
El otro día lo dijo mi amigo Agapo: que le gusta ducharse de noche.
¿Y a ti qué te gusta más, de noche o por la mañana? Sí, te lo pregunto a ti, a quien está leyendo esto.
A mi también me gusta de noche. Para mí por la mañana es una obligación, por la noche una devoción. Por la mañana es un acto higiénico, por la noche concupiscente. Por la mañana gobiernan la prisa, por la noche el sosiego. El acostarme con el pelo mojado, que es malísimo, a mi me encanta porque está uno como recién nacido, con la cabeza mojada.
Voy poco a la playa, es que está lejos, y cuando me meto en el mar es por la mañana. Y está muy bien, salvo el acto de meterme ¡qué escalofríos! Y hasta que el agua llega a la línea de flotación es una verdadera tortura. Bueno está bien, aunque un poco aburrido. Muy rara vez me meto en el mar de noche ¡mal hecho! porque lo primero es que no da mal rollo entrar, y lo segundo es que se está de puta madre!
Hace un par de años fuimos a Punta Umbría, nos metimos en el mar por la tarde, justo un poco antes de la puesta de sol. Y esperamos en el agua que se metiera también el Astro Rey ¡Que placer divino! Fue realmente inolvidable. Cuando Ra se dio la ahogadilla empezó a oscurecerse todo, se apagaban los púrpuras, los plateados y toda la gama vespertina.
Otras inmersiones nocturnas memorables fueron las experimentadas en Mondariz. Hay una poza artificial en el Palacio del Agua, que es como se llama uno de lo balnearios, con el agua hirviendo como para escaldar pollos. Y estás allí dentro, de noche cerrada, a la intemperie, abrigadito en esa agua tan calentita…
El ducharme de noche me recuerda cuando de niño me bañaba mi madre, de quien estaba y estoy totalmente enamorado. En un baño de cinc, como los que sales en algunas películas del oeste o en los cuadros de Degás.
En esa época se tenía por toda calefacción un brasero de carbón, que se cubría con una alambrera para evitar accidentes. Llevaba el brasero al cuarto de baño y ponía mi ropa sobre la alambrera para que se calentara y para que se perfumara echaba sobre las brasas alhucema, que es una especie de espliego que tan sólo he visto en Huelva, que tiene un olor muy característico, así como el del jabón Heno de Pravia que utilizaba y que huele a lavanda.
¡Cómo me gusta recordar esas humedades, esos humos, y esos olores tan propios del paraíso en la tranquilidad de la noche!