Salterio Online

Bienvenidos al blog de Tomás Garcia Asensio también conocido como Saltés. Los que me conocen sabrán de que va esto, y los que no, lo irán descubriendo...

viernes, 23 de agosto de 2013

(Entre paréntesis)


NADA.

Nada de Laforet es el único libro que he leído de un tirón y del que no me acuerdo de nada. Volveré a leérmelo para remediar ese desastre.

Anda uno preocupado con el tema de la nada, que es algo así como un agujero negro, un terrible sumidero que se lo traga todo, y que acabará tragándose a todos los que uno quiere, y a los otros, y a uno mismo. Por lo que la nada asusta.

Pero la nada es inaccesible. Imágenes de la nada son las cosas vacías, o las cosas invisibles, las imperceptibles, sobre todo las inocuas, porque si no, acaba uno notándolo y padeciendo sus consecuencias. Pero nada está vacío realmente, cuando desaparece el contenido visible de algo queda sustituido por otro que es invisible. Si uno se toma un café se dice que la taza ha quedado vacía, pero en realidad se ha llenado de aire.

La nada es algo que se supone que existe, pero que seguramente no exista verdaderamente. Claro que esa no existencia, paradójicamente, la confirma, porque de existir sería algo. Aparte de estas cuestiones retóricas de baja estofa no hay modo de encararse con la nada. Que es seguro que nunca la vamos a ver ni a sentir de ningún modo, porque es imperceptible y porque a lo mejor ni siquiera existe. No solo por razones de pura lógica, sino porque siempre hay algo compactando el espacio hasta sus últimos resquicios. Desde luego de la magnetosfera hacia abajo, cincuenta o sesenta mil  kilómetros, dicen que siempre hay algo. Y que más allá también. Pero claro eso tiene que ver con la nueva fe que se ha impuesto, la científica, pero nada con la experiencia directa.

Nuestra experiencia más directa y más dolorosa de la nada es un concepto que es casi - o sin casi- sinónimo: la ausencia.

En los funerales católicos, los otros no los conozco, el oficiante se aplica a consolar, con más o menos fortuna, a los deudos del finado que este no se ha muerto verdaderamente, sino que ha pasado a mejor vida, a la verdadera vida, se atreven  a decir a veces. A la vida eterna que dura siempre. Y que tras el Juicio Final todos nos reencontraremos en el Cielo ¡Largo me lo fiáis! El reencuentro, propiamente dicho, que es lo que a uno le interesa, no se produce nunca, y el desconsuelo resulta insuperable.

Esa dolorosa ausencia se remedia un poco con presencias simbólicas. Como son las tumbas, que se sabe que albergan los restos mortales del difunto, que más vale no desvelar. O concibiendo a una nueva criatura que no se pensaba traer al mundo para sustituir al hermano muerto. O cuando se efectúa donaciones de órganos, que parece que así se continúa por lo menos parcialmente la vida del donante en la del donado. O nombrando con el nombre del ausente a un recién nacido, con lo que en lo sucesivo invocando el nombre querido se tiene una respuesta de alguien también querido. O aportando las cenizas a los nutrientes de un árbol con lo que esa vida vegetal presente llega a evocar la ausente y proporcionar un gran consuelo. O esparcir las cenizas en una bahía con un efecto más difuso y panteísta. 

En cualquier caso habría que darle cobijo en nuestra cultura a esa nada amenazante, para que dejara de ser una nada tan hosca para llegar a ser algo más amable. Vivimos comprendidos entre paréntesis fuera de ellos se extiende lo incomprensible, que es otro sinónimo de la nada.

Como, aproximadamente, decía Roberto Matta, somos unos pocos kilos de sustancias vulgares organizadas de tal modo que podemos tener consciencia de que existimos durante un limitado periodo de tiempo. Malgastar este tiempo pensando en que se nos va a terminar es estúpido y aprovecharlo sin dejar de pensar ni un solo instante que se está vivo es genial. Como es genial aprovechar la presencia de los que queremos y gozar de saber que viven y no angustiarnos con que el paréntesis final es insoslayable.

2 comentarios:

Ana dijo...

Buenísima entrada. Desde que la leí en su día quería comentar algo, pero no se me ocurre nada. De repente he pensado que eso, NADA, es un buen comentario para esta entrada. ¡Me encantas!

saltes dijo...

¡Pues nada! Muchas gracias.