecho chinos y japoneses puesto que hay códigos para escribir en chino y en japonés con letras latinas. Son, respectivamente el pinyin y el romaji. Ello no quiere decir que vayan a abandonar el kanji. Lo abandonaron los vietnamitas con el alto precio de no poder leer su propia historia en los textos originales.

Sirven el pinyin y el romaji para acercar sus idiomas correspondientes a occidente, porque si un occidental que fuera a China o a Japón viera en los carteles tan solo signos kanji no podría distinguir nada ni siquiera articular sonidos para poder preguntar por algo. En cambio con esos textos en letras latinas puede, por lo menos, hacerse entender verbalmente aunque sea mínimamente.

Últimamente se imponen de un modo tremendo el uso del alfabeto latino en China y Japón porque el kanji tiene tal cantidad de signos que no caben en un teclado de modo que lo escriben con letras del alfabeto latino aunque en pantalla aparecen con todo su esplendor oriental.

Los kanji tienen una indudable ventaja sobre las letras: si, por ejemplo, un español va a Noruega, puede leer cualquier texto, pero desde luego, si no sabe noruego no puede saber lo que significa. Mientras que si un chino va a Japón, o un japonés a China, no entenderán ni el japonés ni el chino si son orales, pero sí lo entenderán si está escrito en kanji. En China se hablan varias lenguas distintas, o, si se quiere, dialectos, pero incomprensibles para quienes no los conozcan. Pero pueden entenderse gracias a los kanji. Son distintos los sonidos de las palabras en japonés y en los diversos chinos, pero los signos kanji son iguales. Y pueden entenderse escribiendo, y si viene al caso "escriben en el aire". Deduzco que el lenguaje de los sordomudos orientales será la escritura, bien en el aire o con un dedo en la palma de la mano. Esto último podría servir también para ciegos y los sordomudos ciegos.

Lo bueno del caso es que en kanji no solo se puede escribir el japonés y los diversos chinos. También se puede escribir, como he dicho antes, el español, y el inglés, y el francés, y el y noruego, y el árabe ¡y todos!

Si aprendiera todo el mundo kanji se podría hacer del propio idioma una lengua universal. 

sábado, 10 de agosto de 2013

Quien no sepa geometría...


IBERIAS.

Como es sabido, hay muchas Iberias: "Iberia, Líneas Aéreas de España", "Tintes Iberia", "Viajes Iberia" y puede que haya más.

E Iberia región geográfica del Mundo ¿cuántas hay?

Pues también hay más de una. Porque, que yo sepa hay por lo menos dos. Una europea, la nuestra y otra asiática, que es una parte de la actual Georgia.

En el Google viene poco, pero viene algo.

La Iberia georgiana está al fondo del Mar Negro, que desde el punto de vista de la navegación mediterránea, es prolongación del Mar Mediterráneo ¡Hombre! se llega un poco estrechamente a través de los Dardanelos, pero se puede llegar, porque para cualquier embarcación tiene anchura de sobra. Y es el fin del mundo oriental al que se podía acceder navegando. Mientras que nuestra Iberia, la del cerdo ibérico, marcaba el fin del mundo occidental. Se podía seguir, que se lo pregunten a Colón, pero en la era clásica no estaban por la labor.

En eso no terminaba la analogía ni el parentesco. Porque en ambas Iberias había oro. Y acudían hasta "el fin del mundo" o hasta "los confines del mundo" para hacerse del preciado metal.

Pero también hay, sospecho, una analogía geométrica. Ambas estaban infinitamente lejos de cualquier sitio conocido, es decir "en el infinito". A lo mejor no serían "ambas" las Iberias, sino una sola. Porque el infinito, es lo que tiene, que es uno. 

Parece absurdo que siguiendo caminos contrarios se llegue al mismo lugar,  remoto o no. Pero si lo pensamos con cuidado no tan raro. Por ejemplo, si uno coge el metro en una estación la línea 6 del Metro de Madrid, La Circular, puede ir a cualquier otra en cualquiera de los dos sentidos. Pero claro si va uno a otra estación que está a tres o cuatro por uno de los sentidos ¡no va a ir en el contrario! Salvo que le guste viajar en Metro. O que le guste observar a la gente. O que le guste leer en el Metro. Cosa que a mí me encanta, y a veces estoy tan embebido que me paso un par de estaciones.

Pero si uno va a la estación diametralmente opuesta a la que se montó, al "infinito" de ese sistema ¡pues le da lo mismo un sentido que otro! Ergo en tales circunstancias es indiferente ir en un sentido o en el contrario. Y cuando se llegara al destino final se sabría porque se reconocería la estación, por lo menos por el nombre.

Aquellos navegantes mediterráneos debieron sentir que habían llegado al fin del mundo, al único fin del mundo, tanto si navegaban a oriente como a occidente. Pero ¡tendría que haber algo característico del lugar que se pudiera identificar como único!

Y lo encontraron: ¡ORO! ¿os parece poco? Escaso en todos los lugares conocidos salvo en Iberia que era abundantísimo.

También buscando oro y otras riquezas partió Colón a las Indias en el sentido inverso al habitual. Y como los griegos, unos siglos antes, también se quedó corto.

La mejor prueba de la "redondez" de un itinerario es seguir y seguir hasta que se llega al punto de partida. Con lo que se demostraría la singularidad de cada una de las estaciones, evitándose confusiones fruto de semejanzas engañosas. 

Habría que esperar varios siglos hasta que dos ibéricos de postín demostraran la dedondez de este mundo: Magallanes liderando la empresa y Elcano culminandola.

Es que uno infiere de su experiencia más habitual principios que no son tan universales como parecen. Por ejemplo uno no puede verse pasar y hace de ello un principio. Pero las serpientes sí que pueden. Como la que vi una vez en un terrario del zoo que iba por una rama y al llegar al tronco se fue por otra en sentido contrario. No sé si aquel animal se fijaría, pero de ser así se habría visto pasar, parcialmente por supuesto, y lo mejor de todo ¡es que iba en sentido contrario!





viernes, 2 de agosto de 2013

Vivir en el limbo.




VER EL MUNDO POR UN AGUJERO.

Decía mi madre de los que tienen una pobre visión del mundo que "ha visto el mundo por un agujero que está lleno de telarañas".

Eso, lamentablemente, no solo le pasa a algunos desustanciados ¡le pasa a todo el mundo! 

El mundo está lleno de gente, cada uno es cada cual, tiene particularidades que son totalmente imperceptibles para casi todos los demás. De modo que se ignoran las particularidades, que constituyen la verdadera realidad, y se conforma uno con "generalidades" estereotipadas, que son falsas.

Una cosa son las generalidades, los estereotipos, y otra las cualidades universales como es el lenguaje. Tienen rasgos parecidos, pero son totalmente distintas.

Y son distintas porque las generalidades te ciegan, te engañan, mientras que las cualidades universales como el lenguaje posibilita la aproximación, el conocimiento.

Se vive aislado de casi todo el mundo. Es por casualidad por lo que se franquea ese muro invisible que nos separa de lo desconocido, de los demás que son desconocidos: Que te van a arreglar cosas a casa o que vas a comprar cosas y te atienden. Y entonces se habla con gente que, si no, no se hablaría. El caso es que rara vez trata uno con gente no habitual, cuya existencia desconocía totalmente. Porque hay miles, millones, de personas con las que teóricamente se podría hablar: mis conocidos y yo con todos los hispanoparlantes ¡que son un huevo! pero de hecho es imposible. 

Aunque sí que se podría con una pequeña parte de gente que se pone a tiro. Pero no se habla. Lo suyo es que cuando uno entra en el metro se pusiera a charlar con los que tiene al lado, o cuando se alcanza a alguien caminando por la calle se pegara la hebra, pero no se hace. Resultaría extrañísimo y se buscaría una explicación morbosa: ¿Quiere ligar? ¿Es un viejo verde? ¿Un homosexual? ¿Quiere robarme? ¿O engañarme?

Si no fuera por esos prejuicios se podría saber de la existencia de muchos, no de todos naturalmente que como he dicho sería imposible. Pero se impone la ignorancia y con ello se empobrece uno en vez de enriquecerse.

Se sabe poco, tan solo generalidades: que son personas, que son nacionales de tal o cual región, o extranjeros, hispanos, eslavos o lo que sea, blancos, negros, indios y por ello buena o mala gente. Pero eso no es verdaderamente saber, es peor que ignorar, es creer en vacuidades o en falsedades. 

Y lo peor de todo es que en vez de ver personas se ven personajes, sombras chinescas, que no pertenecen al mundo real, sino al de la tele o a los libros de historias, laicas o sagradas, fantásticas o científicas, que para el caso da lo mismo. Y se da la circunstancia ridícula que uno no conoce a sus vecinos y si conoce al "Mentalista", pongo por caso, o cree que lo conoce, cuando el menda en cuestión vive en San Francisco o en el quinto carajo. Y los tipos estos vienen a "promocionar" sus paridas. Y los insensatos del telepeñazo los sacan reforzando con ello esa fantasía delirante.

¿Y qué? Pues nada, lo dicho. Que ve uno el mundo por un agujero que está lleno de telarañas.