Salterio Online

Bienvenidos al blog de Tomás Garcia Asensio también conocido como Saltés. Los que me conocen sabrán de que va esto, y los que no, lo irán descubriendo...

jueves, 17 de diciembre de 2020

Lujo asiático.


 A OSCURAS.

Creo que nunca os he hablado nada acerca de mis clases. A pesar de que mi verdadera actividad profesional, con lo que me he ganado la vida, es la de profesor.

A  continuación os voy a contar lo que seguramente han sido mis clases más curiosas.

Aparentemente extravagantes aunque verdaderamente fueran  funcionales y necesarias. Pero tengo que admitir que se salieron de lo corriente.

He sido profesor unos 40 años. Tres de ellos inolvidables en la Universidad Católica de Puerto Rico en Ponce. Que ha sido ¡sin la menor duda! el periodo más feliz de mi vida. Porque la gente no lo sabe, pero vivir fuera del trópico ¡es una desgracia!

Antes di un año en un colegio en Carabanchel, y luego durante 35 años como catedrático de dibujo de instituto más o menos la mitad de ese tiempo y la otra mitad titular, también de dibujo, en la facultad de bellas artes en la Complu. Y de ese tiempo en la facultad una parte en "elementos de la plástica" en primero, que era teórica y como para que los alumnos empezaran a enterarse del verdadero calado de donde se habían metido. Y la otra parte en el segundo, de tres, curso de dibujo del natural.

El dibujo del natural, como su nombre indica, es lo más "natural" del dibujo.

O sea, que hay un modelo posando en bolas sobre una tarima bastante alta, con su luz y sus radiadores, para no perecer en el intento, rodeado de caballetes con papeles de uno por setenta y alumnos dibujándolos con carboncillo, durante tres horas cada uno de los dos días a la semana.

Eso que cuento de modo tan trivial es un privilegio inenarrable.

Un día me encontré por los pasillos de la facultad a un antiguo alumno que me dijo:

¿Le has dicho ya a tus alumnos que eso que tienen es un lujo asiático?

Pero ¿qué es eso?

Y es que parece que en su curso les dije que esa clase era un lujo asiático.

Porque tenían cada uno de los alumnos un caballete a su disposición. Un tablero, luz y calefacción. Un modelo que siempre sabía perfectamente mantener una pose estimulante.

¡Pues si eso no es un lujo asiático que venga dios y lo vea!

Le dije que se lo diría, y al día siguiente lo dije. Y no sé para qué, porque era evidente, pero es que uno no se da cuenta de lo que tiene hasta que lo pierde. Y a veces ni eso.

Lo que os iba a contar es que un día observé que la mayoría de mis alumnos estaban empeñados en dibujar muchos detalles...

Y yo les decía que se pueden hacer detalles pero a su debido tiempo, porque antes hay que entonar debidamente el dibujo. O sea que había que distribuir debidamente los claroscuros. Porque si no ¡no sale!

¡Pero no había modo!

Ah! sí? ¡Pues apago la luz! Y como no veréis los detalles no los podréis dibujar.

¡Y apagué todas las luces!

Al principio se desconcertaron y protestaron.

Por las ventanas, que estaban tapadas con gruesas cortinas para proteger la intimidad de los modelos, entraba un poco de luz, de modo que no había una oscuridad absoluta, sino una penumbra bastante espesa.

¡Y se obró el milagro! Porque hicieron los mejores dibujo de lo que iba de curso. Y a partir de entonces hacían los detalles con oportunidad y no se empeñaban en hacerlos a destiempo. Y yo me olvidé del asunto.

Pero a mitad del curso siguiente se me acercaron unos alumnos y me preguntaron

- ¿Cuándo apagamos la luz?

-¿Cómo?

-Que cuándo apagamos la luz. Que el año pasado la apagaste un día.

Ya! Pero es que hacía falta, y le conté la razón del apagón, pero este año no hace falta, porque no estáis cometiendo los errores que ellos cometían.

¡Venga hombre! Apágala.

Insistí de nuevo con mi argumento, pero inútilmente porque seguían insistiendo con su petición, porque, supongo, que les divertía el asunto.

Y como se portaban bien les di el capricho.

¡Vaále! mañana la apagamos.

¡Y la apagamos!

 

 

 

 


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